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Carod-Rovira,
profeta sin carné

El auditorio de Girona vibró este jueves con el acto inaugural de campaña de ERC-NECat. Josep Maria Terricabras, cabeza de lista de la coalición para las elecciones europeas, estuvo acompañado por dos pesos pesados del partido republicano: su presidente, Oriol Junqueras, y la secretaria general, Marta Rovira. En el horizonte, la defensa del derecho a decidir del pueblo catalán en Europa.

Algunas comarcas más al sur, en un chalé adosado cercano al casco antiguo de Tarragona, el ex presidente de Esquerra y ex vicepresidente del gobierno catalán Josep-Lluís Carod-Rovira (conectado por guiones, sí, como su admirado poeta Rosselló-Pòrcel) vivía el arranque de la campaña electoral de forma mucho más sosegada. 'Felizmente', como le gusta remarcar. En junio hará tres años que se dio de baja de la formación. Y en todo este tiempo su único vínculo con el partido que le llevó a formar parte de los dos últimos gobiernos de izquierda en Catalunya se resume en tres encuentros informales: uno lejano, con Junqueras, y otros dos más recientes, con Rovira, en los que se especuló con que la secretaria general sondeaba su regreso a la familia de ERC.

No, No. Josep-Lluís Carod-Rovira, hijo de guardia civil, filólogo y político 'permanentemente progresista e independentista con fecha de caducidad', ya no se juega el bigote. Tampoco el voto, más voluble que de costumbre por culpa de algunas formaciones a las que últimamente guiña el ojo. Sin ir más lejos, en su última comparecencia pública, la de la presentación del libro '2014', fecha que el propio político profetizó a mediados de 2007 como la que determinaría el futuro de Catalunya, se rodeó de David Fernández, diputado de la CUP, y Joan Herrera, líder de ICV.

Reparte las horas entre la literatura, la docencia y apariciones que procura moderar 

Carod-Rovira reparte hoy las horas que antes devoraban sus obligaciones políticas entre la literatura, la docencia y apariciones que procura moderar. Aunque luego se conviertan en charlas inacabables en las que saca a relucir sus dotes de orador y verbo travieso. Cuando se le acabó el coche oficial, volvió a recurrir al tren, su gran aliado ante la falta de otro carné en la cartera: el de conducir. En sus idas y venidas a Barcelona aprovecha para tuitear lo más destacado de la política catalana. A fin de cuentas, el Parlament de Catalunya no queda lejos de su despacho, situado en El Born, donde prepara la cátedra de diversidad social que imparte en la Universitat Pompeu Fabra. Una oficina luminosa decorada con elementos de todo tipo: una fotografía de Lluis Companys, el líder de ERC fusilado tras la Guerra Civil; otra del propio Carod-Rovira junto al Dalai Lama; y un recorte de periódico anunciando la tregua de ETA. La última, no la que la banda terrorista comunicó exclusivamente para Catalunya, tras la reunión que el entonces primer consejero del gobierno catalán realizó de forma secreta hace diez años y que precedió su dimisión en el cargo. Carod-Rovira sigue restándole importancia a aquel episodio. Sólo en las formas, porque en el fondo mantiene que aquella reunión le cambió la vida y sentó las bases del cese definitivo de la actividad armada.

A Carod-Rovira los años de gloria le quedan lejanos, tal vez porque cuando su nombre provocaba pinchazos en el hígado del españolismo, el independentismo catalán sólo tenía tres siglas, ERC. De igual forma, cuando su partido convirtió a José Montilla en el primer presidente nacido fuera de Catalunya, las balas del Estatut y el Pacto Fiscal aún estaban intactas en el cargador de la Generalitat. Pero la pluralización del movimiento independentista ha convertido a Carod-Rovira en una figura anacrónica, voluntariamente apartada de un proceso que se hartó de proyectar y que ahora es replicado de forma desacomplejada por los dirigentes que antes miraban a otro lado cuando escuchaban sus teorías. Como si aquella quimera suya fuera hoy una realidad cómoda, cotidiana.

'Me llamo Josep-Lluís, no José Luis. Aquí y en la China popular' El político que paradójicamente encontró la fama nacional en la televisión pública española -su regate a la incultura en forma de 'Me llamo Josep-Lluís, no José Luis. Aquí y en la China popular' sigue sacándole una sonrisa- es hoy un lúcido devorador de libros que sigue alimentando una biblioteca con más de 18.000 títulos, cientos de ellos dedicados exclusivamente a los procesos de independencia de los países. Liberado de toda carga institucional, se congratula de haber recuperado los fines de semana y aunque una de sus pasiones es viajar, hay sitios que prefiere no pisar. Lo asegura a raíz de su último libro, a punto de ser traducido al español. Para el País Vasco y México ya tiene organizado un plan de presentaciones. Las dudas surgen con Madrid, claro.

Fue un jinete solitario, capaz de incomodar a España y ejercer de 'mosca cojonera' del tripartito con sólo abrir la boca. A veces no era ni necesario. La fotografía en la que bromeaba con una corona de espinas en un viaje institucional a Israel alimentó durante meses el linchamiento público al que algunos medios recurrían por inercia. Un 'honor' que hoy recae en la figura de Artur Mas, con la salvedad de que el President luce un escudo más resistente que el de Carod-Rovira, el de la mayoría social. Mientras medita a qué partido deposita su sufragio en los próximos comicios europeos, celebra los pasos que el gobierno catalán está realizando hacia el destino soñado. Quién sabe si llegado el momento aparece un nuevo sondeo de su ex querida ERC pidiéndole una segunda oportunidad. Y en lugar de una negativa, dice Sí, Sí. Sería la mejor forma de recuperar dos carnés de una tacada. El del partido, y el de identidad. Con el DNI actual sigue sin sentirse del todo a gusto...

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