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Viaje al epicentro de la devastación en Nepal

En Sindhupalchok, una de las áreas más afectadas por el terremoto, el 90% de las casas están derrumbadas y se registran 2.071 muertes. El difícil acceso dificulta los rescates.

Imagen aérea de Sindhupalchok, con la mayor parte de sus casas derrumbadas. REUTERS

ELENA DEL ESTAL

KATMANDÚ (NEPAL).- En el distrito de Sindhupalchok, una de las áreas más afectadas por el terremoto, el 90% de las casas están derrumbadas  y hasta la fecha se han registrado 2.071 fallecidos. El difícil acceso a la población dificulta los rescates y la llegada de ayuda humanitaria.

El camino que lleva de Katmandú al distrito de Sindhupalchock muestra los efectos que deja un terremoto de una magnitud de 7.9 como el que sufrió Nepal hace poco más de una semana. Junto a la carretera, los edificios caídos, algunos con formas inimaginables, se suceden unos a otros. Las hileras de gente que duerme en improvisadas tiendas de campaña, fabricadas con palos y lonas de plástico, es una imagen que se repite a lo largo de las cuatro horas de trayecto que hay entre la ciudad de Chautara y la capital del país.


En Sindhupalchok, una de las áreas más severamente afectadas por el terremoto, la población habita en pequeñas aldeas: casas desperdigadas por las laderas de las montañas; zonas de muy difícil acceso que dificultan el reparto de ayuda humanitaria y la llegada de equipos de rescate.

Según datos facilitados por la Policía del Distrito, 2.071 muertes han sido registradas en este área del este del país, y la Oficina para la Coordinación de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés), estima que hasta el 90% de las viviendas están colapsadas. Sobre personas desaparecidas aun no existe un recuento oficial.

El ejército de Nepal, activo en la zona desde el día siguiente a la
catástrofe, ha desplegado 700 soldados en el área. “Pero nuestros
recursos son limitados”, confiesa el Capitán Pronut Rawal. Carecen de perros de búsqueda y de material especializado. Por eso es necesaria la intervención de equipos de rescate internacionales como Bomberos Sin Fronteras, una ONG española que lleva desplegada en la zona desde el martes.

La búsqueda

En la aldea de Nepane hay dos niñas desaparecidas. Sus familiares
sospechan que quedaron atrapadas cerca de sus casas, pero nadie las ha encontrado todavía. Urco y Kron, los dos perros de búsqueda de Bomberos Sin Fronteras, están preparados para peinar la zona: una extensión de unas seis viviendas, completamente derruidas. “Las niñas estaban jugando fuera de la casa. La última vez que las vimos fue diez minutos antes del terremoto”, informan los familiares.

Por turnos, y ante la atenta mirada de los aldeanos, los perros hacen su trabajo. “Estos animales están entrenados para encontrar a gente viva, pero puede que, si hay algún cadáver, hagan algún gesto diferente”, explica Antonio, uno de los dos guías caninos.

Y así ocurre. Ambos perros reaccionan “diferente” al pasar por el mismo tramo en el que antes había una casa y ahora sólo se pueden diferenciar restos de madera y ladrillos rotos. Las dudas se siguen disipando ante la nueva información aportada por el Capitán Rawal: “Hemos removido los escombros en algunas partes, pero el tramo que señalan los perros está sin tocar.”

Los rescatadores no pueden determinar que Asmi o Anusha, de 4 y 7 años respectivamente, estén muertas. De lo que están seguras es de que vivas no están. “Los perros, si hay alguien vivo, lo marcan. Están muy bien entrenados”, continúa Antonio.

La familia de ambas niñas está presente durante la búsqueda. No hay lágrimas, pero una profunda tristeza se ve reflejada en las caras de cada uno de los padres. Ninguno de los dos estaba en la aldea cuando ocurrió el terremoto. Sunil Tamang, padre de Asmi, estaba trabajando en Qatar. Lokindra Tamang, padre de Anusha, en Katmandu. Ambos vinieron lo más rápido que pudieron a Nepane tras el terremoto para reunirse con los suyos.

Ayuda humanitaria
Sunita recorre el camino de tierra y piedras en el que se convierte el único acceso para llegar hasta su casa llevando en brazos a su hijo de apenas un año. “Mi familia está bien aunque nuestra casa está medio derruida. Lo que nos falta es comida”.

Es la misma preocupación que ronda por la cabeza de Tej Bahadur Thapa, un hombre de mediana edad cuyas cabras quedaron atrapadas bajo su casa. Una pila de escombros cubren lo que hasta ahora era su sustento y el de su familia.

“Tienen miedo de una crisis alimentaria”, explica un joven que
voluntariamente reparte sacos de comida por la zona, poniendo palabras técnicas al sentimiento generalizado. Según Naciones Unidas, de los 8.1 millones de personas afectadas por el terremoto, 1,4 millones necesitan asistencia alimenticia.

En el trayecto entre Sindhupalchok y Katmandú sigue habiendo casas caídas, y la gente sigue durmiendo en la calle, pero en los dos días que separan el viaje de ida del de vuelta hay algo que ha aumentado su presencia: los camiones y furgonetas que salen desde la capital cargados de sacos de comida y de mantas y que recorren las serpenteantes carreteras en dirección a las zonas más afectadas del este del país.

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