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¿Pueden las primarias recuperar la credibilidad del PSOE?

Octavio Granado
Secretario de la Seguridad Social 2004-2011

El PSOE ha celebrado la primera parte de sus primarias, y en ellas se ha constatado que el aparato del partido sigue controlando eficazmente las decisiones de los afiliados. Probablemente sería suicida que éstos se revolvieran anárquicamente contra sus dirigentes, pero tampoco cabe desdeñar que la marcha de los militantes más desengañados y sobre todo la desafección de los electores acabe convirtiendo al PSOE en un cascarón como el PASOK, sin apoyo social relevante.

Cómo recuperar este apoyo, he ahí el dilema; la imprescindible modernización de la sociedad española, que no podemos entregar como mantra al Partido Popular, o si lógicamente hace falta más socialismo, son cuestiones importantes pero secundarias. Los aparatos regionales y provinciales del partido han puesto en marcha la candidatura de Pedro Sánchez no por razones ideológicas, sino por garantizar que en el tiempo que se abre ellos van a continuar en primera fila. Sánchez es inteligente y competente, y ha cumplido con la encomienda mucho mejor de lo que cabía esperar. De hecho, las diferencias ideológicas con Eduardo Madina son mínimas. Lo que les separa es la matriz del proyecto. Tampoco cabe rechazar en bloque la posición de los aparatos: por la misma razón que se quedan más tranquilos apoyando a uno en quien confían, otros nos apuntamos con igual vehemencia a la acera de enfrente.

En cuanto a Izquierda Socialista, sigue dando la sensación de jugar al baloncesto en una cancha de rugby. La socialdemocracia no es un proyecto ideológico, como el resto de las izquierdas. Es un intento de concitar una mayoría social de progreso como máximo común denominador a partir de renuncias (traiciones, para la izquierda revolucionaria) menos importantes. Cuando la izquierda socialista ha asumido la representación del proyecto (con Foot, y casi con Benn en el caso del Labour Party, o en algunos países escandinavos) se ha encontrado con divisiones en el partido y la imposibilidad de concitar mayorías electorales.

El PSOE no ha perdido credibilidad y confianza por carecer de mensaje ideológico: las resoluciones de la última conferencia tienen aportaciones muy interesantes. Para muchos de nuestros electores desmotivados, decimos lo que haga falta y luego hacemos lo que nos parece, que suele ser menos favorable para los ciudadanos. Puestos a que nos engañen, han pensado algunos, por lo menos que nos prometan una Arcadia feliz, aunque sea Venezuela.

Recuperar la credibilidad nos exige poner en primer lugar los intereses de los ciudadanos, por encima de los personales de nuestros dirigentes. ¿Vamos a ser capaces de hacer programas electorales más breves y a contratarles con los ciudadanos? ¿Escogeremos los candidatos más respetados o los que acarreen más clientes a una asamblea minúscula? ¿Nos preocuparemos esencialmente de las personas en riesgo de exclusión aunque no voten?

Parafraseando a McLuhan, el mensaje ahora no depende tanto del contenido como de las formas. Los socialistas necesitamos una dirección nueva de verdad, pero no solo en caras, sino en formas de articular la política. El lastre puede estar en las trayectorias personales, pero también en los compromisos que los candidatos han asumido para alcanzar su actual posición. La confianza también se gana no dependiendo de quienes no la tienen.


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