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El oro es la nueva 'coca' de los paramilitares colombianos

Las 'bandas criminales emergentes' explotan ilegalmente grandes reservas auríferas para financiar sus actividades

ANTONIO ALBIÑANA

Progresivamente, la minería ilegal del oro está constituyendo la fuente principal de financiación del paramilitarismo, o de las 'bandas criminales emergentes' (Bacrim), como las denomina el Gobierno colombiano, mediante diferentes modalidades que van desde el cobro de una parte de la extracción a la minería artesanal sin licencia, hasta la creación de emporios mineros ilegales, pasando por la transformación del producto del narcotráfico en lingotes de oro adquiridos en países vecinos.

En el subsuelo de 'Eldorado', como se llamó a Colombia en tiempos de la conquista, permanecen aún inmensas reservas auríferas, especialmente atractivas en un momento en que, por las crisis económicas internacionales, el oro está alcanzando niveles récord de cotización, cuadruplicando su precio de 400 a 1.600 dólares la onza en los últimos meses y con una previsión de hasta 2.200 dólares/onza para este año.

Los grupos armados ya controlan más de 3.600 explotaciones de minería ilegal

Diversos economistas aseguraron a Público que esa dinámica es imparable y convertirá el oro en la principal fuente de financiación de los grupos ilegales, sustituyendo a los cultivos de coca, con dos complicaciones adicionales: hay mucho más dinero en juego y el producto del negocio es legal, lo que dificulta el control y facilita la corrupción.

Según el exministro de Medio Ambiente Manuel Rodríguez Becerra, en Colombia ya están en marcha más de 3.600 explotaciones de minería ilegal, que emplean a unas 15.000 familias. Un informe del Defensor del Pueblo destaca su extensión por la mitad del territorio colombiano, con amenazas a la seguridad y daños ambientales y de salud alarmantes. Los paramilitares de la vieja escuela se han centrado en el norte del país, especialmente en Córdoba, la región Caribe y Antioquia, cuya capital es Medellín.

La banda del Loco Barrera, uno de los mayores criminales de Colombia, domina 13 municipios auríferos con más de 500 grandes retroexcavadoras removiendo tierras (se calcula que hay que tratar una tonelada de tierra por cada gramo de oro puro extraído). La banda de las Águilas Negras, que representa el nuevo paramilitarismo en grandes zonas del territorio colombiano, se financia con el oro del Alto del Buey en el Parque Nacional de los Farallones.

La extracción de oro causa graves daños en el entorno por el empleo de mercurio

Aunque las explotaciones más grandes son las que controla desde hace más de una década la gente de los paramilitares presos Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, y Rodrigo Pérez Alzate, alias Julián Bolívar, en el sur de la Región de Bolívar. Según campesinos de la zona, la producción o extracción de oro puede alcanzar los 300 kilos mensuales, que sacan en helicópteros para convertirlos en lingotes que son acumulados como reservas o vendidos en el mercado oficial, incluso al propio Banco de la República.

Nadie denuncia por miedo, incluso situaciones tan graves como la de Pueblito Mejía, en el sur de Bolívar, una gran parte de cuyos 1.500 habitantes, incluidas mujeres y niños, trabajan prácticamente como esclavos para la mujer de Macaco y su empresa minera Los Grifos, sin poder desplazarse del pueblo si no es con un salvoconducto paramilitar. Lo mismo sucede con indígenas de la región de Guanía.

Civiles e indígenas trabajan como esclavos para los capos de los paras'

También la guerrilla de las FARC, aunque en mucha menor escala, empieza a financiarse con la extracción de oro, mediante el cobro de una especie de impuesto revolucionario, que en Colombia se denomina 'gramaje' o 'vacuna', que también se da con los cultivos de coca y que consiste en la entrega de una cantidad fijada por unidad de peso. El Frente 30 de las FARC, que se mueve entre las Regiones de Santander y El Valle, parece estar intentando montar una explotación aurífera propia.

Además de la escalada económica de las organizaciones de bandidos y paras, la explotación del oro está causando gravísimos daños ambientales, no sólo porque opera muchas veces en parques y zonas protegidas, sino sobre todo por el uso de mercurio y cianuro como decantadores que van a parar al final a ríos y acuíferos. La zona aurífera de Antioquia se considera la más contaminada del mundo por mercurio, del que se calcula que entran cada año 17 toneladas procedentes de Estados Unidos, en cuya Bolsa de Nueva York se cotiza cada día el oro procedente de los pueblitos colombianos.

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