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Los ultraortodoxos judíos imponen su ley en Jerusalén

Ninguno de los tres principales partidos israelíes concurre a las municipales de la Ciudad Santa. Es muy probable que de las urnas salga esta vez un alcalde no ultraortodoxo aunque la mayoría del Consistorio será claramente religio

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Programa para detener a los ultraortodoxos en Jerusalén'. Así reza el título de uno de los panfletos que estos días aparece en los periódicos israelíes. Lo firma el partido liberal Meretz, empeñado en vano en cambiar la faz de la ciudad santa.

El alcalde saliente, Uri Lupoliansky, ultraortodoxo, no se presenta a las elecciones municipales del día 11 pero sí que lo hace otro correligionario, Meir Porush, que es el segundo favorito. Es muy probable que de las urnas salga esta vez un alcalde no ultraortodoxo aunque la mayoría del Consistorio será claramente religiosa.

La situación de los laicos en Jerusalén es tan desesperada que ninguno de los tres principales partidos del país Kadima, el Likud y los laboristas se ha molestado en presentar un candidato para alcalde.

'La decadencia de Jerusalén se produce porque la población laica, educada y de cierto nivel socioeconómico, se marcha. No podemos luchar contra la demografía. Los ultra-ortodoxos y los árabes se reproducen más y no hay duda de que dentro de diez años Jerusalén será más pobre. Nosotros consideraremos un éxito repetir nuestros tres ediles', cuenta Meir Margalit, número dos de la lista de Meretz.

Sin fotos de mujeres

Los autobuses recorren la ciudad de un lado a otro con paneles que contienen las fotos y los lemas de la campaña. Existe, sin embargo, peculiaridad. No hay ningún cartel con fotos de mujeres, aunque varias féminas son candidatas a concejal en las listas laicas.

La compañía Egged, que es privada pero sobrevive gracias a fuertes subvenciones públicas, no permite que los carteles contengan fotos de mujeres para no herir la sensibilidad de los religiosos y provocar un boicot generalizado de los autobuses. El Gobierno, que no quiere problemas, mira a otro lado, y otro tanto hacen los grandes partidos políticos.

'Por supuesto, me preocupa que a nadie le importe Jerusalén. La ciudad está en decadencia y nadie quiere ayudarla. Los presupuestos son mínimos, si se les compara con los de otras ciudades del país. Hay un gran contraste entre la grandilocuencia del discurso nacional sobre Jerusalén y la realidad cotidiana', se lamenta Margalit.

Quince grupos aspiran a los 30 escaños en disputa del Consistorio. Algo más de medio millón de electores tienen derecho a voto entre una población de 740.000, pero los palestinos la tercera parte de la población de la ciudad no presentan candidatos y una vez más se abstendrán en unas elecciones que consideran ilegítimas.

Los principales candidatos a alcalde son Meir Porush, del partido Judaísmo del Pentateuco Unido, y, sobre todo, Nir Barakat, un político independiente de derechas de 49 años que hasta ahora ha liderado la oposición.

Candidato millonario ruso

Con menos posibilidades concurre Arkady Gaydamak, un millonario de origen ruso que hizo fortuna con el tráfico de armas en África y a quien desde hace años busca en vano la justicia francesa. Su lema es 'Gaydamak no habla, hace', en alusión a que, aunque no sabe hablar hebreo, está dispuesto a cambiar el paisaje local.

Lo lógico, según los analistas, es que Porush, de 54 años, no obtenga la alcaldía debido a la abstención de muchos religiosos. Una de las principales sectas ultra-ortodoxas, Gur, ha decidido abstenerse debido a rencillas personales con el candidato de Judaísmo del Pentateuco Unido. Si se consuma la abstención, Barakat podría convertirse en alcalde.

La decadencia de Jerusalén se aprecia en las estadísticas. La ciudad, por ejemplo, invierte sólo 800 euros anuales por cada niño, mientras que Tel Aviv multiplica por tres esa cantidad.

Cientos de jóvenes laicos se van cada año de Jerusalén cuando terminan sus estudios, la inmensa mayoría a Tel Aviv, una auténtica burbuja que atrae como un imán a los laicos de todo el país, pero que tampoco es inmune a la ofensiva religiosa.

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