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Con la humildad al poder

JOSÉ MARÍA CRESPO

JOSÉ MARÍA CRESPO

es director general de 'Público'

Ya dijo Ernest Hemingway, codo en la barra del Floridita revolucionario, que el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. El panorama político español vive tiempos sobrados de revoluciones y escasos de la virtud que da al humilde el acceso a un escalón superior en su labor de servicio a los ciudadanos. Y buena prueba de ello es esta última campaña electoral, de la que tenemos constancia del día de su final, pero que ahora mismo nadie acertaría a decir con seguridad desde cuándo venimos atendiendo. No se preocupen, acabamos de entrar de lleno en la siguiente.

No se encontraba la humildad en un Gobierno que por boca de su presidente se preguntaba: “¿Quién habla ahora del paro?”

Faltos de humildad, y sobrados de soberbia, corrupción y falta de empatía han estado en el Partido Popular. De eso que decía Floriano de falta de piel en la versión anuncio de la serie Friends que realizó el PP para que quedase constancia audiovisual de su humanidad y de que no tenían pasaporte de otro planeta. Vamos, que se estaban enterando de lo que pasaba, o eso decían, pero preferían transmitirlo sujetos a las directrices del gurú de cabecera mientras leían el guión. Son cosas de la política y el espectáculo. El día que José Luis Moreno dé el paso adelante sí que va a cambiar el mapa político.

No se encontraba la humildad en un Gobierno que por boca de su presidente se preguntaba: “¿Quién habla ahora del paro?”, mientras millones de personas en situación de desempleo veían la escena con resignación y el alivio que produce la primavera para no tener encender la calefacción. Probablemente Pedro Arriola no le hable del paro, presidente, pero para los españoles sigue siendo el principal problema de este país junto a la corrupción. Una corrupción por la que nadie ha creído necesario pedir perdón, acotando su existencia a la condición humana y no a dejación de funciones que permite la creación de auténticas tramas alrededor de una formación política. De esta crisis saldremos, pero aquellos que más han sufrido para superarla, y que más han aportado, no han recibido ni un guiño desde el Partido Popular.

Pero aquí no se salva nadie. Tampoco está sobrado el Partido Socialista Obrero Español de actitudes humildes. Liderar la izquierda no es tenerla en el patrimonio que se declara en los portales de transparencia como si fuese un piso. En los tiempos que corren, los ciudadanos destrozan liderazgos con más rapidez de lo que emergen. Hace bien poco en el PSOE no se podía mentar a Podemos ni a su líder Pablo Iglesias. Era “el populismo” que venía, y durante alguna semana se solapó el discurso del PSOE y el PP a este respecto. Desde la humildad habría que haber saludado la llegada de más aliados en la lucha contra la austeridad segmentada del Gobierno, que castiga sin compasión a los más desfavorecidos mientras protege los dineros amasados delante de los ordenadores y los gráficos bursátiles sin haber creado un solo puesto de trabajo.

Toda la vida pasando por el colegio electoral pensando que eres de izquierdas y luego resulta que eres casta. Eso no gusta. El cielo no se toma por asalto, ni por atajo

Ahora voy con Podemos, que hay para todos. Tomar el cielo por asalto requiere de muchos puntos de apoyo, sobre todo si eres consciente rápidamente de que la escalera que traías de casa no llega ni para encaramarte a la azotea de la facultad. La izquierda no se lidera por decreto, como pudimos comprobar el domingo cuando se abrieron las urnas. Quizá muchos potenciales votantes de un Podemos en estado de gracia dieron un paso atrás cuando escucharon que eran casta. O al menos votantes de la casta. Toda la vida pasando por el colegio electoral pensando que eres de izquierdas y luego resulta que eres casta. Eso no gusta. Asumir la ficción demoscópica con humildad y prepararse para un largo camino en la consecución de los objetivos políticos es tarea pendiente de un partido que todavía tiene mucho trabajo que hacer para convertirse en una alternativa real. El cielo no se toma por asalto, ni por atajo.

Otro que deberá apuntarse la máxima será Albert Rivera. Sobre todo si se fija en el que era su partido hermano, Unión Progreso y Democracia. Rosa Díez pecó de soberbia, y sus votantes, humildemente, la abandonaron. Y esa hemorragia de votos nos dice que los sufragios ya no tienen la seguridad de antaño, con la división en bloques políticos llamada bipartidismo. Rivera debe entender que puede pasarle lo mismo que a Díez si su comportamiento como cuarta fuerza política en la mayoría de ayuntamientos y comunidades pasa más por la soberbia que por actuar humildemente en favor de la estabilidad allí donde se necesite. Es muy bueno poner sobre la mesa un acuerdo contra la corrupción y pretender que todo aquel que quiera tu apoyo lo firme. Pero de eso la gente no come. Por lo tanto, bloquear la formación de gobiernos, Andalucía, verbigracia, por un autógrafo en un folio, no justifica que no puedan, ahora mismo, aprobarse planes de empleo y protección social para los andaluces que peor lo están pasando.

No utilicen adjetivos que estigmatizan la esencia de la política con la capacidad de los representantes públicos para buscar el acuerdo entre aquellos que tienen los mismos objetivos

De Izquierda Unida diré poco, porque en el pecado llevan la penitencia. Su falta de humildad les llevó a no tener en cuenta a esa gente nueva de Podemos que quería ir con ellos de forma conjunta a las elecciones europeas. De la decisión tomada en la coalición liderada por el Partido Comunista todos hemos visto las consecuencias. Una mala tarde la tiene cualquiera. Con la humildad por bandera serán posibles muchos gobiernos de izquierda en este país. Pueblos, ciudades, diputaciones –que existen, sí– y comunidades autónomas que tendrán una oportunidad para paliar las consecuencias de la gestión de la crisis del Partido Popular. Los ciudadanos esperan mucho, porque mucho han concedido a la izquierda en estas elecciones.

Que nadie descalifique esta fase de negociación para formar gobiernos. No utilicen adjetivos que estigmatizan la esencia de la política con la capacidad de los representantes públicos para buscar el acuerdo entre aquellos que tienen los mismos objetivos. Qué gran error sería poner por delante la táctica y el orgullo sin pensar en los que ahora mismo patean la calle o Internet en busca de trabajo. Los millones de votos para la izquierda vienen de gentes humildes que sólo quieren ser gobernados por sus semejantes. Pasarse el día tratando dilucidar quién tiene el ego más grande o el patrimonio de las esencias de la verdadera izquierda es algo con lo que la derecha de este país siempre ha disfrutado. Era el anuncio de su vuelta al poder.

Que los que están llamados a ser protagonistas se apliquen lo que decía el maestro Hemingway desde su lugar de privilegio en un bar de La Habana. No hay otro camino.

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