Público
Público

El vodevil cortesano de Francisco Nicolás

Nos queda un año de rajoísmo y aun es una incógnita qué va a quedar de España cuando la recoja un nuevo gobierno. Ahí se da cuenta uno de la nada sutil diferencia entre la derecha y la izquierda. Lo que hace la derecha suele ser irreversible, pues va más allá de las leyes. Cuando has vendido un país, ya es muy difícil recomprarlo. Pasa lo mismo que con el alma. Releed el Fausto.

El futuro de España se dirime hoy personificado en dos figuras icónicas: Pablo Iglesias por la izquierda y el pequeño Nicolás por la derecha. Resulta curioso, pero en los bares y en los cenobios que tanto frecuento los parroquianos le tienen más miedo al futuro que representa Iglesias que al que encarna Francisco Nicolás, que tiene nombre de zar asesinado.

Francisco Nicolás se toma en España mucho a broma, y Pablo Iglesias demasiado en serio. Sin embargo es teorema de mucha más enjundia la biografía política del pequeño Nicolás que la de Pablo Iglesias. Porque el pequeño Nicolás es el espejo de España, de su corrupción, de su estupidez, de su tancredismo, de su economía, de su ética, de su política. Nos reímos del pequeño Nicolás después de que el pequeño Nicolás se haya reído antes, mucho y a carcajadas, de nosotros, de nuestros representantes gubernamentales, de nuestro servicio secreto, de nuestra casa real.



Entre Rastignac y ciudadano Kane, el pequeño Nicolás nos ha desvelado quiénes somos y lo poco que somos (y lo tontos que somos). Las dos personas que mejor han retratado la España del siglo XXI han sido Luis Bárcenas y Francisco Nicolás, que deberían ser nombrados de forma inmediata co-presidentes de la Real Academia de la Historia.

Ahora que la política ha sido abordada a sable por personajes mediáticos, y el único partido que no ha encontrado a su mediático es el PP, quizá las huestes conservadoras deberían de empezar a pensar en el pequeño Nicolás como cartel electoral. La derecha española necesita su Pablo Iglesias, su líder self-made-man salido del aliento de las calles: uno de Vallekas y otro de Serrano, eso sí, no vayamos a perder las formas tan pronto.

Desde que su nombre saltó al couché, muchos han querido ver en el pequeño Nicolás al epígono de nuestros pícaros literarios. El paralelismo con el Lazarillo o el Buscón es desafortunado. Francisco Nicolás es un producto de laboratorio del capital, no de los caminos y de las miserias, como nuestros viejos pícaros. El laboratorio se puede llamar FAES y allí no es necesario robar los quesos. Lo de Francisco Nicolás no es picaresca, es una forma de hacer política que lleva instalada en este país desde que el PSOE despetaló su última rosa. Francisco Nicolás se parece más al rey Felipe VI que al pobrecito de Tormes. Se nota hasta en el peinado. La de Francisco Nicolás no es una novela picaresca, es un vodevil cortesano.

Francisco Nicolás no tiene nada de buscavidas arrabalero. Es un dandi, lo que dice muy poco en loor del dandismo contemporáneo. He leído a su abogado diciendo en una entrevista que a veces incluso el rey cesante Juan Carlos I llamaba al chaval. En la Villa y Corte hasta han corrido rumores de que el joven arribista puede llevar sangre real. Solo falta una sombra perfileña de Corinna zu Sayn Wittgenstein asomando entre nieblas desde una esquina del escenario. Pena que Oscar Wilde no sea tan inmortal como dicen y no pueda escribir este magnífico vodevil. Cortesano, insisto.