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"Si atacas y provocas, al final la gente pierde el miedo"

Ambiente festivo en el cuarto día de protestas contra la sentencia del 'procés'. Más de 11.000 personas, en su mayoría muy jóvenes, participan en una convocatoria "deportiva" de los CDR, y se desmarcan de los disturbios de los últimos días, si bien defienden la necesidad de "más acción" después de concluir que con la vía institucional no se ha logrado la independencia.

Más de 10.000 personas han participado en la convocatoria de los CDR en Barcelona. QUERALT CASTILLO.

Queralt Castillo Cerezuela

A la misma hora que un grupúsculo de ultraderecha se concentraba en la plaza Artós de Sarrià bajo el lema Trae tu bandera y tus ganas de defenderla, en los Jardinets de Gràcia de Barcelona miles de personas se reunían en la cuarta jornada de protestas contra la condena del Tribunal Supremo a los dirigentes independentistas. La convocatoria prometía un ambiente festivo con la llamada a hacer una "olimpiada republicana, fiesta deportiva y desobediente de los CDR: lleva tu balón, tu chándal y tus ansias de libertad". Y, realmente, durante las más de dos horas que se ha alargado la convocatoria de los CDR, el ambiente, además de festivo, ha sido deportivo, con miles de jóvenes -muchos menores de edad- practicando varios deportes. Según la Guardia Urbana, ha congregado a 11.000 personas.

El acto de los CDR ha culminado una nueva intensa jornada de movilizaciones, que ha tenido como elementos más destacados las manifestaciones estudiantiles del mediodía -decenas de miles de alumnos han participado en Barcelona- y la segunda jornada de las Marchas por la libertad, que el viernes llegarán a la capital, coincidiendo con la jornada de huelga general convocada por la Intersindical-CSC y la IAC.

Después de que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, saliera pasada la medianoche del miércoles para hacer una declaración institucional apelando a la no violencia, la gente ha vuelto a salir a la calle. La estampa contrasta con la del miércoles: grupos de jóvenes jugando al balón, saltando a la cuerda, jugando a las palas. Nadie grita y algunas personas llevan altavoces. En algunos puntos suena Txarango. A nadie le han gustado las imágenes del miércoles, de contenedores y coches ardiendo.

"Todo lo que pasó ayer no nos representa. Ayer se cruzó una línea roja, no sé si esa era la intención. Hacer barricadas para protegerse de los policías es algo y quemar coches, otra de muy diferente", dice Ariadna Carulla, estudiante de 23 años. "Pienso que la gente está muy enfadada, puede que haya algún infiltrado, pero pienso que la gente está harta. Estamos enfadados por la sentencia, con el Gobierno español, pero también con el catalán, que no se ha pronunciado sobre la violencia policial y tampoco está haciendo nada por la independencia".

Clara Marfull tiene 22 años y es estudiante de ciencias ambientales; piensa que los catalanes han perdido el miedo. "Esto puede ser un problema, pero, al final, si atacas y provocas, la gente pierde el miedo". Ambas piensan que aquí no sólo está en juego la independencia: "Se acerca una nueva crisis y hay gente que piensa que hay problemas sociales que se solucionarían con la independencia", asegura Clara. Confían plenamente en el Tsunami Democràtic y las acciones que se están programando, pero no tienen demasiada fe en el diálogo entre Catalunya y España: "Debería haber un diálogo pero el Gobierno no quiere. De España sólo podemos esperar represión".

"A mí me han hecho independentista las instituciones españolas, no las catalanas"

A unos metros está Genís Manzanares, de 18 años. Ha estado en las movilizaciones en Girona, ciudad en la que estudia y hoy ha decidido bajar a Barcelona. "Hemos visto cómo diez años de movilización pacífica no han servido de nada, no ha habido ningún movimiento político y no defiendo la violencia, pero sí pienso que hace falta más acción y más desobediencia para conseguir los objetivos". Piensa que el protagonista del cambio es el pueblo, "tal como se está demostrando (...) pero mostrar estas imágenes de violencia es hacerse daño a uno mismo". Es joven, pero sabe que en el ámbito institucional no todo puede ser blanco o negro y que la gente aguantará en las calles en función de lo que esté dispuesta a sacrificar.

"Queremos tener un país justo y por eso quizá necesitaremos movilizarnos semanas o meses, lo que sea necesario. Aunque creo que la movilización en la calle bajará, seguramente la próxima semana. Sin embargo, hace años que nos manifestamos, el movimiento independentista sube y baja ", razona. Genís no quiere la independencia porque se sienta catalán, sino porque la democracia española "es una broma, no es un país seguro económicamente. A mí me han hecho independentista las instituciones españolas, no las catalanas". Lo tiene claro.

Partidos de voleibol, pachangas improvisadas e incluso un limbo con música. Hay quien hace burbujas de jabón e incluso hay una cesta de corfbol. Alba Huertas y Gerard Oto tienen 17 años y desde el miércoles hacen huelga. No les gustan las imágenes de violencia pero aseguran que con las protestas pacíficas de estos años no se ha conseguido nada. "Entendemos que la gente esté cansada, porque nadie nos escucha; pero no está bien quemar contenedores ni coches, o provocar a la Policía ". Gerard está enfadado con los Mossos y la Policía Nacional: "Si no se quedaran y se fueran, no pasarían estas cosas, pero les gusta el salseo. Les va la marcha ".

Se han leído los resúmenes que se han ido publicando sobre la sentencia y saben que no se puede cambiar, así que confían en Europa. "Pedro Sánchez sólo se ha reunido con el PP, Ciudadanos y Podemos, eso a nosotros no nos sirve de nada. El diálogo se inicia cuando hablas con la otra parte, no cuando hablas contigo mismo. Sólo nos queda esperar que nos escuche Europa ", dice convencido Gerard.

Es el primer día que se movilizan, porque "tenían cosas que hacer". No comparten los métodos empleados durante los últimos dos días: "Los cuatro exaltados de estos días están tirando por tierra todo el trabajo realizado durante los últimos siete años. Ahora España dirá que no somos pacíficos por culpa de una minoría que la está cagando ". Reconoce que él está más exaltado ahora que antes, pero no aprueba la violencia.

Pasa el helicóptero de los Mossos, con esa barriga blanca que lo diferencia del helicóptero de la Policía Nacional, de estómago oscura y donde se lee Policía. La gente silba, grita y levanta los brazos. Algunos insultan, pero nadie quiere que se repitan las estampas del martes y miércoles. Una vez el helicóptero desaparece, los manifestantes vuelven a los juegos que han llevado. A tan sólo unos metros, unas chicas saltan a la rayuela. Nada que ver con el relato de los últimos días. Pasadas las nueve y desconvocada la manifestación, la gente sigue conversando, sin mucha intención de moverse. La mayoría harán huelga mañana, quizá por eso no tienen prisa por volver a casa.

Los periodistas, en el punto de mira

También los periodistas parecen más relajados hoy. Algunos, incluso, se han sacado los chalecos; nada que ver con la tensión que han tenido que vivir desde el lunes. Según el Observatorio Crítico de los Medios, al menos 31 informadores han sido heridos desde que comenzaron las protestas, la gran mayoría agredidos por los Mossos y la Policía Nacional y pese a ir identificados como prensa. Según el Observatorio, nunca antes se habían visto estas cifras. Desde la organización se ha presentado una denuncia, hecha a partir de un informe elaborado por el Sindicato de Periodistas, y la Federación Europea de Periodistas y la Federación Internacional de Periodistas la han presentado ante el Consejo de Europa. Las dos federaciones internacionales exigen al conseller de Interior de la Generalitat, Miquel Buch, y al ministro de Interior español, Fernando Grande-Marlaska, una investigación para esclarecer estas agresiones a profesionales de la información.

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