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El PNV vuelve a poner a prueba su célebre cintura política

A lo largo de su historia, los nacionalistas han alcanzado acuerdos tan difíciles como inesperados. Este jueves vuelven a situarse en el centro de todas las miradas: el futuro de Rajoy está en sus manos. Se trata de una nueva oportunidad para hacer gala de su equilibrismo.

Andoni Ortúzar y Aitor Esteban posan a las puertas del Congreso. EUROPA PRESS

Sanfuentes es sinónimo de tranquilidad y confort. Situado a apenas 15 kilómetros del centro de Bilbao, este barrio rural del municipio minero de Abanto es un remanso de paz. En una de sus casas vive el hombre más pretendido de esta primavera en España, o al menos de quienes gobiernan (o sueñan con hacerlo). Su nombre: Andoni Ortuzar Arruabarrena. Su partido: el PNV. Sus pretendientes: el PSOE, pero también el PP. Este jueves más que nunca, Andoni está de moda.

En la vida hay cosas que se eligen. Otras llegan sin que uno lo espere. De eso también sabe Andoni, el de Sanfuentes “de toda la vida”. Fue él quien se encargó de atar y cerrar el acuerdo presupuestario del PNV con el gobierno del PP. Lo hizo a cambio de 540 millones de euros en concepto de diversas inversiones para Euskadi y de un acuerdo en torno a las pensiones que, paradójicamente, no ha logrado convencer a los pensionistas. Pero eso no es todo: Andoni aceptó dar el sí a los Presupuestos de Rajoy a pesar de que Catalunya seguía intervenida a través del artículo 155.

Durante varias semanas, el líder del PNV había dicho que no respaldaría las Cuentas si el gobierno central no ponía fin primero a la intervención de la Generalitat. Al final cambió de opinión, pero no lo hacía con los ojos cerrados: en Sabin Etxea, cuartel general de los peneuvistas, confiaban (o sabían) que la situación en Catalunya daría un giro y finalmente habría gobierno. O lo que es lo mismo, se acabaría el 155. Este martes, el president Quim Torra confirmó que ese presagio (otros lo llaman información privilegiada) era correcto: el jefe del govern aceptó dejar fuera de su gabinete a los consellers presos o exiliados, y en su lugar puso a gente sin problemas con la ley. De esta manera, el (todavía) gobierno del PP pondrá punto final a la intervención de la autonomía.

La inminente caída de Rajoy depende, otra vez, de Ortuzar y su equipo

Sin embargo, quiso el destino (o mejor dicho, un tribunal) que la alegría fuese efímera en Sabin Etxea. No habrá 155 en Catalunya, pero hay una inminente caída de Rajoy a la vista. Pero eso no es todo. Lo relevante, lo verdaderamente relevante, es que esa caída depende, otra vez, de Ortuzar y su equipo. “No hay nada nuevo”, respondía este miércoles una calificada fuente del PNV, cuyo teléfono móvil también registra en las últimas horas una actividad aún más intensa de lo habitual. Así no hay batería que aguante ni cargador que lo resista.

En realidad, en el PNV ya están acostumbrados a vivir este tipo de trances. Antes no había móviles que se quedaran sin energía, pero sí teléfonos fijos que sonaban a cualquier hora del día (o de la noche). Las llamadas provenían muchas veces de Madrid, pero también las había desde otros puntos de Euskadi. En algunas ocasiones eran diálogos en euskera, pero otras tantas en puro castellano. Los interlocutores podían ser franquistas convertidos en populares, socialistas o abertzales en sus variadas ramas, desde HB hasta ETA y viceversa. Todos, absolutamente todos, han hablado alguna vez con el PNV. Y todos, absolutamente todos, conocieron y conocen su estilo.

Equilibristas

“Históricamente, el PNV ha demostrado una gran cintura para jugar a muchas bandas y hacer equilibrios en la cuerda floja”, resume Mario Zubiaga, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Pública Vasca (UPV) y experto en temas relacionados con el nacionalismo. Hay un ejemplo muy cercano: el mismo día en el que este partido apoyaba los Presupuestos de Rajoy en Madrid, en el Parlamento Vasco votaba junto a EH Bildu el preámbulo de lo que podría ser el nuevo estatuto de esta comunidad autónoma, que contendría –si finalmente ese texto llega impoluto al final del trámite- el reconocimiento de Euskal Herria como nación y aludiría también al derecho a decidir, dos de los fantasmas que peor llevan en Madrid.

El historiador Iñaki Egaña va bastante más atrás. “En la dictadura de Primo de Rivera, por ejemplo, el PNV tenía exiliados y, al mismo tiempo, había gente suya conviviendo con el régimen. También hubo disidencia durante la Guerra Civil: en el Gipuzkoa Buru Batzar (órgano de dirección del partido a nivel provincial), tres de sus cinco miembros votaron a favor de estar con la República y los otros dos por apoyar a Franco. De hecho, (Emilio) Mola pensaba al principio que el PNV iba a ser su aliado”, subraya.

Tras la larga dictadura franquista, la formación nacionalista enfrentó otro episodio clave en su historia contemporánea: las conversaciones de Txiberta junto al resto del soberanismo vasco, incluyendo a ETA. “El debate de fondo era si había que entrar en la reforma del sistema político español o plantear un modelo de ruptura. El PNV optó por lo primero”, recuerda Zubiaga. Aquello ocurrió en 1977. Dos años después, el País Vasco aprobaba su estatuto de autonomía.

"La defensa del autogobierno por parte del PNV se basa en un juego de carácter más táctico", según el historiador

“A partir de Txiberta, la posición estratégica del PNV fue obtener cotas de autogobierno mientras actuaba como dique de contención ante el peligro de desborde que podía suponer ETA”, subraya el académico, quien destaca que esa posición cambiaría a finales de los ochenta, cuando ese riesgo cuasi revolucionario se considera superado. “A partir de entonces, su defensa del autogobierno se basa en un juego de carácter más táctico, que depende de la debilidad del gobierno español de turno: en función de cuál fuese la situación del PSOE o del PP en cada momento, consigue tácticamente una ventaja para el autogobierno, ya sea en clave de transferencias o de financiación”, señala.

En efecto, el PNV ha logrado traspasos de competencias o importantes inversiones públicas cuando en Madrid necesitaron sus votos. “He conseguido más con Aznar en 14 días que en 13 años con Felipe González”, afirmó alguna vez Xabier Arzalluz. Fue precisamente él quien negoció el apoyo de su partido a la investidura de José María Aznar en 1996. Una investidura que, por cierto, también contó con el apoyo de CiU.

La magia entre Arzalluz y Aznar se rompió en 1999, cuando los nacionalistas decidieron salir a la calle para pedir el acercamiento de los presos de ETA en una histórica movilización celebrada en Bilbao. “Aznar, aquella manifestación y aquella foto, la consideró una traición, e inició su particular cruzada tratando de unir nacionalismo con violencia”, escribió muchos años después otro de los protagonistas directos del PNV en Madrid, el ex diputado y ex senador Iñaki Anasagasti.

El mismo PNV que apoyó a Aznar luego alcanzó acuerdos con el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Después llegó Rajoy, a quien también permitieron sacar adelante las cuentas de 2017 primero y las de 2018 después. Al mismo tiempo, los populares vascos apoyaron los Presupuestos del lehendakari Iñigo Urkullu, quien vio más fácil pactar con la derecha que asumir las peticiones formuladas desde la izquierda por Elkarrekin Podemos y EH Bildu.

“Hay más de un PNV”

Ahora los nacionalistas son coqueteados por Sánchez y Rajoy. El primero quiere convencerles de que presten sus cinco votos a la moción de censura, mientras que el segundo busca persuadirles para que no lo hagan. ¿Decantarse para un lado u otro hará que el partido de Ortuzar sea más de izquierdas o más de derechas? Zubiaga no lo cree así. “Para el PNV, la división izquierdas-derechas no ha sido útil nunca”, afirma el experto. En tal sentido, cree que En este momento hay más de un PNV dentro del PNV”. Esas distintas almas deben volver a ponerse de acuerdo este jueves. Que Rajoy caiga o no está en sus manos.

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