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¡¿Qué pasa, máquina?!

Ahora que se confirma el adiós definitivo de Iker Casillas del Real Madrid, muchas son las informaciones, artículos o referencias que se van a hacer en torno al legado que deja en la historia del madridismo. De aquí que yo prefiera centrarme en el Iker Casillas persona, sin su uniforme de portero y que, fuera de un terreno de juego, es tan normal como cualquier otro cuando por su popularidad, trascendencia, logros etc... daría pie justo a lo contrario.

Por eso quiero partir de uno de los gritos de guerra preferidos de Iker Casillas: ¿¡Qué pasa. máquina?!. Rara es la vez que no te saluda de esta forma tan cordial, cercana e incluso cariñosa. Por lo menos a mí siempre así lo ha hecho y se lo he escuchado decir a muchos otros. Quiero centrarme en cuatro momentos que personalmente me han marcado en el trato con el portero.

El primero fue en el Mundial de Sudáfrica. ¿Quién no recuerda ese famoso beso que Iker dio a Sara Carbonero minutos después de proclamarse campeón del Mundo en el Soccer City de Johannesburgo? Lo recuerdo como si fuera ayer. Yo en ese momento estaba dentro de la unidad móvil que Telecinco tenía en el estadio sudafricano. Todos aplaudimos el gesto porque ese beso llevaba implícito muchas cosas. Pero por encima de todas, era la forma de soltar la rabia contenida y disfrutar con su pareja un premio que se lograba después de un mes de una presión mediática enorme para el portero y Sara Carbonero, entonces compañera mía en Mediaset. Se llegó incluso a decir que la posición de Sara Carbonero en el césped de los partidos de España distraía al portero. Qué cómo se consentía algo así. Como si Sara se situara allí por gusto, porque le apetecía cuando era la posición en el terreno de juego que la FIFA dio a Telecinco como televisión que tenía los derechos de retransmisión de los encuentros de España.

De ahí que ese beso natural, espontáneo, ante los ojos de España entera venía a reflejar lo que siempre ha llevado por bandera el hasta hoy portero del Real Madrid. Posiblemente nunca pensó en la repercusión que tuvo, porque tampoco lo pretendía.

Otro momento que me marco del Iker Casillas persona fue en la Eurocopa de Polonia y Ucrania. El portero aprovechó uno de los días libres que dio el seleccionador Vicente del Bosque para pasar esas horas junto a Sara en el hotel de la periodista de Telecinco. Nunca le importó que allí hubiera otra prensa, qué pudieran decir. Era el primero en hablar con todos, en sentarse a comer como uno más en el hotel e incluso en compartir unas cervezas, no bebió más de dos, con el resto de periodistas que allí estaban. Tan natural como siempre.

Luego, además, he tenido la oportunidad de presentar dos eventos que tenían al portero como protagonista. Y en ambos me volvió a demostrar ese carácter tan cercano, de confianza que cada día se echa más de menos en los deportistas de élite. En el segundo, que tuvo lugar en octubre del año pasado, se trataba además de compartir una media hora con niños que iban a preguntarle de todo lo que se puede pasar por la cabeza de un pequeño. Delante de cámaras ya dejó patente ese carácter afable, cercano, tierno y cariñoso con los niños. Como también, minutos después, cuando se puso bajo palos para el lanzamiento de penaltis de los pequeños. Esto salió en todas las televisiones y los medios españoles.

Lo que no salió fue su cercanía en el vestuario, minutos antes de empezar todo. Ahí no escatimó en firmar todas las camisetas que le pidieron, balones, fotografías. Todos aquellos que se acercaron a él para poder inmortalizar el momento, ahí estaba Iker para posar sonriente junto a ellos. Algunos de ellos eran niños, otros no tanto.

Este es Iker Casillas, como persona y padre de su hijo Martín. Un tipo cercano, cariñoso, afable; una persona que huye de los estereotipos creados en torno a los futbolistas burbuja, que no quieren saber de nadie. Y con este Iker yo me quedo.

Del resto de cosas, de su calidad como portero, de sus paradas extraordinarias, de sus posibles defectos etc... ya están otros para juzgarlos. Y estos días seguro que mucho se va a hablar en torno a ello. Yo prefiero quedarme con lo personal, con mis experiencias compartidas junto al portero. Y por eso quería mostraros algunas de ellas. Iker no tiene dobleces, dobles personalidades, no es hipócrita... es un tipo muy normal. Y por eso, una vez descrito lo que conozco, sólo puedo acabar diciendo una cosa ahora que emprende una nueva andadura lejos del club de su vida, lejos de ese Real Madrid que le ha visto crecer, madurar y triunfar. Tanto como capitán del primer equipo como también capitán de la selección más exitosa en la historia del fútbol español. Y esa cosa es: ¡Suerte, máquina!