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El "desprestigiado" mito de la Transición

ANA PARDO DE VERA

'Soy un hombre completamente desprestigiado' confesó Adolfo Suárez (Cebreros-Ávila, 1932-2014) en 1980 a la periodista de ABC Josefina Martínez del Álamo en una entrevista que fue vetada por el equipo del entonces presidente del Gobierno por considerar que un jefe del Ejecutivo -el primero de la Democracia española (1976-1981)- 'no puede ser tan sincero'. Estas reflexiones de Suárez se conocieron en su 75 cumpleaños, en 2007, y confirmaron con toda la crudeza lo que los detractores de entonces del expresidente se han esforzado por tapar: el calvario de un político que se vio traicionado por los suyos con particular ensañamiento, abandonado por el rey que le nombró presidente en 1976 y desencantado con la clase política que le rodeaba. La historia de UCD es 'una historia de traiciones', confirmaba el viernes 21 Emilio Contreras (ex UCD) en la Cadena Ser.

Suárez ha muerto en Madrid después de doce años luchando inútilmente contra una enfermedad neurodegenerativa. Algunos de sus colaboradores de entonces dicen que su Alzheimer empezó a asomar mucho antes que una docena de años atrás; tanto antes, de hecho, como cuando dio la entrevista censurada a ABC; cuando comenzó el declive de su actividad política y, deprimido, comenzó a encerrarse en sí mismo cercado por la crisis política, económica, social, el ruido de sables, la iglesia, la traición de los suyos -particularmente de su mano derecha, el vicepresidente Fernando Abril, que conspiraba en la sombra por sustituirle- y el rechazo del monarca ('¿Qué le está pasando al rey, que antes me abrazaba y ahora parece que se echa atrás?', preguntaba Suárez al jefe de la Casa, Sabino Fernández Campo, poco antes de dimitir en enero de 1981)

'¿Qué le está pasando al rey, que antes me abrazaba y ahora parece que se echa atrás?'Lo cierto es que el avance implacable de una dolencia sin cura le hizo olvidar su propia historia y, con ella, una parte decisiva de la Historia de España: la Transición de 40 años de dictadura a la democracia. 'Hay que conseguir que el pueblo hable cuanto antes', promulgó Suárez cuando el rey le encargó la Presidencia del Gobierno en julio de 1976 contra todo pronóstico. El joven político (43 años) llegó de las mismas estructuras del franquismo (procurador en Cortes por Ávila, gobernador civil de Segovia, director general de RTVE, ministro secretario general del Movimiento) para dinamitar esas estructuras del régimen por indicación del rey.

Antes de ser ratificado por las urnas, en junio de 1977, había colado a las Cortes franquistas el proyecto de reforma política para liquidarse a sí mismas y la legalización del PCE y los sindicatos. En 1978, bajo su mandato, el pueblo español aprobó la Constitución Española mediante referéndum y en marzo de 1979, la Unión de Centro Democrático (UCD) de Suárez volvió a ganar las elecciones generales. Pero el avance imparable de PSOE y PCE en los comicios municipales de abril y, sobre todo, las conspiraciones internas contra el presidente y la fragmentación del centro-derecha aglutinado en UCD en pro de la Alianza Popular de Manuel Fraga fueron desgastando el poder de Suárez, que terminó presentando su dimisión a un alejado rey en enero de 1981. 'Éste se va', dijo Juan Carlos de Borbón a Fernández-Campo cuando Suárez le anunció su marcha en el despacho real a cambio del Ducado con Grandeza de España. Como si quien se fuera no hubiera compartido risas, complicidad, copas, reuniones interminables, tabaco, momentos de tensión o deporte con el monarca.

'No descarto que haya un golpe militar y, si lo hay, el inductor habrá sido [Alfonso] Armada'. Estas palabras del expresidente sobre el ex general, secretario de la Casa Real y amigo del rey las recogió el periodista Abel Hernández en su libro 'Suárez y el Rey'. Éste -ya empujando para que su elegido se fuera del Gobierno- no creyó a aquél, pero al final, tuvo que darle la razón. El general Armada fue determinante en el golpe de Estado del 23F (febrero, 1981), ejecutado durante la investidura del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo. La imagen del primer presidente de la democracia española en el Congreso sin doblegarse ante las amenazas de Tejero y el episodio contado posteriormente por un ujier de la Cámara Baja, cuando el guardia civil del bigote se llevó a Suárez a un cuarto aparte y le puso una pistola en la sien mientras éste le ordenaba que se cuadrase, cincelaron la imagen rehabilitadora de un hombre valiente, por lo menos.

Su intención de volver a la primera línea de la política con la fundación del Centro Democrático y Social (CDS) en 1982, en absoluto acompañada por el apoyo de las urnas en los sucesivos intentos de 1986 y 1989, sólo fue la antesala de la retirada definitiva; un intento frustrado de recuperar impulso que acabó en 1991 con su dimisión como presidente del CDS y el principio de su aislamiento. Entonces sí coinciden la mayoría de sus íntimos que empezaron los síntomas desconcertantes de su enfermedad neurológica, aunque todavía conservaría la dolorosa lucidez de asistir al ensañamiento del cáncer con su familia, que se llevó a su mujer, Amparo Illana (2001) y a su hija Mariam (2003) ante la desesperación del marido y padre, que -católico y practicante- pedía a sus amigos que rezaran a Dios por ellas.

La última aparición pública de Suárez fue en un mitin en Albacete, para apoyar la candidatura por el PP a la Presidencia de Castilla-La Mancha de su hijo Adolfo Suárez Illana en las elecciones autonómicas de 2003. La enfermedad avanzaba sin tregua y el lapsus y la confusión del expresidente lo confirmaron angustiosamente en todas las televisiones del país. Pero Suárez todavía aparecería en las portadas de todos los medios en julio de 2008, en una foto en la que se le veía de espaldas paseando por los jardines de su residencia con el rey. El recibimiento del expresidente al monarca ('¿Quién eres tú?'. 'Soy tu amigo'), sin embargo, confirmó que Suárez ya se había ido hace mucho tiempo.

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