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Aceite de palma España defiende el uso del aceite de palma como biodiésel a pesar del daño ambiental que produce 

La Comisión Europea y los Gobiernos de la UE negocian una propuesta para dejar de considerar el aceite de palma como un biocombustible, tras comprobar que su uso tiene más impacto ambiental que los combustibles tradicionales.

Trabajadores en los cultivos de palma en Indonesia. AFP

Los enormes impactos medioambientales del aceite de palma están obligando a la Unión Europea a dar marcha atrás en las políticas que durante años han impulsado su uso como biocarburante. Por eso, el Parlamento Europeo aprobó en enero una propuesta para que el diésel hecho a base de este aceite deje de considerarse como bio o renovable, desincentivando su uso e importación. Pero para hacerse efectiva, la iniciativa necesita el visto bueno de la Comisión Europea y de los gobiernos de la Unión, que ahora negocian para sacarlo adelante. Aunque buena parte de los Estados miembros muestran reticencias, España, junto a Italia, es uno de los principales opositores a la medida.

“Se debería priorizar el mantenimiento de los agrocombustibles en la estructura, es decir, mantener el 7% de los biocombustibles de primera generación, incluido el aceite de palma”, señala la última postura del Gobierno español al respecto, comunicada al Consejo Europeo el pasado 17 de abril en un escrito al que ha tenido acceso Público.

Aunque el aceite de palma se ha hecho especialmente polémico por su uso masivo en la industria alimentaria, lo cierto es que casi el 50% de todo el que se importa en la Unión Europea no se utiliza para alimentar a personas, sino a coches. El consumo de agrocombustibles a base de este aceite, y de otros procedentes de alimentos como la colza o la soja, se disparó en Europa cuando la UE los impulsó como combustibles menos contaminantes que la gasolina o el gasoil tradicional. Así, la Directiva de Energías Renovables de 2009 obligó a los estados miembros a cumplir con una cuota del 10% de energías renovables en el sector del transporte que convirtió a los biocombustibles es una herramienta contra el cambio climático y en una potente industria en países como España, Italia y Países Bajos. Según la organización Transport and Environment, estos tres estados producen por sí solos el 80% de todo el agrodiésel de palma de la UE.

Pero menos de una década después, esta política se ha revelado como un completo fracaso. Primero, porque el uso de cultivos para fabricar combustible estaba teniendo impactos importantes en el precio de los alimentos. Y segundo porque, lejos de ayudar a reducir las emisiones contaminantes, los biocombustibles a base de palma, soja o colza están resultando más nefastos para el cambio climático que los combustibles fósiles a los que pretendían sustituir.

“El problema del aceite de palma son sobre todo las emisiones que produce por el cambio de uso de suelo. Como la palma se planta en zona de turberas y selva, donde había grandes cantidades de CO2 almacenado, al deforestar y secar esos terrenos todo ese CO2 se va a la atmósfera”, explica Nuria Blázquez, responsable de biocombustibles de Ecologistas en Acción.

En efecto, un estudio encargado por la Comisión Europea y publicado en abril de 2016, reflejó las altas emisiones que de forma indirecta producen algunos biocarburantes. En un informe posterior basado en esos datos, Transport and Enviroment calculó que, en concreto, los agrocombustibles de palma, soja y colza terminaban produciendo un 80% más de emisiones que los tradicionales.

Los agrocombustibles se han revelado como más contaminantes que la gasolina o el gasoil

Por eso la Unión Europea empezó a recular. En 2015 limitó el uso de biocarburantes procedentes de cultivos al 7% y la última propuesta de la Comisión es que en 2030 no se supere el 4%. El Parlamento Europeo ha puesto también sobre el tablero de las negociaciones su propuesta para que el aceite de palma deje de considerarse como uno de esos agrocombustibles, dentro del paquete de medidas que se debaten durante estos meses y que deben definir la política energética de la UE para los próximos años.

“Hay países que no quieren dar marcha atrás por todas las empresas que han invertido en agrocombustibles en estos años, pero esa política se contradice con el Acuerdo del clima de París. Es pronto aún para saber qué va a pasar con el aceite de palma. No sé si va a ser una línea roja, pero seguro va a ser una línea muy dura”, admite el eurodiputado de Los Verdes/ALE Florent Marcellesi, que considera que la propuesta del Parlamento Europeo debería ser más ambiciosa y reducir al 0% el uso de todos los biocombustibles ‘malos’ en Europa en 2030.

España es uno de los principales productores de biocombustible de palma en la UE

España es uno de esos países, porque junto con Italia y Países Bajos fue uno de los que más inversiones realizaron en plantas de refinado de aceite de palma que importa sobre todo de Indonesia y Malasia, donde el cultivo de palma es la principal causa de deforestación, del desplazamiento de comunidades autóctonas y de la desaparición de especies amenazas como el orangután y el tigre de Sumatra, según la ONU. Sólo el año pasado, nuestro país importó 1,2 millones de toneladas de aceite de palma.

Su oposición a sacarlo de los agrocombustibles europeos es tajante: “España se opone firmemente. El veto no está justificado, penalizaría seriamente a Estados miembros como España que son dependientes”, trasladó ya el Gobierno al Consejo de Europa en un documento en febrero.

Según un documento de resumen de la delegación alemana tras la última reunión para las negociaciones al que ha tenido acceso este periódico, España e Italia son los principales opositories. Sólo Luxemburgo se muestra completamente a favor de la propuesta del Europarlamento y otros países como Francia, Reino Unido, Alemania o Portugal plantean dudas o requieren mayor información.

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