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Lobos con piel de cordero

Respuesta a la crónica publicada por el catedrático José Luis Dader en las páginas de opinión de 'El Mundo' en la que relataba su versión de los hechos acaecidos durante la huelga general de educaci&oac

La casi totalidad de los medios de información están siguiendo fielmente las pautas marcadas por la delegada gubernamental en Madrid y diseñadas por el propio Gobierno, consistentes en criminalizar todo movimiento o colectivo que alce la voz contra las  políticas gubernamentales, lo que incluye al movimiento estudiantil. Desde la Asamblea de Ciencias de la Información afirmamos que no somos estudiantes violentos, a diferencia de lo que el profesor Dader pretende insinuar en la crónica que escribió para El Mundo, en la que relata su versión de los hechos acaecidos durante la huelga general de educación.

José Luis Dader dice que olvidó preguntarnos contra quién ejercemos nuestra protesta. La respuesta es sencilla: contra los que practican la violencia sobre nosotros. Hay diferentes clases de violencia y en muy escasas ocasiones se hace referencia a la que ejercen las estructuras de poder sobre los ciudadanos. Aparte de la violencia física existe la violencia institucional, que no deja huellas de sangre, pero que mata más que la física, y es la que ha llevado a los estudiantes a apoyar una huelga en defensa de la educación pública.

Diariamente asistimos a una merma sistemática de los recursos de la educación, una subida de tasas —del 67% en Madrid desde 2011— y una disminución y endurecimiento de las becas que obliga al estudiantado más desfavorecido a desertar de las aulas. Violencia es una tasa de desempleo juvenil del 56,1% que nos obliga a abandonar el país para desarrollar una carrera profesional, permitiendo que otro Estado aproveche los recursos invertidos en todos esos profesionales exiliados. Violencia es asistir impotentes al empeoramiento de las condiciones laborales de miles de funcionarios que tienen que dar gracias por no formar parte del 25,98% de parados. Violencia es que los jubilados pierdan poder adquisitivo cada mes que pasa, comprobando aterrados cómo su pensión no alcanza para mantener a una familia con todos sus miembros en paro. Violencia es que el señor Wert exija notas altas para acceder a becas que permitan estudiar, cuando es el ministro peor valorado de la historia de la democracia, alcanzando en la actualidad  una nota de excelencia de ¡1,76! Sin duda, violencia también es la ejercida por el profesor Dader, aprovechando su situación profesional para difundir un relato tramposo y falso de los hechos, un discurso victimista y de aparente buena voluntad, muy similar al expuesto por el PP y el Presidente del Gobierno para justificar su actuación en el caso Bárcenas, solo posible porque aprovechando que habían depositado en él toda su confianza, el muy infame les pagó con el engaño y la traición.

La violencia ejercida por el señor catedrático traspasó el plano simbólico para alcanzar el físico en el momento en que, apelando a su libertad individual, se abrió camino pateando el mobiliario que dificultaba el paso de la cafetería a la facultad, que alcanzó a un compañero al que a renglón seguido sujetó y oprimió el brazo. A continuación, comenzó a impartir clases de civismo con la convicción de un auto erigido en sabelotodo. A la vista de los hechos, la pretendida  ironía con la que Dader hace alusión a nuestra invocación a Gandhi resulta un impagable ejercicio de cinismo. Quizá lo que el señor Dader buscaba era que 'le partieran la cara', pero su provocación topó con la madurez de los estudiantes.

A pesar de que su búsqueda del victimismo no saliera como había planeado, nuestro héroe no se arredró, sino que, más convencido que nunca redobló sus esfuerzos. El camino, que ya fue indicado por San Josemaría Escrivá de Balaguer con su frase 'es tan hermoso ser víctima', debió calar muy hondo en el catedrático durante su estancia en la Universidad de Navarra. Ese victimismo es muy típico de las dos Españas, en la que los vencedores inventan y difunden su versión de la historia, sin dar opción a respuesta por parte de los vencidos, como el profesor ha hecho.

Llama la atención que un docente de ciberpolítica y ciberdemocracia se sorprenda del uso de cámaras para sacar pruebas documentales de lo sucedido y resulta extremadamente significativo que considere 'modesto' su sueldo de más de 4.000 euros mensuales, —40.556,28 euros brutos anuales más trienios y sexenios— y afirme que no puede permitirse uno de los carísimos teléfonos que dice que gastamos, cuando pocos españoles están en disposición de percibir este sueldo y jamás lo verán reflejado en sus nóminas. Esto sin olvidar las condiciones laborales de las que disfruta, algo que permite entender su interés por la docencia de cursos de máster y doctorado (doctorado que ahora no posee docencia y cuyos plazos de matriculación ya terminaron). Quizá en lo que el profesor Dader está interesado es en mantener a sus estudiantes de máster, algunos de los cuales han sido aprobados por vía administrativa, algo que ha sido denunciado únicamente por un profesor. De ahí podemos suponer que al señor Dader no le importa tanto la docencia como llenar las aulas de alumnos que paguen la matrícula, independientemente de las condiciones en las que se desarrollen las clases.

Por otro lado quizá se sienta molesto porque Bolonia aumenta sus horas lectivas, algo que le obligará a dedicarse nuevamente a la docencia en grado, que había abandonado en manos de  los profesores asociados de su departamento para dedicarse a tareas 'más nobles' como las de doctorado, que además de ser mucho menos exigentes —tiene una quinta parte menos de alumnos que en el grado—, resultan mas provechosas de cara a la investigación.

Si fuese más inteligente y riguroso, en lugar de insinuar que saboteamos los cuadros eléctricos, el señor Dader debería haber tenido la decencia de enterarse, ya que tales cuadros están cerrados con llave y es el personal de Administración y Servicios el encargado de activarlo cada mañana. Como también estaban en huelga, las luces no estaban encendidas.

Resultaría mucho más útil y creíble esa aparente obra de caridad y conmiseración hacia las señoras de la limpieza, si el catedrático las apoyase cuando reivindican sus derechos ante el rectorado o piden la readmisión de sus compañeras. Sobre todo teniendo en cuenta que su sueldo es verdaderamente 'modesto' ya que no llega a la cuarta parte del que percibe el catedrático. Desgraciadamente, también en ese terreno, —como en tantos otros— el señor Dader ha brillado por su ausencia.

Igualmente afirma en su escrito que nuestra asamblea es una marioneta del rector de la Universidad Complutense de Madrid, algo que nos vuelve a dejar meridianamente claro tanto el desconocimiento que tiene del movimiento estudiantil, como su mala fe y su mezquindad tratando de aprovechar cualquier excusa para atacar al rectorado. De nuevo la jugada le sale mal, ya que la asamblea de Ciencias de la Información se desvinculó de las políticas aplicadas por el Rector de la UCM a partir de 2011 cuando, con su plan de eficiencia, se convirtió exclusivamente en ejecutor y recortador a las órdenes del Presidente de Gobierno y el Presidente de la Comunidad de Madrid. Mientras siga haciendo dejación de la autonomía universitaria consagrada por la Constitución, nos tendrá enfrente.

Quizá lo que de verdad  le incomode, catedrático, sea la existencia de estudiantes que no aceptan el discurso hegemónico, que frente al argumento de autoridad, exigen razonamientos convincentes que, influidos por Antonio Machado, se preguntan '¿de qué nos serviría la expresión libre de un pensamiento esclavo?'.

En nuestro afán de dejar perfectamente claras las posturas de cada parte, le emplazamos a un debate sobre educación pública, donde nos muestre sus preocupaciones y alternativas, y nos relate las agresiones que como catedrático-victima ha sufrido a lo largo de su dilatada carrera. Pero para estar en igualdad de condiciones nos parece obligado abandonar los medios de comunicación afines a sus ideas, que usted frecuenta, y que le tratan con la consideración y el respeto que merece. El debate se realizaría en el lugar establecido tradicionalmente para la trasmisión y desarrollo del conocimiento, la Universidad, donde tanto profesores como alumnos puedan escuchar ambas versiones, sus propuestas y las nuestras, dándoles además la posibilidad de no ser únicamente espectadores, y que por una vez —y sin que sirva de precedente— también puedan hacer oír  su voz.

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