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Rajoy tira de datos, Rubalcaba de la calle

JUAN ANTONIO BLAY

El cara a cara entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, fue lo que se esperaba. En buena parte fue un choque de trenes. A medida que avanzaba el debate entre ambos se acentuaron las diferencias y cada cual habló para su parroquia, no en vano este ha sido el pistoletazo de salida de la larga campaña electoral de cara a las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo. Y como en cada mitin que se precie ha habido de todo, sobre todo llamadas al estómago, a las pasiones y a las soflamas. Y en este terreno la verdad es que Rubalcaba fue más convincente que su oponente, que sacó a relucir más que nunca su espíritu de registrador de la propiedad. Y no era el foro adecuado para esa actitud.

El presidente del Gobierno sacó pecho desde el primer minuto y estuvo durante hora y media antes de la comida hablando siempre en positivo, lo cual tiene mérito y hay que reconocérselo tanto a él como a quienes le han escrito el discurso. 'Estamos mejor que hace dos años', 'hemos hecho un esfuerzo titánico'. Con estas dos frases Rajoy resumió toda su estrategia, con un montón de cifras adicionales . Lo de menos es el relato de datos, estadísticas y valoraciones positivas que ha desgranado durante noventa minutos de intervención que, dicho sea de paso, no pasará a los anales de este oficio tan cultivado y prestigiado en el mundo sajón como es el de los discursos políticos.

Las meras estadísticas y catarata de números tardaron en animar a la propia bancada, alimentada por bastantes senadores que ocuparon espacio en sillas añadidas y hasta con sus posaderas en las escaleras del hemiciclo. Solo al final, cuando se refirió a la unidad de España con la excusa del encaje de Cataluña, sus acólitos despertaron y se arrancaron en continuos aplausos. Hubo un momento que Rajoy parecía que iba a pronunciar lo que en tiempos pasados se denominaban 'los gritos de rigor' con los que concluía cualquier arenga que se preciase en el régimen franquista. No aportó ninguna idea sobre esta cuestión peliaguda que, en círculos gubernamentales, reconocen que se les ha ido de las manos, tanto como al propio president Artur Mas. La carencia de propuestas no suponen avance alguno en términos políticos y ni siquiera su canto al diálogo ha sonado convincente para resolver esta cuestión.

Rubalcalcaba, en cambio, ha salido al ruedo con ganas, como diría un especialista en el arte de Cúchares. Fue más directo y al grano en asuntos que le interesan a la gente de la calle, que es para quien se supone que va dirigido este debate sobre el estado de la nación. El líder socialista, sin leer un texto preparado - no como Rajoy, que incluso en la réplica apenas ha apartado los ojos de folios escritos - ha desgranado las heridas que padece la sociedad: el elevado paro, los desempleados sin cobertura, los diferentes copagos, las pérdidas de derechos cívicos, los recortes en prestaciones sociales, en educación, sanidad, dependencia... No ha dejado cabo sin atar, empleando una gran convicción en sus palabras.

Su discurso no ha sido brillante, pero sí convincente. Muy convincente. O al menos esa es la sensación que ha transmitido. 'Otra política es posible', ha insistido una y otra vez. Impasible a los dardos envenenados sobre la herencia recibida - recurso que ha empleado en exceso Rajoy sin emplear la manida frase -, el líder socialista ha exigido al jefe del Ejecutivo que diera explicaciones por sus políticas de recortes de todo tipo sin que la recuperación se vea por ninguna parte, o al menos los más débiles de la sociedad que ahora son mayoría, según Rubalcaba. Y ha desgranado otras cifras y estadísticas para sostener que 'son los datos de la desigualdad que es lo que usted provoca'.

Como quiera que Rajoy no ha entrado al trapo, Rubalcaba le ha apretado más, con mayor énfasis en su segunda intervención, hasta que ha terminado con una cita muy elocuente para denunciar el espíritu de la desigualdad que preside toda la gestión política de Rajoy. La cita refiere un comentario en el que se hace un canto a la supremacía de la buena estirpe sobre el resto de los mortales, tanto en lo físico como en lo social. '¿Le suena a usted esta reflexión'?, la escribió usted en el año 1983 en un artículo en El Faro de Vigo cuando ya era usted diputado', ha sentenciado Rubalcaba.

Rajoy ha acusado el golpe, se le ha notado en la cara. Pero fiel a su estrategia no ha entrado al cuerpo a cuerpo. Es más, ha insistido en lo que se encontró: '3,4 millones de parados, 70.000 millones de euros menos de ingresos y 90.000 millones de euros de déficit, todo eso entre 2008 y 2011 cuando usted estaba en el Gobierno'. Esa ha sido la base sobre la que ha construido su discurso para, una y otra vez, insistir en la recuperación lograda y llegar a un punto de 'crecimiento económico'. No se ha salido de ese carril. Bueno, solo para recurrir un tonillo faltón que le recriminó más tarde Rubalcaba. 'Usted no me puede dar lecciones sobre ricos y pobres', 'hace un discurso apocalíptico', le ha dicho a Rubalcaba, no sin antes asegurar que no era su intención de aumentar sus descalificaciones; vamos, que le perdonaba la vida.

El presidente del Gobierno ha tenido a bien no citar, ni por asomo, la reforma de la actual legislación del aborto. Tampoco le ha dado la gana de referirse a la reciente tragedia de Ceuta en la que fallecieron 15 inmigrantes subsaharianos junto a la playa de El Tarajal tras una actuación cuestionada de agentes de la Guardia Civil que usaron material antidisturbios para impedir su llegada a la zona española. Ha citado antes a Lampedusa que a Ceuta y se ha referido a lo sucedido como 'acontecimientos'. Todo en menos de un minuto dedicado a la 'necesaria cooperación europea para combatir la inmigración ilegal'. Esa actitud ha sido mezquina, sin paliativos. No han sido hechos aislados porque, en realidad, Rajoy ha eliminado de sus palabras y argumentos cualquier referencia a situaciones desagradables, más allá de citar, siempre en positivo, su combate contra el paro.

La presión dialéctica y argumental de Rubalcaba ha hecho que Rajoy se haya descentrado en sus dos réplicas hasta el punto de repetir párrafos literales de su primera intervención. Es más, contra todo pronóstico, ha renunciado a acumular minutos en sus respuestas a Rubalcaba teniendo en cuenta que sus intervenciones no tienen límite de tiempo, privilegio que en este debate, como en otros, tienen los miembros del Gobierno. Así, el jefe del Ejecutivo 'solo' ha empleado 25 minutos en su primera contestación a Rubalcaba cuando en el debate sobre el último Consejo Europeo celebrado en Bruselas que tuvo lugar a finales de enero utilizó una hora en este mismo trámite. Muy significativo. El debate entre los dos políticos ha tenido una gran carga ideológica. Rajoy ha querido esgrimir los logros económicos para 'iniciar el crecimiento que traerá el empleo'. Un mérito al que no está dispuesto a renunciar, como así lo reconocen los titulares de prensa, naacion al e internacional, que ha relatado a la audiencia. Rubalcaba le ha acusado, sencillamente, de representar a la derecha española que, en su opinión, no ha hecho otra cosa que recortar libertades y oponerse a los avances de la sociedad'. Ni más ni menos. Y también ha echado mano de titulares de prensa, que los hay para todos los gustos. Y, hurgando en la hemeroteca, le ha sacado el artículo citado. Para que quede claro de que estirpe es cada cual, también en un debate sobre el estado de la nación. Hacía años que no se producía un cruce de intervenciones con tanta carga ideológica.

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