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Alberto Garre, un 'pata negra' del PP condenado al ostracismo por su actitud ante la corrupción 

Presidente de Murcia entre abril de 2014 y julio de 2015, su intento de arrojar luz sobre ciertos casos sospechosos que festonean el historial de su partido le costó no ser el candidato del PP a las elecciones autonómicas del pasado mes de mayo.

Alberto Garre durante un discurso en el Parlamento murciano. / EFE (ARCHIVO)

J. L. VIDAL COY

MURCIA.— Quien piense que el hombre que acaba de destapar la caja de los truenos en el PP, Alberto Garre, es un oportunista, un advenedizo, un interesado o un traidor, se equivoca. Probablemente, esas acusaciones le lloverán inmediata e incesantemente de su propio partido a partir de ahora. Caerán en saco roto, al menos para quienes conocen al personaje en cuestión.

Hijo, como a él le gusta presumir, de "un boticario de pueblo-pueblo" (Balsicas, pedanía de Torre Pacheco, en el Campo de Cartagena), Garre (1952) lleva muchos años en política, desde los tiempos de la Alianza Popular de don Manuel Fraga, a la que llegó desde la misma procedencia que el fundador y luego primer presidente honorario del PP.

Es un pata negra a todas luces, sin lugar a dudas y de fidelidad probada al PP. Por eso, entre otras cosas, lleva casi un año resistiéndose a sumar su nombre a un intento de gestar una formación regionalista de centro-derecha que rompa con la putrefacción del PP murciano y rivalice con Ciudadanos. Él es pepero hasta la médula.

Casado y con dos hijos –varón y hembra–, en una región como Murcia en la que los retoños de eso que los catetos recalcitrantes aún siguen llamando la "buena sociedad" se han venido colocando bien pagados en las empresas punteras —basta repasar la nómina de, por ejemplo, Polaris World en la época de la burbuja inmobiliaria—, Garre ha sido "incapaz" de enchufar a ninguno de sus dos vástagos en empleos de conveniencia utilizando su influencia política y social. Que las tiene, y mucha.

Las vicisitudes judiciales del actual presidente murciano, Pedro Antonio Sánchez, a punto de ser imputado antes y ahora, provocaron que Garre fuera designado en abril de 2014 sucesor momentáneo del sempiterno Ramón Luis Valcárcel, cuando éste decidió trasladarse a la vida muelle de una de las 14 vicepresidencias del Parlamento europeo después de ser el señor feudal electo de Murcia durante 19 años.

Lleva casi un año resistiéndose a sumar su nombre a un intento de gestar una formación regionalista de centro-derecha que rompa con la putrefacción del PP murciano

Pronto corrió la voz de que el nuevo presidente se horrorizaba al ver "lo que había en los cajones" heredados de su predecesor. Su intento durante los meses subsiguientes de, en alguna medida, tirar de la manta o, al menos, clarificar ciertos casos de corrupción que festonean el historial de su partido le costó no ser el candidato del PP a las elecciones autonómicas del pasado mes de mayo.

El delfín predestinado por Valcárcel, Pedro Antonio Sánchez, volvió al lugar que le correspondía y ahora ejerce como presidente bajo sospecha, gracias a que dos magistrados del TSJ desviaron convenientemente, con la oposición del tercer instructor, hacia los juzgados de Lorca el caso Auditorio: seis millones de subvención gastados para construir un recinto que el Ayuntamiento de Puerto Lumbreras presidido por Sánchez recepcionó sin terminar y al que le faltan, según un peritaje pedido por la Fiscalía, otros dos millones y medio para quedar terminado.

Los intentos de Garre de aclarar unas cuantas cosas para afrontar quedaron entonces frustrados y él relegado a presidir la comisión regional partidaria de Derechos y Garantías. El expresidente Valcárcel no le ha llamado ni una sola vez desde entonces. "Ni siquiera para preguntarme cómo estoy", cuenta el ahora oficialmente marginado. De hecho, a nivel estatal es el único ex popular de relevancia que no fue promovido a candidato a senador en las elecciones generales del 20-D.

El expresidente Valcárcel no le ha llamado ni una sola vez desde entonces. "Ni siquiera para preguntarme cómo estoy", cuenta

Su actitud también le ha causado un cierto coste personal: ha perdido contacto y cercanía con quien él mismo llama su "hijo político": el joven ex alcalde de Torre Pacheco, Daniel García Madrid, condenado a diez años de inhabilitación por un delito continuado de prevaricación administrativa por las adjudicaciones de contratos a dedo en el ayuntamiento. Tuvo que dimitir y Garre dejó de convocarlo a la junta local del partido. Resultado: amistad rota.

Pedro Antonio Sánchez, el sucesor oficial del emigrado a Europa, que sigue presidiendo el partido regional, tampoco quiere saber mucho de él. Ni una llamada, ni un café, ni una felicitación. Al igual que la mayor parte de los 22 diputados del grupo parlamentario popular en la Asamblea Regional, cosa que duele al defenestrado pues, al fin y al cabo y como él recueda, muchos han sido compañeros suyos de bancada y de vida partidaria.

Porque a Garre otra cosa no, pero trayectoria política, influencia y relaciones en el PP se le suponen. Pero debe tenerlas. Preside, aún, el partido en el Torre Pacheco. Fue diputado en el parlamento regional desde 1991 y desde 1995 a 2004, portavoz del grupo popular. Pasó entonces a ser diputado en el Congreso durante dos legislaturas, hasta que volvió a la Asamblea Regional en 2011 como vicepresidente primero.

En la entrevista que hoy ha incendiado los medios de toda España, Garre menciona como referente la petición del expresidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, de que alguien "se mire al espejo". En Murcia, pocos dudan de que, pese al ostracismo oficial al que está sometido, el presidente más breve de la Región sigue manteniendo muchos y variados contactos partidarios en España y que sus palabras reflejan bastante más que una mera toma de postura personal.

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