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Ceballos apunta hacia los políticos en la ‘Guateque’

El principal imputado en la presunta trama madrileña de corrupción asegura que 'sólo se adelantaban los expedientes que decían los políticos'.

LUIS CALVO

'Sólo se adelantaban los expedientes que decían los políticos que se adelantaran'. Victoriano Ceballos, presunto cerebro de la trama de corrupción madrileña, rompió ayer su silencio y lo rompió a gritos. En los careos ordenados por el juez con su jefe de departamento, Joaquín Fernández de Castro, y el ingeniero de Urbanismo, David Fernández, Ceballos señaló a lo más alto del Ayuntamiento.

Según él, no existe tal trama de corrupción respecto a los expedientes, sino una práctica común en la Concejalía. 'El concejal se lo pedía al director general; el director general a Joaquín Fernández de castro y Joaquín a mi' explicó. Por si quedaba alguna duda remató: 'Si en la ficha ponía adelantar por orden de... se hacía. Es normal que se adelanten expedientes. La cadena de mando funciona así'.

Ceballos le restó después importancia al compararlo con otras vías para adelantar expedientes cómo 'llorarle' al director general. 'La gente se inventaba cualquier cuento para sacar adelante su licencia', explicó. Rebajó también la magnitud de las irregularidades: 'De mil expedientes se agilizarían unos cuarenta'.

Todos, explicó, estaban al día el 10 de noviembre, cuando estalló el escándalo. Para ello se habían contratado a doce técnicos.

Una broma
Por lo demás, Ceballos se dedicó a tirar balones fuera con argumentos algo peregrinos. Una conversación grabada entre él y un ingeniero de Urbanismo, David Jiménez, desvelaba que pensaban repartirse 6.000 euros de una licencia. Cada uno se escapó de una manera. Ceballos no recordó siquiera que fuera el ingeniero con quien habló. En todo caso, se preguntó: '¿Soy un corrupto de 3.000 euros?'. Si tuviera dinero, justificó, 'no tendría a mi hijo poniendo ladrillos desde las siete de la mañana a las nueve de la noche'.

El abogado de Jiménez, por su parte, fue más directo. Atribuyó la llamada a una broma de su cliente que 'se quiere elevar a la categoría de delito'.
La misma táctica siguieron los imputados en el segundo careo. Fernández de Castro negó haber filtrado la carta en la que se acusaba a de ser el 'único chorizo'.

El presunto cerebro de la trama avaló la versión de su jefe. Según el, 'Joaquín no ha podido escribir eso'. La razón, según el, es simple: 'es un bendito, una persona con profundas convicciones religiosas y cultura'.

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