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París impone una 'Pax Sarkozyana'

El presidente francés pretende aplicar una nueva política de intervención militar 'autorizada por la ONU' en África y el Mediterráneo

ANDRÉS PÉREZ

París, Palacio del Elíseo. Todo un emir de Qatar, representante de una monarquía dinástica y patrimonial, petrolera y financiera, elogia a los 'revolucionarios libios' y habla de la importancia de la 'liberación'. Nicolas Sarkozy sonríe y añade que 'los valores de la democracia son absolutamente universales, y valen para los pueblos árabes como los europeos, los pueblos de África y de Occidente'. En los medios de comunicación, esa gran comunión demócrata de los Pirineos a Oriente Próximo es difundida globalmente.

Nada como esa imagen, registrada en la noche del jueves en la rueda de prensa final de la Conferencia sobre Libia, resume mejor la increíble voltereta de Sarkozy en los últimos ocho meses. Ni rastro del presidente desorientado y sin estrategia en África, último aliado de los dictadores tunecino y egipcio, Zine el Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak. Ni huella del Sarkozy alicaído por el fracaso de la Unión por el Mediterráneo, de la que Mubarak era su copresidente. Olvidado el jefe de Estado que, abochornado, tuvo que cesar a su canciller, Michèle Alliot-Marie, descubierta in fraganti viajando en jets de la oligarquía tunecina y cerrando negocios familiares, cuando los manifestantes rugían. Ya no existe la Francia que ofreció material antidisturbios al régimen tunecino en su lucha, incluso con métodos más que dudosos, por mantener sus posiciones de dominación económica en África y el Magreb.

'De Costa de Marfil a Libia, protegemos a la gente martirizada por sus dirigentes'

Sarkozy ha conseguido en pocos meses izarse al papel de emperador de un nuevo orden, a la vez globalizado y demócrata. Un orden que él mismo definió el jueves y que debe ir en serio, pues ha obtenido aval de la ONU y británico, consenso de Washington, neutralidad alemana, y tolerancia de Rusia y de China.

Si Pax Sarkozyana va a haber, como en su día hubiera Pax Romana, rezará así, según proclamó el jueves el nuevo César: 'Entre la intervención en Costa de Marfil y la intervención en Libia, queremos que sea el inicio de una política autorizada por la ONU que pone la fuerza militar al servicio de la protección de las poblaciones que corren el riesgo de ser martirizadas por sus propios dirigentes'.

Después expuso su doctrina: 'El Mediterráneo es una región fronteriza de Europa, y es un deber europeo preocuparse por el equilibrio y la paz en las zonas que le son próximas'.

Pero el plan sarkozyano adolece de tres incoherencias flagrantes: ¿Cómo creer sincera la proclama demócrata del que era aliado de Ben Alí y de Mubarak hasta hace pocas semanas? ¿Cómo hablar de democracia libia cuando la cúpula rebelde llega al poder por las armas, gracias al apoyo de bombardeos, fuerzas especiales y mercenarios occidentales, y con contratos petroleros ya firmados? ¿Lanzar bombarderos de la OTAN contra ciudades como Sirte, repletas de civiles, es 'protección'?

Objetivamente en unos pocos meses, entre el ascenso de su amigo Alassane Ouattara en Abiyán, y la cumbre de París el jueves, ya se ha violado todo el proyecto 'demócrata' que con tanto énfasis defiende Sarkozy de palabra.

Ouattara accedió al poder en abril gracias a los cañonazos del Ejército francés contra el búnker de su rival, Laurent Gbagbo, tras elecciones confusas y con pucherazo. París fue, otra vez, el que decidía qué africano es presidente. Pero esta vez contaba con aval de la ONU y prometía democracia y derechos humanos.

Durante la ofensiva final en marzo y abril de las fuerzas de Ouattara, respaldadas por militares franceses y de la ONU, 800 civiles de Douekoué no conocieron la democracia, sino las matanzas de las fuerzas del presidente vencedor. Pese a las promesas de justicia, Ouattara ha integrado en el Ejército y ascendido, en julio pasado, a los militares responsables, como ha denunciado Human Rights Watch.

Cosa que no impide que Ouattara cenara oficial y plácidamente con Sarkozy en la Costa Azul, el 19 de agosto, acompañados por la esposa del marfileño, Dominique Nouvian, multimillonaria y centro de la trama que une a los dos hombres desde hace un cuarto de siglo.

En Libia, en poco más de cuatro meses de supremacía militar, las fuerzas del CNT (una junta de hombres seleccionados y armados por Occidente con apoyo de Qatar, Jordania y los Emiratos) acumulan numerosas violaciones de derechos humanos y de crímenes de guerra, según las denuncias del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la UNICEF, la Unión Africana y Amnistía Internacional.

El plan de Sarkozy es desmentido por su reciente alianza con Ben Alí y Mubarak

El CNT se muestra especialmente tolerante con los asesinatos de inmigrantes africanos, los mismos que fueron atacados en el pasado por la Policía de Gadafi, en virtud de sus pactos con países de la UE. Como escribe el filósofo francés Alain Badiou en una controversia socrática con su colega Jean-Luc Nancy, los rebeldes libios van por buen camino de heredar, de Gadafi, el puesto de 'portera feroz de la tranquila casa europea, la que ataca con métodos terroríficos a los obreros africanos que quieren venir a Europa pasando por' Libia.

De hecho, en marzo pasado la propia OTAN dio una lección de portera, cuando, según The Guardian, un buque militar ignoró los llamamientos de socorro de un grupo de balseros salidos de Libia y dejó que 61 de esos emigrantes fugitivos de la guerra se ahogaran.

Visto desde esa perspectiva, la Pax Sarkozyana no tiene nada que ver con 'los valores de la democracia', y ni siquiera concuerda con los elementos más básicos de la Política Exterior Común de la UE, o las simples Misiones de Petersberg.

Sí queda, por el contrario, pendiente en el aire, como una espada de Damocles sobre cualquier nuevo dirigente del Sur, la nueva doctrina de intervención permanente de Sarkozy: cuando él juzgue que 'poblaciones corren el riesgo de ser martirizadas', arrancará una 'autorización de la ONU'. Ni China ni Rusia podrán hacer nada, y Francia utilizará la 'fuerza militar'. En todo el Mediterráneo y África.

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