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Felipe, un nuevo jefe de Estado sin pasar por las urnas

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El próximo rey de España, el aún príncipe de Asturias, reinará con el nombre de Felipe VI. Ese será el cambio más apreciable en la Casa Real, porque, más allá del cambio de nombre y de persona al frente de la institución, lo que garantiza la sucesión en el trono es, sobre todo, la continuidad de la monarquía española.

Habrá quien diga que la Corona se moderniza porque al frente estará una persona de 46 años frente a los 76 que tiene Juan Carlos. Pero Felipe no llega limpio de polvo y paja: él es un Borbón, desde que nació ha sido educado para ser rey y siempre se ha declarado firme defensor de la monarquía y del papel que ha jugado su padre en la sociedad española.

En plena democracia, Felipe será rey sin pasar por las urnas o sin plantear a los ciudadanos un referéndum sobre monarquía o República. Nada en su actitud o en sus declaraciones invita a pensar que quiera consultar a los ciudadanos su proclamación 'en breve' como nuevo monarca. Quizá no esté para preguntar después de una larga espera: lleva casi 39 años como heredero y hace 28 años que juró acatar la Constitución coincidiendo con su mayoría de edad. Felipe no va a impulsar un cambio de una  legislación vigente, en concreto el artículo 61 de la Constitución, que le garantiza el acceso a la Corona sin que haya consulta popular.

Felipe es heredero de la Corona desde la proclamación de su padre como rey el 22 de noviembre de 1975. Entonces tenía siete años. Dos años después, en 1977, recibió el título de Príncipe de Asturias, junto con los de Príncipe de Girona y Príncipe de Viana, correspondientes a los primogénitos de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra, cuya unión formó en el siglo XVI la monarquía española.

Aparentemente, el príncipe está preparado para que las cosas sigan como están, no para cambiarlas

Mientras el rey estaba en plena forma, el papel del príncipe fue secundario: se limitó básicamente a estudiar y a formarse, hasta el punto que tanto el rey como los panegiristas de la monarquía siempre han destacado que 'será el rey mejor formado de la historia': licenciado en Derecho, Master en Relaciones Internacionales en la Edmund Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown y estancias en Bruselas. Además de príncipe también es teniente coronel del Cuerpo General de las Armas del Ejército de Tierra (Infantería), capitán de Fragata del Cuerpo General de la Armada y teniente coronel del Cuerpo General del Ejército del Aire, categorías que ha alcanzado realizando los correspondientes cursos para ascender.

Ese es su principal aval y lo que todos los monárquicos destacan: que Felipe está listo y perfectamente preparado para ser rey. 'El príncipe estará a la altura de las exigencias', dijo Rajoy a modo de resumen cuando este lunes anunció la abdicación de Juan Carlos. Experiencia tiene, desde luego: el que será rey en unos días comenzó a incorporarse poco a poco a sus funciones institucionales como heredero —que no están escritas en la Constitución— desde 1996, una vez que terminó su formación superior.

Pero su actividad en representación de la corona adquirió velocidad de crucero a medida que en los últimos años su padre Juan Carlos fue acumulando problemas físicos. Su matrimonio en 2004 con Letizia Ortiz le puso en la línea de salida en la suceción y desde entonces se le ha escrutado con más atención que antes. En los últimos años protagoniza una media de 320 actos institucionales al año.

Pero aparentemente está preparado para que las cosas sigan como están, no para cambiarlas. En junio de 2011 una ciudadana de Pamplona le dijo a Felipe que quería dejar de ser súbdita para convertirse en ciudadana y le pidió que también él abdicara. La respuesta ilustra a la perfección lo que piensa el todavía príncipe: '¿Ese es el único problema que tienes en la vida? Ya has tenido tu minuto de gloria'. El problema quizá lo tenga él si finalmente asume la Corona. La sociedad española no es la misma que hace 39 años, cuando su padre llegó al trono. Felipe tendrá que ganarse a mucha gente. Deberá abrir la monarquía a la sociedad, seducir, modernizar la institución...La pregunta es si será capaz. Algunos, como Juan Carlos Monedero, creen que no.


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