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El pueblo contra 'Il Cavaliere'

Las manifestaciones de repudio a Berlusconi anuncian el fin de una época política marcada por los escándalos

D. DEL PINO

Se esperaba que, desde los prados de ese mito inexistente que para la Liga Norte se llama Padania, pudiera caer hecho a pedazos el Gobierno italiano y se pulverizarían los vestigios de otro mito, este sí de carne y hueso, que se llama berlusconismo. Pero Umberto Bossi, tan desconectado de la realidad como el propio Silvio Berlusconi, decidió concederle y concederse la última ronda de cicuta antes de que llegue el fin. Ambos morirán políticamente juntos y no habrá partido que pueda permitirse el lujo de certificar la fecha y la hora del fallecimiento porque ese premio le corresponde al pueblo. Italia, los italianos, han despertado de un letargo insufrible y se han apoderado de las armas a las que ningún político puede escapar: un lápiz, una papeleta, unas urnas y toneladas de esperanza.

El pasado 30 de mayo, Giuliano Pisapia se convirtió en nuevo alcalde de Milán y puso punto final a 17 años de reinado de la derecha berlusconiana en la capital lombarda. Las elecciones municipales fueron el certificado que les faltaba a millones de italianos para creerse que nadie ni nada es invencible. Y lo más importante: que ellos tienen la última palabra y la potestad de elegir su futuro independientemente de la clase política.

El primer ministro acusó a la prensa de izquierda de fomentar su derrota

La sorpresa fue mayúscula porque al pueblo italiano no se le esperaba. Y menos Il Cavaliere, que en lugar de hacer examen de conciencia echó la culpa de la derrota a 'la prensa de izquierdas' y al programa de la cadena de televisión Rai2 Annozero, 'un espacio que hace un uso delictivo de la televisión pública', aseveró el primer ministro. La reacción de Berlusconi fue similar a la de los regímenes totalitarios en plena descomposición. Es obvio que Italia no es una dictadura, pero la libertad de prensa en 2010 cayó al puesto 76, entre India y Bulgaria, según la lista que elabora cada año Freedom House.

Annozero y su conductor, Michele Santoro, fueron ajusticiados el pasado 6 de junio y el presentador se ha visto obligado a dejar la Rai. Aunque en la última emisión mandó un mensaje directo a los oídos del primer ministro: 'Querido Berlusconi, el mundo ha cambiado. Me halaga que piense que el programa puede cambiar un resultado electoral, pero los periodistas sólo tenemos la facultad de adelantar los cambios en la sociedad que los políticos no saben ver'.

Cambios que flotaban en el ambiente desde hace meses y que Berlusconi, carcomido por sus cuatro procesos judiciales, o no ha visto o no ha querido ver. No se puede hablar de una fecha exacta del despertar popular italiano, tan sólo de fogonazos que iban indicando un cambio de rumbo. 'Un viento que sopla fuerte y que viene de abajo', como tantas veces ha repetido la directora del diario L'Unità, Concita de Gregorio.

Hasta la Iglesia, aliada de Berlusconi, se ha sumado al descontento general

El 25 de noviembre del año pasado, los estudiantes tomaron el Coliseo romano, la Torre de Pisa, la Mole Antonelliana de Turín y la Basílica de San Antonio de Padua, contra los recortes de la educación que promulgaba la reforma de la ministra Mariastella Gelmini. Durante semanas colapsaron el centro de Roma manifestándose y asediando el Parlamento y el Senado, y protagonizando asambleas y encierros en las universidades, mientras se organizaban a travésde internet.

La reforma Gelmini, que finalmente fue aprobada, reduce el 90% de las becas de estudios y el profesorado contratado, corta de raíz las subvenciones para los programas de investigación y los doctorados. El Gobierno, con la esperanza de salvar la economía, sepultaba el ya de por sí negro futuro de la juventud italiana: uno de cada tres jóvenes de entre 15 y 25 años no tiene trabajo y siete de cada diez viven en casa de sus padres hasta los 40.

Más de un millón de mujeres protestaron contra la prostitución institucionalizada

En ese momento, el escritor Roberto Saviano presentaba Vieni via con me en Rai3, un programa que llegó a tener 10 millones de espectadores pese a los intentos de censura del Gobierno. Como si fuera una especie de Doctor House, el escritor napolitano fue diagnosticando, con monólogos y listas de diez puntos, todas las enfermedades del país. Bastaron cuatro emisiones para que recuperara la esperanza y la conciencia democrática.

A finales de 2010 estalló el caso Ruby y Berlusconi salvó su Gobierno gracias a tres tránsfugas. Fue la gota que colmó el vaso. Mientras iban cayendo una a una las fechas de los procesos judiciales al primer ministro, más de un millón de mujeres tomaron en febrero las plazas de todo el país, indignadas con la prostitución y el machismo institucionalizados por Il Cavaliere.

Juventud movilizada, conciencia democrática, las mujeres clamando justicia, la censura que hacía aguas y un primer ministro imputado cuatro veces. Berlusconi ya no sabía comunicar, se escudó en videomensajes y ataques a la Magistratura, y sus informativos dejaron de tener audiencia. Hasta la Iglesia se ha sumado al descontento. En pocos meses, los pilares básicos en los que se había sustentado el reality show del berlusconismo se habían desmoronado.

Y mientras se consume en sus últimos coletazos, un ejército de indignados recorre Italia con la creatividad y la sátira por bandera. La campaña por el referéndum del 12 y 13 de junio fue la de la imaginación y las iniciativas a través de las redes sociales, la de las expresiones artísticas en las calles, la de los carteles, la de la complicidad del cambio de ciclo que anunciaron las urnas en Milán y el hilo conductor de una sociedad, de un pueblo, que ha decidido tomar las riendas pese a quien le pese y caiga quien caiga.

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