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Habrá más esplendor en la hierba

JORGE OTERO

"Si nos caemos es porque así aprendemos a levantarnos". Nada más terminar la tanda de penaltis de la final de la Champions entre el Real Madrid y el Atlético, le repites esta frase que oíste en una película de Batman a tu hija de nueve años, que llora por la derrota de su equipo, mientras su hermano mellizo, con la camiseta del Madrid, celebra con la naturalidad del campeón la victoria del suyo (cómo siento que seas madridista, hijo mío, aunque me alegro por ti). Como eso no parece ser suficiente consuelo, le dices a tu hija que sólo es fútbol, que hay cosas mucho más importantes en la vida.

"Sólo es fútbol", te dices también a ti mismo, pero apagas el ordenador, la televisión y la radio porque quieres aislarte del mundo, quitarte de encima esa incómoda sensación de desasosiego, olvidar, pensar en otra cosa, en cualquier cosa. Intentas leer un rato, luego intentas ver un capítulo de The Big Bang Theory, pero las tonterías de Sheldon Cooper ya no te hacen gracia: tu cabeza vuelve constantemente al partido y piensas en lo injusto y desagradecido que es a veces el fútbol.

Te metes en la cama y te cuesta dormir. Pero al día siguiente tu hija te despierta cantando el himno del Atlético y te pide que le hagas el desayuno. La miras y está como siempre: contenta, llena de energía, discutiendo con su hermano, llamando a su abuela para contarle que al día siguiente se va de excursión con el colegio. Te das cuenta entonces de que ya es otro día y que todo empieza de nuevo. El desaliento queda atrás. Abres twitter y ves que sois legión los que sentís orgullo por un equipo que ha caído con grandeza y que, seguro, va a volver a levantarse. Lees al gran Juan Tallón, que le pone un poco más de lirismo al asunto, y te vienes arriba cuando escribe que al Atlético le espera más esplendor en la hierba (te gusta tanto esta última frase que decides titular así tu columna). Te das cuenta también de que no hay razón para que renuncies a la felicidad absurda y fútil de ver a tu equipo ganar un día la Champions.

Recuerdas entonces otra película, Toro Salvaje, y esa mítica escena en la que Robert de Niro, que interpreta al boxeador Jake La Motta, recibe una paliza de espanto en un combate contra su gran rival, Sugar Ray Robinson. El alud de golpes es tan brutal que todo el mundo le dice a De Niro/La Motta que se tire al suelo, pero él se niega. Finalmente pierde el combate, pero su rival no le ha noqueado. Se acerca a él y con la cara deformada por los golpes y el pecho henchido por el orgullo le dice en tono desafiante: "Eh, Ray, yo no me he caído. No me has derribado, Ray". Pues eso, el Atlético sigue en pie. Y de repente te asalta la certeza de que más pronto que tarde tu hija verá a su equipo, a tu equipo, levantar la Copa de Europa.