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ISIS y Francia: Un elefante en mi habitación

No hay ejemplos de intervención militar con final feliz. La intervención militar sin una estrategia a largo plazo más allá de las bombas, solo conduce al caos.

La Torre Eiffel encendida con los colores de la bandera francesa tras los atentados de París. REUTERS/Christian Hartmann

CRISTINA RIVAS

PARÍS.- Hace tres semanas que Francia se encuentra bajo estado de emergencia. El Presidente Hollande lo decretó al día siguiente de los atentados y el Senado votó alargarlo hasta tres meses el pasado 20 de noviembre. Además, según las últimas informaciones de la AFP, parece que un proyecto de ley contempla extender el tiempo del estado de excepción a seis meses.

Voilà: la excepción se convierte en la regla. Un estado europeo en estado de emergencia. ¿Debería inquietarnos? Lo que justo después de las atrocidades perpetradas en París el pasado 13-N fue considerada una medida necesaria y urgente, empieza estos días a ponerse en duda como medida útil. ¿De verdad sirve el estado de emergencia para frenar el terrorismo? ¿Se gana realmente en seguridad?

De hecho, el estado de emergencia no afecta solamente a los terroristas en potencia, sino también –está quedando claro estos días con la COP21- a militantes ecologistas a los que se prohíbe el derecho a manifestarse. La policía pasa por delante de la justicia. Registros y detenciones preventivas sin orden judicial y claros recortes a la libertad de expresión y a otros derechos fundamentales se justifican con un lenguaje marcial impuesto desde las elites políticas: “estamos en guerra”, “velamos por tu seguridad”, “actuaremos sin piedad”.

Soldados franceses frente al museo del Louvre en París. REUTERS/Charles Platiau

Soldados franceses frente al museo del Louvre en París. REUTERS/Charles Platiau

“No quiero escuchar” – afirmó contundente el primer ministro Valls el pasado 26 de noviembre- “ninguna excusa sociológica para disculpar los atentados”. En efecto, el drama y la amenaza no son para nada minimizables, dicen las voces más críticas, pero es obligado preguntarse cómo se ha llegado a sembrar en jóvenes franceses el odio mortífero que les impulsa a cometer actos contra la sociedad en la que han nacido.

Vuelven las banderas

Redoblan los tambores en una Europa que saca pecho, efectivos militares y banderas. La tricolor francesa ha teñido las redes sociales de “blue, blanc, rouge” estos días de consternación después del choque emocional que han representado los ataques ocurridos en París.

Los franceses han tomado conciencia este mes de su vulnerabilidad –y del ascenso fugurante del Daesh- cuando algunos “predicadores en el desierto” como Gilles Kepel, sociólogo del jihadismo y las “banlieues”, o François Burgat, investigador del islam político, ya alertaban en 2012 de la cristalización de una crisis identitaria el primero y de un resentimiento global el segundo.

Banderas francesas cuelgan en un edificio cerca de los Inválidos de París. REUTERS/Jacky Naegelen

Banderas francesas cuelgan en un edificio cerca de los Inválidos de París. REUTERS/Jacky Naegelen

¿No es de recibo preguntarse de dónde viene esa fascinación por el islam más radical? ¿Cabría replantearse la idea de laicidad? ¿Dónde está la famosa “égalité”? ¿Existe la islamofobia en Francia? ¿Por qué el francés es la tercera lengua más hablada en el territorio ocupado hoy por el Daesh?

Pierre-Jean Luizard, historiador y autor de La piège Daesh (La Trampa Daesh), explica estupendamente cómo los ideólogos del Estado Islámico utilizan la propaganda para reclutar y para provocar a Occidente: “han comprendido muy bien las peores fobias occidentales, nuestros miedos más primarios, para arrastrarnos a una intervención militar que nos conducirá a una guerra global -dice Luizard-, al fracaso más estrepitoso”.

¿La revancha de Europa?

El Reino Unido ha empezado a bombardear Siria. El 'corazón' de Europa, ese lugar dónde parecía haber florecido la idea de que cualquier guerra es una aberración, emprende la 'revancha'. ¿Contra quién? ¿Contra qué? ¿Al lado de qué aliados?

Nada queda demasiado claro: ¿acaso hay sirios en Siria? ¿esos rebeldes que se manifestaban pacíficamente contra el estado de emergencia permanente de Bashar al-Assad, por ejemplo, siguen ahí?

No hay ejemplos de intervención militar con final feliz. La intervención militar sin una estrategia a largo plazo más allá de las bombas, solo conduce al caos. En cualquier caso, el dibujo de las fronteras de Oriente Medio tal y como quedaron trazadas después de los acuerdos Sykes-Picot (1920) se revela hoy como un fracaso en el que se encadenan vacíos de poder que Daesh ocupa sin demasiada constestación.

A toda esta complejidad geopolítica se añade la porosidad de las fronteras: ¿podemos dejar fuera “a los chicos malos”? O más difícil todavía: ¿podemos desradicalizar a “nuestros chicos malos”?

Un avión despega desde el portaaviones de propulsión nuclear Charles de Gaulle durante las operaciones en el mar Mediterráneo. REUTERS/ECPAD ATTENTION EDITORS

Un avión despega desde el portaaviones de propulsión nuclear Charles de Gaulle durante las operaciones en el mar Mediterráneo. REUTERS/ECPAD ATTENTION EDITORS

De momento, el Presidente Hollande ha recobrado popularidad con la gestión de la crisis, lo mismo que ocurrió después de la masacre de “Charlie Hebdo”. Veremos si esto le sirve a su partido, el Partido Socialista, para avanzar en la primera vuelta de las regionales que se celebran este domingo: unas elecciones clave puesto que se trata de los últimos comicios antes de las presidenciales de 2017. Por ahora, todos los sondeos apuntan a una subida importante de la extrema derecha: el Frente Nacional ganaría dos regiones. Un bonito triunfo para el Daesh.

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