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Transparencia y política tras el escándalo en Reino Unido

En mayo de 2008 estalló el mayor escándalo que se recuerda en el Parlamento a causa de las dietas y sueldos de los diputados

DANIEL DEL PINO

Todo empezó con la publicación en un diario de dos facturas de la ex ministra de Interior británica, Jacqui Smith. Había pasado a la oficina de cuentas del Parlamento como dietas relacionadas con su actividad de diputada el pago de la conexión a Internet de su casa y la visualización de dos películas porno en un hotel.

Entonces comenzó a circular el temor de que alguien se hubiera hecho con todas las cuentas del Parlamento y estuviera dispuesto a venderlo al mejor postor. 

En realidad, la Ley de libertad de información británica permitía el acceso a las cuentas, aunque el Gobierno se había empeñado en poner todas las trabas posibles a su publicación. Gordon Brown prometió al sustituir a Tony Blair al frente del laborismo publicar todos los datos en Internet.

Aunque el Parlamento consiguió paralizar la propuesta por miedo a que parte de su información privada fuera publicada. Reclamando su derecho a acceder a la base de datos, la periodista Heather Brooke del diario The Guardian llevaba intentándolo yendo de juzgado en juzgado desde 2004 cuando hizo su primera solicitud.

Pero llegó tarde. En mayo de 2008 The Daily Telegraph se hizo con los discos que contenían todas las cuentas de los diputados de los últimos cuatro años.  

La información era tan potente que hasta el primer ministro, Gordon Brown, se veía salpicado: el contribuyente estaba pagando sus limpiezas de moqueta y a la empleada de la limpieza de su hermana.

Dimisiones obligadas

El periódico fue desgajando durante cerca de tres meses factura a factura un sistema que permitía los excesos de sus políticos de manera institucionalizada, aceptada y por todos conocida.

Dimitió hasta el presidente del Parlamento por pagar los taxis de su mujer con dinero público  Las reclamaciones eran de todo tipo: desde una televisión de plasma gigante, hasta una casa para patos, pasando por la comida del perro, un consultor para hacer la declaración de la renta o una cancha de tenis.

Dimitió hasta el presidente del Parlamento por pagar los taxis de su mujer con dinero público Prácticamente ningún político respetaba las reglas que estaban escritas en el denominado Libro verde, una especie de guía del buen diputado que se da a todos los que llegan a Westminster.

Brown, Cameron, Nick Clegg y hasta el ministro de Economía, Alistair Darling, que pagó al consultor que le hacía la declaración de la renta con dinero público, quedaron retratados.

Hasta siete ministros renunciaron a sus escaños en la siguiente legislatura y el presidente del Parlamento, Michael Martin, tuvo que presentar su dimisión por haber pagado con dinero público los viajes de su mujer en taxi desde las afueras de Londres a la capital para ir de compras.

Todo esto inmersos en la mayor crisis financiera desde la gran depresión hicieron que la política fuera vista por el electorado británico como un club de ricos que estaban alejados de la vida real. Aunque las prácticas más graves se cometían con las segundas viviendas de los diputados.

Renovar la Cámara

Los diputados del Parlamento británico son elegidos en sus circunscripciones. Allí, según las reglas del Parlamento, tenían derecho a tener una oficina y una residencia, que se consideraba como habitual.

Después, como resultado de su trabajo en Londres, también tenían derecho a una segunda vivienda en la capital y a reclamar los gastos derivados de sus estancias allí durante las sesiones parlamentarias.

Algunos se dedicaron a hacer negocio con esta norma comprando y revendiendo viviendas y pasando la factura de las hipotecas al Parlamento como dietas.

Hoy la web de Westminster publica las cuentas de todos los diputados en tiempo real  Hoy la web de Westminster publica las cuentas de todos los diputados en tiempo real La situación era insostenible y todos los partidos llegaron a la conclusión de que para limpiar la reputación del Parlamento era necesario revolucionar el sistema, de manera que todos los ciudadanos tuvieran el derecho a acceder a las cuentas de sus representantes en tiempo real y en Internet.

La primera criba llegó con las elecciones, que dieron la victoria a la coalición entre Cameron y Clegg y abrieron paso a una regeneración de los escaños. Antes se obligó a los diputados a devolver el dinero que habían reclamado como dietas de manera injustificable y se sancionó a los reincidentes. También hubo muchas dimisiones.

Trasparencia on line

Se cambiaron las reglas. La mayor parte del sistema. Desde lo que respecta a las segundas viviendas hasta la obligación de todos los diputados de desplazarse en clase turista a Londres.

Pero la sensación de transparencia se amplificó con la publicación de los gastos. Hoy, la web de Westminster recoge todas las cuentas de los diputados en una base de datos de fácil acceso para cualquier ciudadano. Basta con meter el código postal de su circunscripción para comprobar en qué y cuánto dinero gasta su representante en el Parlamento.

Obviamente, después del escándalo, tendrán que pasar muchos años para que los políticos británicos se libren del estigma. Pero es un paso adelante.

Esto no quiere decir que en España se lleven a cabo prácticas como las que se destaparon en Londres hace dos años. Aunque la transparencia, la publicación de las cuentas, parece el único modo para que los ciudadanos confíen en que su dinero se emplea de la manera adecuada.  

 

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