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Hidro-colonialismo y la crisis de agua en Oriente Próximo

Ubicada entre el Golfo Pérsico, Tigres-Éufrates y el Río Jordán, la región de Oriente Próximo destaca por sus tierras áridas que viene marcando, desde hace miles de años, el carácter de sus gentes, sus culturas y tradiciones y también sus políticas y religiones. Fue en Irán, donde se acuñó el concepto dualista de las contradicciones complementarias en la lucha eterna entre el Dios y el demonio, entre el Bien (que incluye la generosidad, la prosperidad y la abundancia) y el Mal (sinónimo de calamidades naturales), del Paraíso, del término persa Pardis (Jardín), con abundantes ríos y alimentos, y también un infierno que en el credo mazdeísta hacía referencia a un lugar oscuro y frío.

Fue milenios después cuando los judíos y luego los musulmanes, tras adoptar dichos preceptos, se quedaron con la tierra de bienestar y abundancia, el Paraíso, mientras llamaron Gehena al infierno y lo imaginaron caluroso y con una gran hoguera donde se torturaba a los disidentes.

La escasez de lluvia también es el motivo por el que los zoroastrianos, en vez de enterrar a sus muertos, los dejaban en las Torres silenciados, en la cima de las montañas, para no contaminar las aguas subterráneas. En Irán se inventó Qanat (“canal”, red conectada de pozos de agua) y encargaron a una diosa, la Anahita (Anaís en griego), que protegiera las aguas puras.

En las tierras secas de Babilonia, de ganaderos y comerciantes, el poder político-religioso lo ostentaban los varones que hacían de “pastor para el pueblo-rebaño” y el acceso a abundantes piedras sugirió sepultar a golpe de piedras a quienes se oponían a la ley (a falta de árboles para colgarles). Fue también en esta región donde se formó lo que Marx llama “el modo de producción asiático”, gestionado por poderosos hombres cuya principal tarea era observar la distribución del agua.

La batalla por el Oro Azul

Oriente Próximo, con el 5% de la población mundial, sólo tiene el 2% de las reservas de agua. En Arabia no hay ríos fijos y Kuwait es un país sin lagos. La crisis del agua, que no es mundial, sino regional, y que sufren los menos pudientes, sin llegar a convertirse en una “guerra de agua”, ya está causando graves tensiones sociales: la sequía que en 2010 destruyó la vida de 1,3 millones de sirios en Al Raqa, Al Hasakeh y Deir Ezor ha sido uno de los factores de actual conflicto del país.

En Irak, esta tierra que dio a luz a la primera civilización humana conocida justo por tener en sus entrañas a los gemelos Tigris y Éufrates, hoy muere de sed y de destrucción: todos los ríos que corren por sus venas nacen en Irán o en Turquía, y aquellos ríos ya no le han sido robados.

Ya en 1975, la disputa entre Irán e Irak por el agua del río fronterizo Arvandrud (Shatt al-Arab, para los árabes), de 200 kilómetros de longitud, terminó con la firma del Acuerdo de Argelia y “un histórico triunfo” para El Sha, que pudo imponer el “principio de talweg” ( la línea que une los puntos de menor altura en el cauce de un río) para repartirlo beneficiando a Irán. Cinco años después, y aprovechando la caída de aquel “Gendarme del Golfo Pérsico” por la revolución iraní, Saddam Husein invadió Irán bajo el pretexto de no reconocer aquel pacto, desatando la guerra más larga del siglo XX, que dejó un millón de muertos, millones de mutilados y el litigio por resolver.

Aún de luto, en 1991 los sufridos iraquíes recibieron toneladas de bombas y misiles lanzados por EEUU y sus socios durante la Guerra del Golfo Pérsico. Se les iba a aplicar la doctrina de la Doble Contención —de contener a Irak e Irán en beneficio de la hegemonía de Israel, mientras ocupaban el corazón de Oriente Próximo tras el fin de la URSS. Asesinaron a dos millones de iraquíes, les sometieron al embargo de alimentos más largo y cruel de la historia, para luego ofrecerles la reconstrucción de su país si lo pagaban de sus vaciados bolsillos. Al igual que en la película El chico de Chaplin, en la que el niño rompía los cristales del vecindario para que Charlot se lucrara colocando vidrios nuevos, la compañía estadounidense Bechtel se adjudicó un multimillonario contrato para levantar las infraestructuras energéticas e hidráulicas (que no escuelas y hospitales) en Irak: ni ha cumplido el contrato.

Por si fuera poco, el vecino turco, tras inaugurar el embalse Ataturk en 1992, se autoproclamó el único dueño del Tigris y el Éufrates, privando a Irak y Siria de cualquier derecho sobre dichos ríos. Así, Turquía, carente del Oro Negro, se ha convertido en la mayor reserva del Oro Azul de la región: podrá usarlo como una herramienta política y también podrá enriquecerse con su exportación.

Irán tampoco le ha tenido piedad: ha reducido hasta el 60% el paso de sus aguas por Irak, dañando los cultivos y la vida de sus gentes. En la frontera kurda, pretende despoblar la zona, militarizándola, y de paso, impidiendo cualquier exigencia por parte de los kurdos iraquíes sobre esas aguas.

Hay más: el propio gobierno del país, construyendo presas, está agravado la desertificación de las tierras, intensificando las tormentas de arena. A esta fiebre de levantar presas también se ha apuntado Irán. Una de las más polémicas, que iba a ser construida cerca de la tumba de Ciro El Grande y de Persépolis, ha sido paralizada tras una gran campaña por los defensores del patrimonio histórico iraní y también por la porosidad de la tierra. Teherán ha firmado un convenio de compra de agua con Tayikistán, cuya tubería deberá pasar por el inestable territorio afgano.

Arabia Saudí, un “hidro colonialista”

El país de los hombres con perilla negra está destinando una ingente cantidad de la renta petrolífera a extraer, desalar, importar agua y comprar tierras cultivables en el extranjero.
Le sobra tierra inhóspita y petróleo y le falta agua. Los príncipes ya poseen millones de hectáreas de cultivos con agua incluida en países como Afganistán o Etiopía. En este país, el desplazamiento y la reubicación forzosa de sus habitantes ha provocado tensiones sociales.

Los hidro-imperialistas como Nestlé y Danone, líderes mundiales del mercado de agua embotellada, han sido acusadas en África —donde una cada tres personas sufre escasez de agua— de apropiación y extracción ilegal y de destruir las aguas subterráneas, llevándose ingentes beneficios y dejando un medio ambiente y social desgarrado. Que "El agua no es un derecho; debería tener un valor de mercado y ser privatizada" para el consumo de los ricos es lo que cree Peter Letmathe, presidente de Nestlé.

En África seca, la iniciativa de Etiopía de construir la mega presa de El Gran Renacimiento sobre el río Nilo ha puesto a pie de guerra a Egipto —que se da el derecho casi exclusivo sobre el río más largo del mundo— hasta tal punto que algunos parlamentarios pidieron el envío de comandos o armar a los rebeldes locales para sabotear el proyecto. También se le ocurrió a Hosni Mubarak instalar una base aérea en Sudán para bombardear la futura presa. Una vez partido en dos, Sudán (del Sur), con el respaldo de Israel y EEUU, apoyó el proyecto de Etiopía para debilitar Egipto a cambio recibir electricidad.

OTAN ataca una obra maestra hidráulica

Entre los objetivos del bombardeo de Libia por la OTAN en 2011 estaba la planta de fabricación de tubos Berega, encargada de gestionar el Acuífero de Areniscas de Nubia. Se trata de una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo, que abastece El Gran Río Artificial, reconocido como el mayor proyecto de riego del mundo. La OTAN pretendía extraer el agua del seno del desierto del Sahara para el consumo de 4,5 millones de libios y convertirlo en un granero para la región. Aún se desconoce la magnitud del desastre humano y medioambiental que ha provocado este destrozo, que beneficiará a las compañías francesas del agua Suez, Ondeo y Saur, que vieron cómo su presidente, Nicolas Sarkozy, capitaneaba la agresión militar.

Destruir el agua de los enemigos, hacerse con el control de sus depósitos, apoderarse de sus fuentes y privatizarlas ha sido y es una estrategia política. En este caso, Oriente Próximo, además, se presenta como un grandísimo mercado para las compañías internacionales de agua.


“El milagro del agua” de Israel

Israel, a pesar de ser un país desértico, afirma no tener problema de agua por varios motivos: la fuerte inversión para la desalinización del agua de mar; el tratamiento, hasta el 80%, de las aguas residuales; el éxito de los kibutz, comunidad colectiva de tierra agrícola y de gestión de agua, hoy en decadencia, y la provocación de lluvia artificial.

A ellos hay que añadir el quedarse con el agua de los Altos del Golán de Siria ocupados y el hecho de que el medio millón de colonos en Cisjordania gastan seis veces más agua que los 2,6 millones de palestinos que viven ahí. Y que es Mekorot, la Compañía israelí de Aguas, quien controla el suministro del agua a la Autoridad Palestina. Y que los continuos cortes de agua e electricidad a los palestinos son una táctica de guerra, además de una ilegalidad.

Durante años se pensaba que recurrir a la lluvia artificial mediante el “bombardero” de nubes con productos químicos —método en el que Israel cuenta con mucha experiencia— podría ser una solución a la sequía. Sin embargo, tras invertir anualmente unos 900.000 euros en estas operaciones, sus expertos expresan serias dudas sobre la veracidad de los éxitos hasta hoy contados y la eficacia del método: es difícil valorar el efecto de la siembra en cada nube, que además varía de una estación a otra y de lugar a lugar. Sobre todo, esto es mucho dinero para la poca lluvia que se puede conseguir.

Las fontaneras jordanas

Mientras el 70% de la responsabilidad de conseguir agua recae sobre las mujeres y las niñas —que a menudo deben caminar horas, enfrentando a asaltos, violaciones y raptos— en Jordania las mujeres tienen otro problema: las tuberías oxidadas con fuga de agua y que, por la fuerte cultura machista y patriarcal,  los fontaneros no pueden ir a los domicilios durante el día, ya que el hombre de casa trabaja.

Y de allí viene el ingenio: en vez de ofrecer propuestas para realizar un trabajo educativo entre la población, sobre todo los hombres, se han creado cooperativas de formación de fontaneras y ya hay un centenar con licencia. Eso sí, a causa de su ausencia en los órganos de decisión, no podrán presentar sus ideas de cómo evitar una crisis de agua tras la llegada de cientos de miles de refugiados sirios.

Contexto alarmante

El 97% del agua que cubre la Tierra es salada y el 2% del agua dulce disponible está encerrada en glaciares. Sólo el 1% es accesible y, para más inri, al contrario del petróleo, no hay sustituto para el agua. La mitad de las personas que mueren en los países subdesarrollados por enfermedades —entre ellas, 1.500.000 niños— es debido al agua contaminada.

La ausencia de la cultura de “negociar” y "compartir", el crecimiento demográfico descontrolado (la necesidad de más cultivos) y el cambio climático agravan esta situación, que en Oriente Próximo se junta además con la falta de una educación ecológica integral de los dirigentes y la población para asimilar esta dura y opaca realidad.