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Eduardo Saborido, reincidente de la rebeldía

Diez veces detenido, otras tantas procesado, desterrado, encarcelado en el 1001, el histórico líder de CCOO Andalucía detalla para 'Público' 40 años de lucha por la democracia. “Quienes hoy atacan la Transición, me están atacando a mí”, afirma.

Eduardo Saborido.- Archivo Histórico de CCOO Andalucía

CRISTINA S. BARBARROJA

“En aquella época te aplicaban toda la gama de represión que había. Te despedían, de detenían, te multaban, te deportaban. Toda la gama posible para darte caña y que dejases de reivindicar”. Eduardo Saborido (Sevilla, 1940) la sufrió al completo, sin excepciones, pero “la caña” no cumplió su objetivo con el indomable líder andaluz de las Comisiones Obreras.

Se compró sus primeros zapatos con once años, con el primer salario de 100 pesetas que le dieron en el despacho de abogados en el que ejercía de botones. “La infancia mía fue una infancia de penurias. Mi madre se quedó viuda muy pronto y se puso a trabajar en la Pirotecnia Militar, yo apenas la veía. Después volvió a casarse y se cargó de hijos. Y, sin tener aprendidas las cuatro reglas, tuve que ponerme a ayudar a la casa”.

Con 17 años, terminado un bachiller elemental de horas robadas al sueño, un anuncio en el periódico determinó su trayectoria. Entró a trabajar “en la empresa más culta de Sevilla”, se ríe: la Hispano Aviación SA, hoy CASA. “Y esto es una historia por escribir porque en las grandes fábricas del país es donde primero surgió la semilla de la protesta, el descontento y la oposición al régimen”.

Eduardo Saborido, primero por la izquierda, junto a Marcelino Camacho.- Archivo CCOO

Eduardo Saborido, primero por la izquierda, junto a Marcelino Camacho.- Archivo CCOO

No era menos la Hispano en la que un veinteañero Eduardo entró en contacto con la célula del Partido Comunista que lideraba un tal Garibaldi. “Te comían el coco, te convencían de que España estaba muy mal y de que había que hacer algo. Pero tenías que estar muy convencido porque, como mínimo te jugabas el puesto de trabajo”

Amenazas al indomable. Enseguida se encargó de la reorganización de las Juventudes Comunistas. En el 63, empujado por el PCE, fue elegido enlace sindical y vocal del sindicato del Metal, donde surgieron las primeras comisiones obreras andaluzas. “Lo de ser elegido es una manera de decir”, puntualiza guasón. “Entonces no había elecciones. Era más una especie de selección natural. A ver quién era capaz de ponerse al frente, cuando sabías que te las podías llevar todas. El osado era inmediatamente seguido por los demás”.

De aquellos primeros años de lucha recuerda una arriesgada anécdota que protagonizó con su compañero de pelea, Fernando Soto, y el ministro José Solís, ‘la sonrisa del régimen’. “Nos invitaron a un acto de la propaganda falangista en el Teatro San Fernando. Fuimos ocho. Cuando terminó la intervención de Solis, Fernando le llamó a gritos: ‘¡Señor Solís, Señor Solís!’ ante la mirada atónita de la policía y de todos los fachas. Nos acercamos y le expusimos que no nos dejaban reunirnos. Y él respondió, dirigiéndose al delegado de Sevilla: ‘¡Cómo es posible que se les niegue reunirse!’. Y luego, mirando al resto de la gente: ‘¡Así deben de ser los cargos elegidos por los trabajadores!”.

Cuenta Saborido que, tras aquello, nadie se atrevía a meterse con ellos en el sindicato. Pero duró poco el amparo y, a partir del 66, cuando las comisiones obreras ya habían copado bastantes puestos en el vertical, el régimen se levantó contra ellas. “Fueron prohibidas tajantemente, mediante sentencia del Tribunal Supremo que las consideró un brazo más del Partido Comunista”.

La reincidencia del rebelde

En menos de un año el sevillano sufrió tres detenciones. La primera, en enero del 67, cuando Eduardo era ‘Emilio’ en el PC. “Me engancharon, me sometieron a interrogatorios muy fuertes. Pero me escapé de las palizas físicas porque tuve la suerte de que, por primera vez en la historia del franquismo, hubo una manifestación de trabajadores pidiendo mi libertad”, narra orgulloso. “Eso no había ocurrido nunca. Eso no se lo esperaba la policía”.

La protesta no le salvó de la condena por “asociación ilícita” y, cuatro meses más tarde, de una nueva detención por participar en la manifestación del primero de mayo. “Era fácil que cayéramos”, explica, “porque nosotros reclamábamos nuestros derechos ejerciéndolos, practicándolos. Reclamábamos el derecho de huelga haciendo huelgas, el de manifestación, poniéndonos al frente. Así nos cargamos de procesos”.

Cartel belga en solidaridad con los condenados en el Proceso 1001.-Archivo CCOO

El tercero de Saborido fue consecuencia de los “desórdenes” que, según el Tribunal de Orden Público, causó cuando apenas había cruzado la puerta de la cárcel de Sevilla para disfrutar de la libertad provisional. “Me dirigí al Sindicato del Metal, en la calle Moreri, para el recibimiento de los compañeros y allí me puse a cantar un himno que habíamos compuesto e prisión”. Y se atreve a entonar: “Las Comisiones Obreras, vanguardia del pueblo español, que con su lucha sindical persiguen su liberación…”

Después de otras tres detenciones más, a Eduardo lo desterraron en Santiago de la Espada. “Era un pueblo perdido en la Sierra de Segura, a 1200 metros de altitud, un pueblo que se quedaba aislado en invierno. Me enviaron a un pueblo especialmente escogido. No sé a quién se le ocurrió aquello, pero sí quien lo aplicó: el gobernador Utrera Molina, el terror de los trabajadores”.

Aun desterrado en la sierra jienense, con Carmen, su esposa, y sus tres críos, a Eduardo lo volvieron a arrestar. “Eran las dos de la madrugada cuando llamaron a la puerta dos guardias civiles, con sus tricornios, sus capas, sus fusiles y una vela, porque habían cortado la luz de todo el pueblo para llevarme. Yo salí silencioso, para que los niños no se enterasen, con un hatillo que me preparó mi mujer. Los agentes me llevaron hasta la prisión de Jaén haciendo autoestop. Y yo les decía: ‘Podrían parar ustedes un buen coche’. Pero ellos se emperraban en viajar en furgonetas y camiones”, vuelve a reír el socarrón.

Ya iban siete detenciones, el despido de la Hispano Aviación, el destierro; ya había conocido Saborido la “gama completa de represión” pero seguía indoblegable en su rebeldía. En la cárcel de Jaén protagonizó una huelga de hambre en demanda de un estatuto del preso político. “Otra forma de protestar era negarnos a tomar vino… ¡Eso era muy duro; lo que nos gustaba el vino!”, exclama. Fue conducido al penal de Segovia. En 1971, condenado a seis años de cárcel en rebeldía, pasó a la clandestinidad.

Los diez de Carabanchel

“Me tuve que marchar a Madrid porque me pusieron en busca y captura, como en el Oeste”. En Madrid, el PCE le hizo un DNI falso en el que se leía “Jesús Sánchez Suárez, empleado cordobés”. Y con esa nueva identidad, se dedicó el sevillano a la reorganización de CCOO a escala nacional. Hasta el 24 de junio de 1972, cuando se convirtió en uno de ‘Los diez de Carabanchel’.

Saborido, tras Marcelino Camacho, en uno de los primeros congresos de CCOO tras su legalización.- Archivo CCOO

Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius y el resto de la dirección nacional de CCOO se había reunido en el Convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón. “Pero hubo un fallo, bueno, más bien una delación, y nos cogieron in fraganti. Eso significaba que nos iban a dar muy fuerte. La policía iba a por todas, nos querían dar un escarmiento. Y vaya si nos lo dieron: nos pidieron penas monstruosas”.

En total, 162 años de prisión para los diez del Proceso 1001 que no tuvo lugar hasta un año después. A Marcelino Camacho y a Saborido les cayeron las mayores penas: 20 años de prisión “porque éramos reincidentes”, ¡sobre todo él!. A las dos décadas, sumó el sevillano seis meses por su DNI falsificado y una multa de 250.000 pesetas.

Tan reincidente en la rebeldía que, muerto Franco y decretada la amnistía tras el nombramiento del rey, a Eduardo volvieron a detenerlo un par de veces más. Por eso dice no entender a quienes hoy atacan la Transición. “Me están atacando a mi y están atacando en tromba a todos los que luchamos contra la dictadura y por una democracia gracias a la cual ellos existen”.

Saborido, ya entonces secretario general de las CCOO de Andalucía, fue elegido diputado por Sevilla en las generales de 1979 en las que el PCE sacó 23 diputados, tres más que en las primeras elecciones democráticas. “Eso fue un jarro de agua después de 40 años de lucha. El electorado nos quería mucho y nos agradecía todo lo que habíamos luchado, pero no nos quería para gobernar. Esa era la puta realidad. Y nos costó mucho aceptarlo”, se lamenta.

Cuestionado por si esa “puta realidad” sigue siendo la misma hoy, afirma: “La izquierda fragmentada nunca gana nada. En cualquier caso: el panorama es complejo y difícil, como lo es la sociedad española, que no se deja guiar por cualquiera, que piensa mucho el voto, que no se deja llevar por los discursos retóricos”.

El emérito vive hoy jubilado en su casa de siempre, muy cerca del barrio sevillano de las 3000 viviendas. “Leo mucho, escribo algo y, sobre todo, doy conferencias cuando me llaman de CCOO”. En los próximos días viajará a Cádiz, a su antigua fábrica de CASA, donde –exclama- “se está procesando a la gente por ejercer el derecho de huelga”. Explica indignado que “hay cerca de 400 procesados e imputados, por un párrafo arrinconado en el Código Penal, que es de la época del franquismo. Es una cosa tremenda. Y allá voy –termina- ¡a ver si reconquistamos el derecho de huelga”.

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