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Resumen: Varias crisis de refugiados se agravan en 2015, además de la europea

Más de 60 millones de personas se han desplazado a causa de guerras, de persecución o de desastres. Aunque fueron muchas las crisis graves, principalmente en África, Oriente Medio y el sureste asiático, la llegada masiva de refugiados a Europa se convirtió en la más mediatizada.

Dos agentes de la gendarmería turca, junto al cadáver de un niño que formaba parte del grupo de refugiados sirios que naufragaron intentando llegar a la isla de Kos. REUTERS/Nilufer Demir

EFE

MADRID.- La llegada masiva de refugiados a Europa se convirtió este año en la más mediatizada entre múltiples crisis de refugiados que se agravaron este año, principalmente en África, Oriente Medio y el sureste asiático, pero que captaron poca atención internacional.

Si hace tan sólo una década eran 38 millones y 2015 empezó con proyecciones de que llegarían a 55 millones, la realidad es que hoy ya hay más de 60 millones de personas que se han desplazado a causa de guerras, de persecución o de desastres.

Esta cifra incluye desplazados dentro de su propio país, refugiados reconocidos en países de acogida y personas que esperan serlo tras haber presentado una petición de asilo.

Como un agravante de la situación, las oportunidades de repatriación y de reubicación de los refugiados están en caída libre, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), encargada de gestionar su protección en cumplimiento de la Convención sobre los Refugiados de 1951.

Frente a más de un millón de personas que ACNUR ayudó a repatriar en 2005, lo más probable es que en 2015 la cifra no se aleje mucho de los 126.000 refugiados que consiguió repatriar el año pasado y que fue la cifra anual más baja en treinta años.

Una de las razones de tal desfase ha sido el surgimiento en los últimos cinco años de quince nuevos conflictos armados, incluyendo los de Siria, Ucrania, República Centroafricana y Sudán del Sur.

Las guerras civiles en Siria e Irak, agravadas por la intervención del grupo terrorista Estado Islámico, han arrojado en total a más de 15 millones de personas de sus hogares.

Sin embargo, las cifras son igualmente alarmantes en otras partes del mundo que reciben menos atención mediática, como en el este de África -incluido el Cuerno de África- donde hay cerca de ocho millones de refugiados.

En la región de los Grandes Lagos y el centro del continente africano hay otros seis millones que tuvieron que tomar la ruta del éxodo. Por nacionalidades, congoleses y somalís son los más numerosos entre los africanos que viven como refugiados o desplazados internos.

La violencia armada -motivada por razones políticas, étnicas, religiosas o el control de zonas ricas en recursos naturales- ha disparado el número de víctimas de desplazamiento forzado en Yemen, que han superado el millón; Sudán del Sur, con medio millón, y Burundi, con cerca de 200.000.

Otros cientos de miles sufren la misma situación en República Democrática del Congo, Nigeria o República Centroafricana.

La que transcurre en el sudeste de Asia es otra de las crisis que empeoró este año, con más de 94.000 personas que partieron por mar de Bangladesh y Birmania en dirección a Malasia e Indonesia, en su huida de la persecución y la pobreza.

La magnitud de esta tragedia se hizo patente con el descubrimiento el pasado mayo de fosas comunes con cientos de cadáveres de inmigrantes y el desmantelamiento de campamentos clandestinos de las mafias de traficantes de personas en la frontera entre Tailandia y Malasia.

Con un desembarco continúo de inmigrantes y refugiados, la primera reacción de todos los gobiernos de la zona fue remolcar las embarcaciones mar adentro, pero la presión internacional consiguió que Malasia e Indonesia aceptaron acoger temporalmente a 7.000 personas, aunque Tailandia mantuvo su negativa.

Desde mediados de 2015 la atención mundial en relación a la problemática de los refugiados se centró en la inesperada ola de llegadas a Europa, que en cuestión de semanas pasaron de algunas decenas a miles cada día, particularmente por Grecia.

Con cerca de 900.000 llegadas reportadas en lo que va del año, lo más probable es que 2015 termine con cifras sin precedentes muy próximo o superior al millón de refugiados e inmigrantes que han desembarcado en territorio europeo.

La respuesta de la Unión Europea a esta crisis ha sido disonante, con la mayoría de países mostrando una actitud de repliegue, a excepción de Alemania, que optó por una política de puertas abiertas.

Tras muchos esfuerzos, los Veintiocho acordaron un sistema para acoger a 160.000 refugiados, de los cuales hasta ahora se han recibido menos de 200, según fuentes del ACNUR.

Esta crisis también se ha cobrado numerosas víctimas en naufragios en el Mediterráneo, en las que fallecieron cerca de 3.600 personas, frente a unas 5.000 inmigrantes muertos en su travesía en todo el mundo, de acuerdo a los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Los Balcanes, una inesperada puerta de entrada de refugiados a Europa

Más de 850.000 personas de Oriente Medio y África han entrado en Europa en 2015 huyendo de la guerra y la miseria. La novedad: la inmensa mayoría no ha llegado por Italia tras cruzar el Mediterráneo, sino a pie por la llamada "ruta de los Balcanes", después de alcanzar las costas griegas.

La odisea comienza en las playas turcas del mar Egeo, desde donde parten hacia a las cercanas islas griegas a bordo de abarrotadas lanchas neumáticas.

De los 712.000 refugiados que llegaron a Grecia hasta finales de noviembre, más de la mitad lo hizo a través de la diminuta isla de Lesbos.

En su desesperado intento por alcanzar Europa, casi 3.600 personas han muerto ahogadas.

Un grupo de refugiados celebra que ha llegado a las costas de Lesbos, Grecia, a bordo de una balsa neumática.- JAVI JULIO / NERVIO FOTO

Un grupo de refugiados celebra que ha llegado a las costas de Lesbos, Grecia, a bordo de una balsa neumática.- JAVI JULIO / NERVIO FOTO

El corredor balcánico hacia el norte de Europa es considerado mucho menos peligroso por los refugiados que una travesía en barco a Italia desde Libia, país sumido en el caos tras el derrocamiento de Muamar el Gadafi en 2011.

Desde Grecia, la ruta sigue hacia Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia hasta llegar a los destinos favoritos de los refugiados, como Austria, Alemania y los países escandinavos.

Sirios, iraquíes y afganos son mayoría en el camino, desesperados por empezar una nueva vida en un lugar seguro.

Desde mediados de noviembre, los países balcánicos solo permiten seguir viaje a los ciudadanos de esos tres países, al entender que el resto son "emigrantes económicos", lo que critican la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

En su viaje los refugiados se enfrentan a numerosos obstáculos, a largas esperas a la intemperie, al frío y la lluvia, a interminables caminatas y viajes en tren y autobús, al miedo a contrabandistas y estafadores que solo ven en ellos una fuente de dinero y a la no siempre acogedora actitud de la Policía.

Ni los niños ni las mujeres embarazadas ni los ancianos se libran de esas penalidades, mientras que las ONG y los voluntarios locales intentan paliar la escasa ayuda de las autoridades.

"No hemos dejado nuestro país porque queramos. Allí no se puede vivir. Nadie quiere ser refugiado, ser extranjero en una tierra que no es nuestra", explica a Efe Anas, un joven de 25 años de la ciudad siria de Homs cerca de un albergue para refugiados habilitado en la antigua redacción de un diario en el centro de Viena.

"Los ancianos son los que peor lo pasan, el miedo y el cansancio los llevan en el rostro", agrega, contento de haber llegado a Viena, donde quiere trabajar como informático.

En cada frontera los refugiados deben esperar a ser registrados por unas autoridades a menudo desbordadas por una situación que nadie preveía hace apenas un año.

Los países balcánicos tenían escasas solicitudes de asilo en los años anteriores, mientras que en 2015 son decenas de miles las peticiones, procedentes en su mayoría de Siria, inmersa en una guerra civil desde hace más de cuatro años.

Un policía montado lidera un grupo de refugiados cerca Dobova, Eslovenia.- REUTERS / Srdjan Zivulovic

Un policía montado lidera un grupo de refugiados cerca Dobova, Eslovenia.- REUTERS / Srdjan Zivulovic

La afluencia masiva ha dividido a la Unión Europea (UE), con la canciller alemana, Angela Merkel, defendiendo que el bloque debe cumplir sus compromisos de asilo.

Mientras, otros líderes, como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha criminalizado a los refugiados, a quienes define como meros "inmigrantes económicos".

Orbán fue pionero en el uso de las vallas limítrofes como respuesta a la actual oleada de asilados. A mediados de septiembre Hungría cerró su frontera con Serbia y, en octubre, la de Croacia.

Desde entonces las cifra de llegadas ha caído en picado, desde más de 5.000 por día hasta menos de diez personas.

ACNUR y numerosas ONG acusan a Hungría de no respetar el derecho de asilo, ya que la mayoría de las escasas peticiones que llegan ahora son rechazadas.

Otros países como Eslovenia, Austria y Macedonia han decidido también levantar vallas en la ruta, aunque matizan que no será para cerrar la puerta a los refugiados, sino para regular su flujo.

La llegada de miles de refugiados a los Balcanes y la falta de una respuesta común europea han generado asimismo fricciones regionales, donde las heridas por las guerras de desintegración de la antigua Yugoslavia aún no están cicatrizadas.

Tras los atentados de París del 13 de noviembre, en los que murieron 130 personas, algunos países como Polonia y Eslovaquia han decidido no aceptar a refugiados dentro del plan europeo de reubicación.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha pedido en repetidas ocasiones evitar poner "en pie de igualdad a emigrantes, solicitantes de asilo, refugiados y terroristas".

Aunque los atacantes de París eran ciudadanos europeos, las huellas de dos de los suicidas coinciden con las de dos personas registradas como refugiados en la isla de Leros.

La guerra siria se internacionaliza y agrava la crisis de refugiados

El conflicto sirio se ha internacionalizado aún más durante este año, con la irrupción de la aviación de Rusia para apoyar a las fuerzas del régimen de Bachar al Asad que combaten a una miríada de grupos armados respaldados por diversos Estados.

Actualmente, surcan los cielos sirios aviones del Ejército nacional, rusos y de varios países, entre ellos EEUU y Francia, integrados en una coalición contra el grupo terrorista Estado Islámico (EI).

El último en sumarse a los bombardeos ha sido Moscú, que decidió intervenir a finales de septiembre al estrecharse el cerco de la oposición en torno a Damasco y peligrar el feudo costero gubernamental de Latakia debido a los recientes avances del Frente al Nusra, filial siria de Al Qaeda, y de sus aliados en regiones vecinas.

Un hombre camina hace unos días por Alepo tras los bombardeos de Rusia y Siria. REUTERS/Hosam Katan

Un hombre camina hace unos días por Alepo tras los bombardeos de Rusia y Siria. REUTERS/Hosam Katan

Precisamente, aviones de Rusia protagonizaron en noviembre uno de los más graves incidentes en décadas con un Estado miembro de la OTAN, Turquía, cuando un aparato ruso fue derribado por la fuerza aérea turca y cayó sobre el territorio sirio.

Queda por ver si la intervención de Rusia en la contienda siria supondrá un cambio del equilibrio de fuerzas y si tendrá alguna implicación en el proceso político para hallar una solución pacífica al conflicto.

Por el momento, los principales actores internacionales involucrados en la guerra siria, incluido Irán -aliado del Gobierno de Damasco-, acordaron recientemente en Viena una hoja de ruta para encontrar una salida al conflicto, y ahora hay esfuerzos para que el régimen y la oposición se sienten a negociar.

Mientras, sobre el terreno, Siria es escenario de una espiral de violencia, que en 2015 ha superado el cuarto de millón de fallecidos y que parece difícil de detener por su complejidad, ya que no son solo combatientes sirios los que se baten.

Junto al Ejército, hay milicianos iraníes, afganos, libaneses y chiíes de distintas nacionalidades que respaldan a las autoridades frente a un cóctel de guerrilleros que van desde chechenos hasta chinos, pasando por estadounidenses, australianos, africanos y árabes, entre otros, que luchan con varias facciones.

El régimen mantiene sus bastiones en Damasco y en provincias costeras como Latakia y Tartús, así como en Sueida, en el sur, y trata de defender el territorio que le queda en Homs, Deraa, Al Quneitra, Alepo, Al Hasaka, Deir al Zur y Hama.

El resto se lo reparten distintos grupos armados, entre los que destacan el EI y el Frente Al Nusra.

Durante este año, la filial de Al Qaeda y sus aliados han arrebatado a las autoridades sirias el control casi total de la provincia septentrional de Idleb y se han hecho con el norte de Hama, que son precisamente dos de las regiones más castigadas por la aviación rusa, según la oposición y activistas.

Mientras, el EI que domina zonas del norte y el centro de Siria, además de estar presente en el sur, ha tomado en 2015 parte del campo de refugiados palestinos de Al Yarmuk, a solo 5 kilómetros del centro de Damasco, y el este de la provincia central de Homs.

Este último avance ha sido importante para la organización, ya que la mitad oriental de Homs es fronteriza con la provincia iraquí de Al Anbar.

Esta zona es también importante por su simbolismo, ya que en ella se ubica la ciudad monumental de Palmira, cuyas ruinas grecorromanas están en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.

No obstante, frente a estos logros, los yihadistas han retrocedido en el norte de Alepo, donde a principios de año perdieron el enclave kurdo de Kobani tras ser derrotados por las Unidades de Protección del Pueblo, la más importante milicia kurdosiria, apoyada por los aviones de la coalición internacional.

También se han replegado en la provincia nororiental de Al Hasaka, donde lanzaron una ofensiva en febrero en la que conquistaron varias localidades de mayoría asiria -un grupo étnico de credo cristiano- y secuestraron más de 200 vecinos, aunque en los últimos meses ha reculado frente a las fuerzas kurdas.

En su feudo principal en Siria, la provincia de Al Raqa, el EI ha perdido frente a los efectivos kurdos áreas del norte, como Tel Abiad, fronteriza con Turquía y por donde entraban los suministros para la capital homónima provincial, en poder de los radicales.

La lucha sigue en el país árabe y con ella la tragedia de miles de civiles, que se traduce no solo en los más de 250.000 muertos, sino también en los millones de refugiados que han abandonado Siria y que protagonizaron, junto a personas de otras nacionalidades, la mayor oleada de desplazados a Europa de este siglo.

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