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Rajoy - Gürtel El gato 'palleiro' de Rajoy

Un señor de Pontevedra ha declarado en la Audiencia Nacional, aunque resulta paradójico que comparezca como testigo de la Gürtel cuando él no ha visto nada. ¿Pero estaba dentro de la sala o no, que se preguntaría Schrödinger? ¿Vivo o muerto?

Mariano Rajoy, ante el tribunal del caso Gürtel. /EFE

Un señor de Pontevedra ha declarado en la Audiencia Nacional. Sentado a la diestra del padre del tribunal, entre los magistrados y los abogados defensores, podría pasar por un funcionario del cuerpo judicial si alguien le hubiese prestado una toga a tiempo y apareciese en escena, como el figurante de una ópera bufa, nada más levantarse el telón. Pero Rajoy no está, aunque se le espera, hasta que surge de la nada con su paso marcial y esos brazos oscilobatientes: da la impresión de que, cuando da una zancada, un mecanismo interno accionado por la apertura de las piernas le provoca un estiramiento de los brazos en horizontal.

Luego veremos que el artilugio es superfláutico: mientras declara como testigo en el juicio del caso Gürtel, sus extremidades de plastilina también se solidifican en estiramiento vertical —eso que el vulgo llama aspaviento—, aunque desconocemos si sigue moviendo las piernas bajo la mesa para estilizar los hilillos o el engranaje rueda solo. Rajoy, decíamos, mantenía viva la llama de la desaparición mariana, hasta que tuvo a bien brotar de las dependencias donde esperan los testigos antes de declarar.

Lo hizo con el retraso propio de un novio primerizo —si la novia era la trama, el velo impide verle el rostro—, pero quizás llegó en punto: cuando se acercan estos momentos, los invitados pierden la noción del tiempo y están más pendientes de Twitter y otras mandangas que de la declaración de un presidente del Gobierno. Hablando de todo un poco, yo no sé lo que pensarán los rusos, pero la wifi no iba, y eso que se habían acreditado para la ceremonia dios y su madre.

Mas volvamos al principio, o sea, a lo importante: el habitáculo donde aguarda el líder del PP —madera clara, una cristalera tapada por una cortina, la puerta que sitúa a Rajoy directamente en el centro del campo, junto al árbitro, como esos túneles del fútbol que evitan botellazos o, peor, la caída de treinta monedas de plata, que por aquí también han pasado traidores— es algo así como el cuarto de los ratones.

Aunque, en realidad, dentro está el gato de Rajoy, que es como el de Schrödinger pero palleiro, una denominación que tanto vale para el chucho gallego como para la raza de can autóctono que ejerce de pastor: Rajoy como guardián de la casa sita en Génova 13. Al grano: después de tanto tiempo desaparecido, ¿está el presidente en el interior de la caja? Ya, el físico austríaco —o sea, Schrödinger— se preguntaba si el gato estaba vivo o muerto. Y ambas probabilidades eran similares: fifty-fifty. La paradoja de Rajoy radica en que, esté o no esté dentro, la probabilidad de que diga algo con chicha es del cero por ciento.

Si sorprende la expectación, imagínense los comentarios: “Éste no ha dicho nada”. ¿¡Pero qué va a decir!? ¡Si lleva sin saber rien de rien desde que sacó las oposiciones a registrador! En fin, que el testigo, en calidad de ex secretario general del PP, dijo que no tenía ni pajolera idea de sobres ni de sobras —alguno, con las migajas, se ha puesto las botas— y que la financiación ilegal del PP era cosa de los fontaneros: les abres la puerta de casa y luego fíate de ellos. "No sé si se ha confundido de testigo", llegó a responderle al abogado de la acusación, para que se hagan una idea del nivel de la incomparecencia. Por pedir, me hubiera gustado que una mosca se hubiese posado en el hombro de Rajoy, pues daría para una crónica de color (marrón), pero curiosamente en la sala no había moscas.

Por cierto, ¿alguien ha visto últimamente una mosca? Están como Rajoy, desaparecidas. A ver: puedo morirme y presumir de que lo he visto —como otros juran y perjuran que se han cruzado con la santa compaña, aunque yo lo he visto de verdad, ojo—. No obstante, seamos sinceros, tengo la sensación de que era un Rajoy teletransportado. Sí, hemos contemplado cómo salía del cuarto de los ratones (está vivo: Rajoy 1 - Schrödinger 0), pero ¿dónde estaba antes?, ¿cómo ha entrado ahí?, ¿ha regresado al cuarto de los ratones para siempre o ya está en la séptima planta de Génova? No se fíen de quienes dicen que entró por el garaje y salió dios sabe por dónde, porque aquí hay gato encerrado.

Hasta aquí el juicio de la ge de Gürtel, que va después de la efe de FamiliaSobre el papel, se está juzgando la presunta financiación irregular del PP, si bien esto en el fondo va de la familia. Bárcenas se come el marrón —presuponemos que hubo un tiempo en que las moscas poblaban la tierra— a cambio de que no toquen a su mujer ni la pasta —digo yo, en plan presunto—. Si no tienen tiempo para leer el libro, hay película.

Blesa, que no pinta nada aquí, aunque ustedes ya me entienden, protagoniza por su parte una desaparición no retornable para defender a los suyos: se va, digamos, como un patriota de la familia. Hasta ahora, con efe minúscula. Para defender a la Familia con mayúscula —Rajoy se vale solo, saca pecho y por momentos parece decirle al interrogador: "Baja aquí si tienes..."—, todo esto que les hemos contado. Bastante mal y muy deslavazado, pero es una crónica gallega porque no podía ser riojana, que diría el interrogado. La Famiglia es la famiglia, y ésta no perdona misa alguna en la parroquia popular —bueno, ya tenemos el "Dios, patria y familia", podemos ir en paz—.

A todo esto, resulta paradójico que haya declarado como testigo —de la corrupción del PP, se sobreentiende— cuando él no ha visto nada. ¿Testigo de qué, si estaba ahí sin estar? De verdad que lo de este señor es acojonante: la prensa ha publicado que recibió sobresueldos, o sea, dinero escondido en cajas de puros que le entregaban en el Ministerio, por lo que supuestamente sería el R., M.R., Acta M.Ra, M.Raj y M.Rajoy de los papeles de Bárcenas.

Pero él, por supuesto, simplemente pasaba por ahí. Y no resulta menos curioso que haya defendido el proceso judicial como revelador de la verdad, cuando el PP no se ha cansado de poner palos en las ruedas de la Justicia. Ahora bien, no sé cómo nos extrañamos del líder de un partido cuya exfranquiciada madrileña, Esperanza Aguirre, decía que ella misma destapó la Gürtel. Por cierto, pido disculpas por la repetición deliberada del apellido del susodicho, algo que él no hizo tras entonar un mantra que suena a bolero: "Que yo recuerde, no / Que yo recuerde, no / Que yo recuerde, no..."

Antes de terminar, no me ha molado nada el choteo a costa de la condición gallega del testigo. Lean este perfil desmitificador del señor de Pontevedra, aunque también de Santiago, de Sanxenxo y —coñas las mínimas, porque ya van seis años y se le han quedado pegadas las manos al volante— de Madrid. Sin embargo, no deja de ser cierto que Rajoy se ha puesto tantas veces de perfil que, el día que en su pueblo le dediquen una estatua, cuando los paisanos observen el busto ninguno lo va a conocer de frente.

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