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La victoria de los separatistas en Flandes asusta a los francófonos

El ganador de las elecciones, De Wever, exige una reforma del Estado para entrar en el Gobierno

DANIEL BASTEIRO

Mientras la prensa flamenca aupaba ayer a su nuevo líder político, encumbrado al nivel de César por el diario De Morgen, sus vecinos francófonos del sur amanecieron con la certeza de que su voto masivo al Partido Socialista, contrario al separatismo, no les ahorrará disgustos de cara a la histórica reforma del Estado que se avecina.

Los francófonos, hegemónicos en la región de Valonia y mayoritarios en la de Bruselas, son los que más tienen que perder con la victoria indiscutible de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA) de Bart de Wever el domingo. Son menos en número y su situación económica es menos pujante que la de Flandes, de donde salen buena parte de los recursos que apuntalan el Estado federal.

El rey Alberto II comenzó ayer las consultas con los líderes de los partidos para el proceso de formar gobierno, al recibir a de Wever y el socialista valón Elio di Rupo. El líder del N-VA está dispuesto a ceder el puesto de primer ministro a un francófono pero advirtió a los partidos valones de que 'tendrán que atenerse a las consecuencias' si maniobran para dejar fuera del Gobierno al N-VA. De Wever no tiene prisa y dice que se tomará el verano para evaluar la situación. Bélgica toma el relevo de España en la presidencia de la Unión Europea en julio.

La principal demanda de los nacionalistas flamencos es la reforma del Estado que debe dotar de más independencia a las regiones y solucionar el eterno problema de los derechos lingüísticos y electorales de la periferia de Bruselas, situada en territorio flamenco pero con un gran número de francófonos.

'El nuevo rey escogido por Flandes —ironizó Le Soir, el primer diario en francés del país— no puede inspirar confianza a los francófonos aunque sea un vencedor totalmente democrático'. Las acusaciones del resto de periódicos se ahorraron la diplomacia y presentaron a 'Bélgica como rehén del nacionalismo de De Wever', según el amarillo La Dernière Heure. 'No nos aplastará', tituló La Capitale, diario local bruselense.

El pesimismo francófono no recuerda, sin embargo, que Bélgica es casi un país ingobernable por el fracaso del actual modelo institucional, remendado en sucesivas reformas constitucionales que no han logrado la convivencia pacífica. Además, el ascenso de la N-VA se produce en un paisaje político muy fragmentado que deja poco espacio a imposición alguna.

De Wever ha logrado que su partido, fundado en 2001, lograse en los comicios del domingo una clara primera posición, pero siete de cada diez flamencos votaron por otra formación política. Algunos de ellos de perfil nacionalista, pero menos afilado. Los socialistas francófonos, los otros vencedores de la noche electoral, guardaron ayer silencio y limitaron al máximo sus dudas sobre el viraje de Flandes.

El líder socialista Di Rupo parte con ventaja para convertirse en primer ministro por la negativa expresa de De Wever a que su partido, que no cree en el Gobierno federal, asuma su dirección. El regalo a los francófonos, que no han ocupado la jefatura del Gobierno en más de tres décadas, podría estar envenenado. Los valones tendrán que pagar por ocupar la jefatura del Gobierno con concesiones en el marco institucional.

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