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¿Qué pasará si la población sigue envejeciendo?

ANTONIO ABELLÁN Y CLARA CORTINA (INVESTIGADORES DEL CSIC)

El envejecimiento demográfico es un cambio en la estructura de edad de una población, consistente en un aumento de la proporción de personas de 65 y más años (umbral arbitrario pero aceptado) respecto del conjunto. En España, esta cifra alcanza ahora el 17%. Las proyecciones avisan de que a mediados de siglo, una de cada tres personas superará ese umbral. La causa de este proceso es doble; una menor fecundidad disminuye la cifra de niños y aumenta el peso relativo de los mayores; y una menor mortalidad lleva a más personas de cada cohorte a ese umbral, nueve de cada diez nacidos, cuando a principios del siglo XX no llegaban ni tres. Se ha producido, por tanto, una democratización de la supervivencia. Además, los que llegan viven más tiempo. Se han ganado años a la muerte. En definitiva, más gente en la vejez, viviendo más años, tiene consecuencias demográficas en el ámbito individual, social y en el sistema de protección social.

Los científicos no han dicho la última palabra sobre si se vive más porque se vive mejor, o se vive más porque las enfermedades ya no matan como antes, gracias entre otros factores al avance médico. Está claro que cuando se envejece, las tasas de morbilidad y discapacidad aumentan considerablemente. Si la edad de aparición de enfermedades y el inicio de la discapacidad se retrasan hacia el momento de la muerte, se vive mejor y se habrán ganado años en buena salud.

Se ha democratizado la supervivencia, nueve de cada diez nacidos llegan al umbral de la vejez

Pero en cualquier caso una parte del tiempo ganado se vive con mala salud. Hemos cambiado mortalidad por morbilidad, que suele ir asociada a enfermedades crónicas y degenerativas. La mala salud también se relaciona con problemas de discapacidad, que muchas veces deriva en dependencia: el envejecimiento supone la emergencia de los cuidados de larga duración.

Aumenta el número de generaciones de la misma familia viviendo a la vez. Los actuales mayores tuvieron muchos hijos, pertenecientes a la generación del baby boom (los nacidos entre 1957 y 1977), que han sido un pilar del cuidado. Pero debido al menor tamaño medio familiar (consecuencia de una baja fecundidad), un incremento de divorcios y de familias sin hijos, se debilita el potencial de cuidado familiar para futuros dependientes, a la vez que aumenta la carga para las personas que cuidan, mayoritariamente mujeres de edad intermedia. Por otra parte, una mayor convivencia y contacto intergeneracional permite más relaciones verticales dentro de la familia, abuelos-padres-hijos, una mayor cooperación, más oportunidades y mayores transferencias intergeneracionales. Destaca el hecho de ver abuelos en papeles tradicionales femeninos, como en el cuidado de nietos.

El envejecimiento de la población obliga a ser eficientes y equitativos en el reparto de beneficios sociales

El horizonte cronológico de cada individuo se ha extendido. Ello ha permitido repartir tiempos a lo largo del curso de la vida; de hecho, los jóvenes pueden pasar más tiempo formándose; los mayores disponen de más tiempo para actividades, nuevas y viejas; y es razonable repartir algo de los años ganados entre los adultos, por ejemplo, ampliando su vida laboral.

Vidas más largas suponen un éxito del progreso, pero requieren financiación. Hasta ahora, contribuciones del trabajo e impuestos han mantenido nuestro sistema de protección social. El envejecimiento tensiona el equilibrio del sistema al aumentar notablemente el gasto en los importantes capítulos de pensiones, sanidad y dependencia, aunque el gasto sanitario tiene otras razones para su incremento. El envejecimiento, por ser una tendencia de fondo y de duración ilimitada, requiere un sistema de protección estable; pero si coincide con una crisis de empleo, la presión es insostenible, se magnifican las consecuencias negativas. Esto exige tomar medidas que hagan desaparecer las tensiones: políticas de empleo, mayor productividad por trabajador, pero también requiere a corto plazo o bien revisar la cartera de servicios (qué protegemos y qué deberíamos proteger), o bien incrementar los ingresos del sistema. El envejecimiento de la población obliga a ser eficientes y equitativos en el reparto de beneficios sociales.

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