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Antón Saavedra, el guerrero del carbón

El histórico líder de la Federación de Minería de UGT está a punto de publicar ‘Villamocho’, un libro sobre la corrupción en la cuenca minera asturiana, en la que el caso Villa –asegura- “es sólo la punta de la punta del iceberg”.

Saavedra (en el centro) en 1982, tras poner fin a 35 días de encierro en la mina onubense de Cala

CRISTINA S. BARBARROJA

A pesar de ese aspecto fiero, de guerrero curtido en la negra batalla del carbón y en la sibilina contienda política, a Antón Saavedra (Asturias, 1948) se le escapa el corazón con los recuerdos que exhibe con sencillez. Los buenos, en su asturianu natal. Los malos, en el castellano malsonante de Camilo José Cela… otro que gustaba de cubrirse con la boina que es parte del minero: “Ya no soy capaz de quitarla”.

Y no es capricho la montera. Es un homenaje al güelu al que Antón siempre quiso parecerse: “José Cantera, lo llamaban. Un dirigente socialista de los de verdad, jefe de los maquis en la Revolución del 34 y en esa guerra incivil del 36. Años jugándose la vida en el monte, preso y condenado a muerte… y después vino a matarse en la mina también”.

Escucha la entrevista a Antón Saavedra:


Así que de casta le viene el arrojo a Saavedra. También del lecho en el que su madre lo parió, a 10 metros del pozo de San Antonio en el que picaba carbón su padre, “un Messi, un Ronaldo de la mina”, fichado por HUNOSA cuando Antón apenas le llegaba a la cintura. A los 5 años la familia se trasladó a la casa de Juécara de Langreo en la que sigue viviendo hoy, “en el típico barrio minero en el que el franquismo concentraba a los trabajadores para tenerlos en un puño; tremenda equivocación porque después se convirtieron en auténticas fortalezas del movimiento obrero, una pequeña Rusia”.

Antón Saavedra

Antón Saavedra

Y allí disfrutó el hijo del picador de una infancia feliz “salvo por el hecho –cuenta con irónica nostalgia- de que tenía que ir obligatoriamente a la escuela. Había otros niños de la mía edad que ya estaban trabajando, reventados los pobrinos. Y a mi parecíame que mi padre era un cabrón”. La silicosis, los accidentes, se habían llevado a 7 miembros de la familia. Así que Antón cumplió la voluntad paterna hasta que terminó el bachiller y decidió convertirse en barrenista, “un trabajo, duro no, durísimo”.

Recuerda un sábado cuando, recién terminada la jornada en el pozo Fondón, se trabó una jaula. “Me estaba duchando y escuché gritos. Salí desnudo para allá. Aquello era un amasijo de carne, de brazos rotos, de cabezas… terrorífico. Y, al parecer, fui el que más hice sacando. Pero yo era más ignorante que valiente”, afirma modesto al referirse a una de tantas desgracias… y a su llegada a movimiento obrero, cuando sólo tenía 16 años.

“En Langreo se creó el Club de Amigos del Nalón en el que nos organizábamos los chavales con inquietudes. Yo intervenía tranquilamente desconociendo el peligro de hablar de ciertas cuestiones. En el 67 fui elegido presidente del club, sin saber yo que era una tapadera del Partido Comunista que allí tenía su aparato de propaganda. Eso me hizo pasar muchas veces por comisaría”.

Gracias a aquellos clubes “y a la organización de los propios mineros, poco a poco fueron mejorando las condiciones de trabajo, en contra de los sindicatos franquistas que jamás renovaron ni una toalla para secarse. Fueron las mismas conquistas que ahora se están perdiendo por estos llamados sindicatos de clase que no son más que pandilleros al servicio de la patronal y del Gobierno”.

Antón junto a su padre en 1953, en la barriada de Lada

En 1968, Antón decidió reengancharse a los estudios. Tras la jornada laboral, viajaba de Langreo a Oviedo cada noche para estudiar Graduado Social, “¡y aprovechaba cada viaje para repartir panfletos!”, se ríe. Tras licenciarse y opositar –acabó número uno- se convirtió en el jefe de Personal de HUNOSA. Y “cuando ya empieza a asomar esto que llaman democracia y que -como dicen los otros- no lo es; cuando empieza a ver la luz la Segunda Restauración Borbónica, mal llamada modélica Transición, soy elegido secretario general de la Federación Estatal de Mineros”.

Le cuesta a Saavedra decir el cargo completo: “del SOMA-UGT” y, cuando se le mienta la bicha… sale de su gesto torcido el nombre de José Ángel Fernández Villa, el excompañero investigado tras regularizar, en la amnistía fiscal de Montoro, 1,4 billones de euros. “Éramos veintitantos afiliados; de hecho tampoco estaba el Villa, tanto que dicen que fue el fundador. Y empezamos a refundar el SOMA, a hacer afiliación de los pozos y a hacer organización porque no había nada, de nada, de nada”.

“Se lo debo todo al carbón”

Cuenta que los veintitantos contaron con el apoyo de la propia empresa y del PSOE y, a continuación, matiza lo demoniaco de aquel sostén. “Era lo que se después ocurrió: una operación para hacer desaparecer la minería del carbón en Asturias; algo así como una venganza de la burguesía que había sido incapaz de superar la Revolución del 34”. Nítidas en su memoria, la fecha y las palabras de Felipe González, el 16 de febrero de 1983, cuando convocó a 14 directores de periódicos para decirles que había llegado el momento de que Asturias caminara hacía una nueva civilización.

“Se creó la imagen de un enfrentamiento irreal entre Villa-Saavedra, Savedra-Villa. Pero el problema era de concepción política, de quién estaba dispuesto a dejarse el pellejo por el sector del carbón y de quién entraba en el juego de la burguesía. Y yo perdí. Porque la minería está cerrá. Lograron su objetivo”, concluye con cierta resignación.

Saavedra en uno de sus úlitmos encuentros con Gonzalez en La Moncloa

Saavedra en uno de sus úlitmos encuentros con Gonzalez en La Moncloa

Cierta porque, aunque no cree que vayan a devolverle lo que ha sido todo en su vida, el carbón, al fiero Antón no hay quien lo pare, ni siquiera los tres infartos que le obligaron a retirarse definitivamente del sindicalismo y la política. En el 89 dejó una UGT “domesticada y al servicio del PSOE”. Abandonó también el partido tras decirle a Felipe González, en su última visita a La Moncloa: “Guerra y tú sois un par de fascistas”. Hasta el año 99 fue diputado del PASOC en Izquierda Unida, a la que mandó también “a rascar los cojones porque aquello parecía un mercáu”.

Hoy se dedica a cuidar de Irma, la mujer a la que conoció cuando tenía 14 años y de la que dice estar “cada día más namoraú”. Por las mañanas sale a caminar una hora, en llano, para que trabaje su corazón. Y los mediodías arregla el mundo con los compañeros del chigre en torno a unas botellas de sidra.” Lo que pasa es que cuando salimos del chigre ya está el país patas arriba otra vez”, vuelve a reír.

Las tardes, en pijama, en los mismos 57 m2 en los pasó su infancia, las ocupa en alimentar el blog del que pronto saldrá un libro: ‘Villamocho’. Una denuncia sobre la corrupción en el sindicalismo minero y “la financiación de las cúpulas del pandillerismo donde lo de Villa –afirma- es la punta de la punta de un iceberg”. “Ahora se descubren una serie de cuestiones que nunca me sorprendieron, en absoluto, y me dicen: ‘Joder Antón, qué razón tenías”. Su respuesta: “Y a mí de qué me sirve tener razón si el único objetivo era salvar la minería. Esa fue la realidad”.

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