Público
Público

Rajoy deja en vilo a sus ministros y deshoja la margarita de los cambios

ANA PARDO DE VERA

La cercanía de las elecciones europeas, pero también la inminencia del debate sobre el Estado de la Nación (25 y 26 de febrero) con el que Mariano Rajoy piensa marcar una línea divisoria clara entre el Gobierno de la crisis (primera mitad de la legislatura) y el Gobierno de la recuperación (segunda mitad), tienen en vilo al Ejecutivo.

Ministros y Partido Popular aguardan los cambios que estudia el presidente sin atreverse a concretar, sin embargo, si éstos serán de corto o más largo alcance para afrontar la nueva etapa de una agenda política mucho más amable; mucho más política que la anterior y condicionada, en primerísimo plano, por un intenso calendario electoral (europeas, autonómicas y municipales y generales entre 2014 y 2015) y, en segundo plano, por una reforma fiscal en la que el PP tiene puestas grandes expectativas para mejorar la percepción ciudadana del Gobierno.

Los cambios están al caer, razonan los conservadores; inmediatamente antes o inmediatamente después del debate en el Congreso, concretan. En el partido llevan tiempo sin ocultar su preferencia por una crisis 'a fondo', que se lleve por delante, junto con los ministros más cuestionados, la rémora del incumplimiento del programa electoral (subida de impuestos, sobre todo) y acalle las grandes polémicas (ley de Educación, reforma del aborto o la división interna por el malestar de las víctimas de ETA).

Una crisis 'a fondo' del Ejecutivo, sin embargo, parece complicada por cuanto los ministros cuestionados o 'quemados' son todos (ninguno aprueba), empezando por el presidente del Gobierno (2,2 sobre 10 en el barómetro del CIS conocido el mes pasado) y terminando por que el mejor valorado, el titular de Agricultura, Miguel Arias Cañete (3,17), es en estos momentos quien tiene mayores posibilidades de salir para liderar la lista del PP al Parlamento Europeo. El único inconveniente, razonan en el partido, lo tiene el propio Cañete, que no quiere someterse a un proceso electoral a estas alturas de su carrera política, sino simple y llanamente sentarse en un sillón de comisario europeo.

En el PP, sin embargo, hasta dan el nombre del sustituto del ministro de Agricultura en el Gobierno: el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, cuya marcha de la Junta no ha sido confirmada oficialmente en ningún momento, aunque se da por hecha desde hace tiempo, incluso con su propia guerra de sucesión abierta en el Gobierno autonómico. Rajoy, explican los conservadores, tiene aprecio y en 'gran consideración' al jefe del Ejecutivo castellanoleonés, por lo que ésta sería la mejor forma de compensarle por su apoyo y las mayorías absolutas en la región (cerca de 13 años gobernando y tres mayorías absolutas)

El otro nombre que ocupa desde hace tiempo la línea de salida es el de José Ignacio Wert, aunque en este caso, parece más un grito silencioso del PP para que se vaya que un deseo de Rajoy de cambiarlo. También el ministro de Educación y Cultura ha confesado en varias ocasiones a su entorno sus ganas de irse que han frenado los constantes apoyos públicos del presidente a su titular más polémico. La ausencia de Wert el domingo en la entrega de los Premios Goya, sin embargo, ha instalado una mayor confusión y rechazo interno a las actuaciones del ministro.

A pesar de la defensa que de la ausencia de Wert en los Goya hicieron, por ejemplo, Esperanza Aguirre o el diputado Vicente Martínez Pujalte, ningún miembro de peso del PP o del Ejecutivo salió ayer a dar la cara por su compañero de filas. Además, recuerdan en el partido, que el ministro del ramo no acudiera al acto más importante del cine español dejó aun más en evidencia la división interna del PP con la política fiscal de Rajoy: allí estaba, sentado al lado del presidente de la Academia de Cine, el jefe del Ejecutivo madrileño, Ignacio González, para apoyar al sector del cine en su reivindicación de una bajada del IVA cultural.

La eterna aspirante a irse en cualquier alarma de crisis de Gobierno que salte es Ana Mato, tanto más por que la ministra de Sanidad ha desaparecido de la opinión pública como tal y no aparece si no es para entregar premios o presentar campañas, por un lado, o como receptora de regalos de Francisco Correa en el sumario de la trama Gürtel, por otro. Ni entrevistas, ni ruedas de prensa, ni Cortes,... Nada que suponga la exposición de Mato a preguntas incómodas entra en los planes de su Departamento, por lo que desplegar una gestión e imagen positivas de un Ministerio de por sí reducido en competencias resulta casi imposible.

Los conservadores, por tanto, están pendientes de una crisis que -esta vez sí- dan por hecha con todas las cautelas, aunque parece inevitable, al menos, en su mínima expresión (la salida de Cañete) Y la aguardan con optimismo, pues consideran que, junto a la confirmación de la mejora de los datos macroeconómicos, el impulso de un cambio de banquillo favorecería la desaparición de una incertidumbre electoral que -reconocen- les tiene preocupados.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias