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La presión de los egipcios acaba con Mubarak

El vicepresidente Suleimán anunció la renuncia del rais a las 17.00 horas. El Ejército se hará cargo de la transición. El ex ministro de Defensa dirigirá el país. El Cairo estalla de alegría

ÓSCAR ABOU-KASSEM

'¡Hosni barra, Masr Hurra!' (¡Hosni fuera, Egipto libre!), gritó la plaza Tahrir. La revolución popular egipcia alcanzó ayer su clímax con la dimisión del presidente Hosni Mubarak tras casi 30 años de dictadura marcados por la represión y la corrupción.

En un último acto de cobardía, Mubarak huyó de El Cairo con su familia rumbo a su residencia en el enclave turístico de Sharm el Sheij y dejó la papeleta al vicepresidente Omar Suleimán. Su secuaz preferido fue el encargado de comunicar al país, en la versión egipcia de Arias Navarro, que el presidente delegaba el poder en el Ejército. 'Teniendo en cuenta las dificultades que está pasando Egipto, el presidente Hosni Mubarak ha decidido dejar el cargo de presidente de la república y ha encargado al Consejo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país', dijo Suleimán leyendo el comunicado con voz emocionada. En apenas 30 segundos acababan 30 años de dictadura.

Tras 18 días de protestas pacíficas, los manifestantes, jóvenes como la mayoría del país, estallaron de alegría. Habían completado un desafío épico que ha dejado cientos de muertos y miles de heridos. 'El pueblo ha terminado con el régimen', cantaban cientos de personas en el puente Qasr, camino de la plaza Tahrir.

Hacia allí marchaban cogidos de las manos la doctora Hala, el ingeniero Yiahia y sus dos hijas adolescentes. 'Esperamos un mejor futuro para nuestras hijas. Lo que han hecho estos jóvenes es algo que mi generación nunca se atrevió a hacer', subrayó la doctora. 'Esta revolución nos dará libertad en muchos campos y espero que también sea buena para los derechos de las mujeres en Egipto', decía Hala sin soltar la mano de su hija.

El vicepresidente Suleimán comunica la renuncia del ‘rais’ por televisión

Había familias enteras por todas las calles. Los padres que querían que sus hijos recordaran para siempre la noche de ayer. Les subían a los carros blindados del Ejército y les hacían fotos en los brazos de los soldados. Intentando imitar a otras revoluciones, muchos militares recibían claveles de los ciudadanos para colgarlos en los blindados.

'El pueblo y el Ejército somos uno', gritaban unas veinte personas subidas en uno de los carros blindados a la entrada de Tahrir. Los soldados y los manifestantes se fotografiaban y se abrazaban en escenas llenas de sentimiento. Detrás de su carro de tanqueta, el cabo Alí descansaba sobre una silla de plástico. 'Nos quieren mucho, estoy muy contento por ellos', decía mientras un grupo de adolescentes le reclamaba posar con ellos y la bandera egipcia. 'Creo que la gente no se da cuenta del peligro de la situación en la que estamos. Ahora estamos en manos del Ejército y Mubarak era uno de ellos', advertía Hassem, un publicista de 26 años.

Los coches llegaban con la gente saliendo por las ventanas portando banderas nacionales y cantando consignas patrióticas: 'Estos son los egipcios'. Muchos también lloraban. En las últimas dos semanas se habían acumulado muchas emociones. Era una mezcla de alivio y alegría desbordante. La calle era una locura. Parecía que Egipto acababa de ganar la final del Mundial de fútbol a su peor enemigo.

La noticia desata la euforia entre los millones de egipcios en la calle

'Mubarak nunca podrá descansar tranquilo después de lo que le ha hecho a este país. Hemos pagado un precio muy caro: 300 muertos y 5.000 heridos. Todos los días he llorado por los que han muerto y por los que han tenido que pasar la noche en la plaza', decía Mohamed Badawy, un jubilado que observaba la celebración en la plaza Tahrir. 'En dos meses habremos recuperado el turismo y el domingo la bolsa va a subir hasta el cielo', vaticinaba Badawy. Los fuegos artificiales se mezclaban con disparos al aire. 'Es como una boda gigante', comentó el jubilado cairota.

'No hemos conocido otra cosa, pero peor que antes no puede ser', contaba sonriendo Hiab, un joven abogado que intentaba entrar en la plaza con dos compañeros de trabajo. Hay que recordar que uno de los principales lemas de la revuelta fue 'somos pacíficos' y que los manifestantes padecieron la brutal represión policial los cuatro primeros días y un asalto salvaje de los matones de Mubarak.

Tras salir victoriosos de todas las amenazas, los manifestantes, liderados por los jóvenes que organizaron la protesta en Facebook, fueron creciendo y aumentando su autoestima cada día. El último empujón lo recibieron de forma inesperada cuando Wael Ghonim, un ejecutivo de Google detenido durante 12 días, apareció en televisión y le recordó al país que los culpables de las muertes y la represión eran los que estaban en el poder, y no los manifestantes.

'No hemos conocido otra cosa, pero peor que antes no puede ser'

La renuncia de Mubarak llegó un día después de enfurecer a los manifestantes con un mensaje provocador y altanero en el que anunció que no pensaba dimitir hasta las elecciones presidenciales de septiembre. Pero ayer quedaron muchas dudas por resolver. La principal exigencia de los manifestantes se había cumplido pero no se sabe exactamente quién heredará el poder.

En su línea habitual de los últimos días, el Ejército remitió a los egipcios a sus próximos mensajes pero les dio ciertas garantías. 'No hay alternativa a la legitimidad del pueblo', dijo el portavoz de las Fuerzas Armadas, Ismail Etman.

'Egipto no volverá a ser el mismo. El pueblo egipcio ha dejado claro que no aceptará otra cosa que no sea una verdadera democracia', declaró ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Egipto ha sido en las últimas décadas un aliado estratégico fundamental para Washington.

'Es el día más feliz de mi vida', dijo por su parte Mohamed el Baradei, exdirector del Organismo Internacional de la Energía Atómica y figura reciente de la oposición egipcia. Mensajes similares expresaron ayer otros líderes opositores y los Hermanos Musulmanes. 'Es el día de la victoria para el pueblo egipcio. El principal objetivo se ha cumplido', afirmó Mohamed el-Katatni, portavoz del grupo islamista.

La revuelta popular de los jóvenes que exigían democracia, libertad y el fin de la corrupción masiva logró ayer un triunfo que cambiará el futuro de Egipto y presume consecuencias similares en el mundo árabe

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