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El cortijo que Queipo de Llano "rebañó" a Sevilla por la muerte de 50.000 republicanos

La finca de Gambogaz fue “donada” al general golpista a finales de 1937 por suscripción popular. Colectivos memorialistas reclaman hoy su titularidad pública para convertir aquel espacio, donde se realizaron trabajos forzados con presos del franquismo, en un lugar de la memoria.

Estado actual del cortijo Gambogaz.- CGT Andalucía

María serrano velázquez

El legado del general Queipo de Llano va decayendo lentamente en la ciudad de Sevilla. Las últimas noticias sobre la construcción del columbario dentro de la famosa Hermandad de la Macarena suponen que se dejará sin visibilidad pública su tumba, para cumplir con rigurosidad la nueva Ley de memoria democrática andaluza. Un duro golpe para sus herederos que piden no remover más la figura de Queipo.

Pero los colectivos memorialistas siguen en lucha y han comenzado un nuevo pulso sobre la titularidad del cortijo que la ciudad de Sevilla le regaló a Queipo de Llano por sus 'logros' en el golpe del 36. Sin documentación que acredite dicha donación “forzosa”, el cortijo de Gambogaz sigue produciendo beneficios por las cosechas que van a parar a manos de sus actuales propietarios, los herederos de Queipo. Pero hasta el momento nadie había planteado de forma oficial la dudosa titularidad de la finca, con el objetivo de que pudiera volver a pertenecer a la administración pública y convertirlo, más de 80 años después, en un nuevo lugar de la memoria de Andalucía.

El alcalde franquista Ramón de Carranza no lo pensó dos veces: hacer una suscripción popular para regalar una finca de 550 hectáreas de terreno y un caserío, el cortijo Gambogaz, al general golpista Gonzalo Queipo de Llano. La colecta popular ascendió a cien mil pesetas en diciembre de 1937. Una cantidad imposible entonces para un ayuntamiento colapsado por los rigores de la guerra. “A funcionarios del ayuntamiento y de la diputación de Sevilla les fue retenido un día de salario para recaudar parte de la ingente cantidad que forzosamente tuvieron que pagar junto a muchos vecinos de la ciudad”, aclara el investigador José Villa a Público.

Queipo de Llano, al que se le atribuye la responsabilidad de la desaparición y fusilamiento de 48.349 personas en Andalucía, falleció de muerte natural en su cama en la edificación del cortijo Gambogaz, una de las pocas propiedades que logró "rebañar" de sus tiempos de gloria como general franquista. En plena posguerra sería relegado por Franco a un "exilio político" en Roma debido a las oscuras relaciones jerárquicas de subordinación que se establecieron entre los diferentes generales de la cúpula golpista.

Cortijo de Gambogaz

El Cortijo de Gambogaz.- CGT Andalucía

José Villa, experto en esta materia, se encuentra actualmente inmerso en la elaboración de una tesis doctoral sobre los cinco meses del frente popular en Andalucía. En su estudio, pretende desvelar algunas incógnitas sobre esta propiedad situada cerca de los terrenos de la Expo '92, a orillas del río Guadalquivir. La propiedad se encuentra "en un emplazamiento privilegiado", como detalla el Instituto Andaluz de Patrimonio y de “una gran riqueza patrimonial”. Su torre fue declarada Bien de Interés Cultural en 1985 y las más de 550 hectáreas siguen dando sus frutos, a pesar del abandono de la planta principal de la finca que quedó deshabitada tras la muerte del militar en marzo de 1951.

No es la única suscripción popular que el general organiza en sus años de mandato. Villa recuerda que “la construcción de la actual basílica de la Macarena también tuvo una fuerte aportación de los vencidos por el miedo a las consecuencias de no aportar ninguna peseta”. La Basílica se erige en 1949 y la Hermandad nombra a Queipo 'Hermano Honorífico', un título que ostenta aún en la actualidad.

Sin documentación del “regalo” a Queipo de Llano

Colectivos memorialistas llevan reivindicando casi una década que se demuestre “aquella donación del gobierno local de la ciudad y los papeles de expropiación al anterior propietario”. La finca fue durante el siglo XIX "cuna de la burguesía y de la mecanización agraria", gracias a su anterior propietario, el sevillano Ignacio Vázquez Gutiérrez, que renovó Gambogaz incorporando la primeras labores de mecanización agrícolas a mitad de los años 30.

Pero pronto vería en venta forzosa su propiedad. “Se dice en la memoria oral que un grupo de militares fueron a ver a un familiar de Vázquez a la cárcel de Huelva y que ahí firmó los papeles para que Queipo pudiera ocupar la propiedad, casi obligado”, aclara Cecilio Gordillo, coordinador del grupo de trabajo de Memoria Histórica (RMHSA) del sindicato CGT.

Mano de obra de presos políticos en las tareas agrícolas

El propio ayuntamiento de Camas (municipio donde se ubica el cortijo) y los colectivos memorialistas han pedido a la Junta de Andalucía que Gambogaz sea declarado “lugar de la memoria”. Sobre todo, enfatiza Gordillo, por “los testimonios que confirman que aquel cortijo fue depósito de presos y lugar de trabajos forzados durante la guerra y posguerra”.

Documento de traslado de un preso al cortijo de Gambogaz

Documento de traslado de un preso al cortijo de Gambogaz.- CGT Andalucía

“Los testimonios hablan de cómo el patrón de Gambogaz iba hasta la prisión provincial de Sevilla para coger a un grupo de presos a que ejerciera dentro del cortijo tareas agrícolas y ganaderas trabajando de sol a sol”, añade Gordillo. También aporta pruebas, escasas, pero algunas que retratan la barbarie de aquellos días. Un documento inédito del gobierno militar de Sevilla acredita el traslado de presos, firmado por el juez militar número 21 de Sevilla el 29 de mayo de 1940. Los presos, sin especificar número, eran trasladados desde la prisión provincial hasta el municipio de Camas donde se ubica Gambogaz. Sólo aparece el nombre de uno de ellos, José Espinosa Conde.

El historiador Jose María García Márquez recuerda el “amplio número de expedientes de traslados que certifican el trabajo forzado en Gambogaz”, desde 1937 hasta los años cuarenta. “No es baladí pensar que los presos se daban bofetadas por ir a trabajar al cortijo, porque allí se aseguraban un plato de comida diario”.

García Márquez señala el caso concreto de un carpintero sevillano que figura en el archivo como preso trasladado a Gambogaz. Este carpintero cumple condena en el cortijo en 1937. “Allí es condenado a realizar trabajos forzados cumpliendo un arresto de Orden Público”. En los numerosos expedientes analizados por este investigador, el nombre del capataz de Queipo, Emilio Elena Landa, firma cada uno de los movimientos de presos que se realizan para las tareas agrícolas en la finca.

“Allí es condenado a realizar trabajos forzados cumpliendo un arresto de Orden Público”

“Si necesitaba veinte para una cosecha, treinta para otra siembra, Landa solo tenía que ir a la cárcel y sacarlos”. Poco se conoce de las condiciones de vida de aquellos presos en Gambogaz. Tan sólo la existencia de unos pabellones auxiliares cerca del caserío que pudieron servir de barracones para los presos. Era la etapa de crecimiento de la recién nacida Fundación Agrícola Queipo de Llano, constituida en 1937.

Eva Pérez, concejala del ayuntamiento de Camas, municipio de Sevilla donde se encuentra la finca, asegura a Público que muchos vecinos del municipio son aún hoy “memoria viva de aquellos días”, cuando sus padres fueron contratados por los patrones del cortijo para trabajar en la inmensidad de aquellas tierras. “Nadie olvida aquí lo que ocurrió en aquella finca. Los testimonios orales nos permiten conocer cómo aquella explotación era una verdadera fuente de riqueza para sus herederos”.

Reclamar la titularidad de Gambogaz

Enrique Castro, vecino de Camas y colaborador de la asociación memorialista de este municipio, ha lanzado un comunicado para las asociaciones y grupos parlamentarios de Andalucía con la “intención de que Gambogaz pueda ser expropiado de su titularidad”.

El cortijo de Gambogaz

El cortijo de Gambogaz.- CGT Andalucía

Solo una parte de las parcelas (incluido el caserío) pertenece ya hoy a los nietos y herederos del general golpista. Paloma Queipo de Llano, sobrina nieta del general ya señalaba que la “titularidad del cortijo se encuentra entre sus descendientes más directos”. Sus nietos: Gonzalo García Queipo de Llano, actual presidente del Patronato de la Fundación Pro Infancia, Gonzalo García Yangüela y María de los Ángeles Queipo de Llano.

“La familia se niega a facilitar la entrada, reparar el abandono de este cortijo que tanto irrita a los vecinos que los vemos a diario”

Existen aspectos legales que pueden favorecer, según Castro, la tramitación de esta expropiación: el grado de abandono en el que se encuentra la torre del caserío, declarada Bien de Interés Cultural y para la cual no se ha facilitado ni promovido las visitas públicas. “La familia se niega a facilitar la entrada y a reparar el estado actual del cortijo que tanto irrita a los vecinos que lo vemos a diario”, remarca Castro.

El grupo memorialista de CGT, coordinado por Cecilio Gordillo, reclama la necesidad de que el ayuntamiento de Sevilla pleitee por la propiedad de Gambogaz en los juzgados. “Si expropiamos hay que pagarle a los herederos y lo que queremos es que estos terrenos tenga titularidad pública para aprovechar sus inmensas instalaciones”.

La reforma que Queipo nunca llegó a realizar

“Gambogaz no se ha reservado para que yo viva de su renta, sino para obrar en él la reforma agraria, sirviendo de base a la labor futura del Gobierno”. Queipo de Llano daría estas declaraciones en la edición del diario Abc del 9 de diciembre de 1937 refiriéndose a la propiedad que acababa de recibir, el cortijo de Gambogaz. Así, su objetivo era “repartir la producción entre aquellos obreros que más se hayan distinguido en el trabajo o que más hayan sufrido por la patria”.

Aquel “generoso rasgo de desprendimiento” daría trabajo y cobijo a “cincuenta o sesenta familias de trabajadores en el campo” en aquella etapa tan dura de posguerra. Aquel proyecto de acogida de familias nunca se llevó a cabo, a pesar de la propaganda ejercida por el general.

Queipo de Llano pasaría sus últimos meses de vida en las habitaciones del caserío de Gambogaz y moriría rodeado de parte de su familia y sus íntimos colaboradores beneficiados como terratenientes por la amplia repercusión del golpe en Sevilla.

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