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Rajoy remata la defenestración de sus enemigos internos con Aznar

Todos los 'aznaristas' que intentaron disputar el liderazgo del PP al actual presidente del Gobierno han terminado, de uno u otro modo, fuera de los cargos de poder de Génova.

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PAULA DÍAZ

MADRID.- Mariano Rajoy es tan bueno rescatando a sus amigos, como dejando caer a sus enemigos. ¿La última cruz de la lista negra del presidente del Gobierno? José María Aznar, que ayer renunció a la presidencia de honor del PP sin que su sucesor tuviera que mover un dedo para apartarlo de su camino.

El expresidente dimitió de ese puesto simbólico voluntariamente y, aunque no dejará de ser un militante del partido, no deja de ser el último 'caído' de la época aznarista. Y eso que fue él quién designó a dedo a quien después se encargó de renovar por completo su gestión y la dirección de la formación.

Rajoy fue aupado a la Presidencia del Partido Popular en el Congreso que la formación celebró en 2003. Consiguió imponerse a quien se sabía favorito de Aznar, Rodrigo Rato, que no llegó a aceptar el encargo, y a Jaime Mayor Oreja. El primero de ellos está hoy imputado en la causa de las tarjetas black y el caso Bankia. El segundo, apartado de la política activa desde que abandonó el Parlamento europeo en 2014, sólo preside ahora una organización que, como la Faes de Aznar, recoge a los desencantados con el actual PP: la Fundación Valores y Sociedad.  Ambos, como Aznar, cayeron por su propio peso sin que Rajoy tuviera que actuar para apartarlos.

Incluso Rita Barberá, que sí era amiga de Rajoy, fue obligada a abandonar el PP después de que el Supremo le abriera una causa por la presunta financiación ilegal del partido en Valencia

Otros, como los también exministros Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, sí fueron relegados por Rajoy. El actual jefe del Ejecutivo fue abandonando progresivamente, entre 2004 y 2008, la teoría de la conspiración sobre el atentado del 11-M que ambos aznaristas defendían fervientemente. En 2008, tras ganar el congreso de Valencia, Rajoy les sustituyó en sus puestos directivos y quedaron relegados al puesto de diputado raso. Hoy ni siquiera siguen en el Congreso: han vuelto a sus actividades privadas.

Aquella cita de Valencia fue especialmente convulsa. Se celebró tras la segunda derrota de Rajoy frente a Zapatero y el líder de los conservadores se había quedado solo frente a la vieja guardia del PP que, espoleada por Aznar, intentó disputarle su liderazgo de nuevo. En esa ocasión fueron Esperanza Aguirre y Alberto Ruíz-Gallardón los nombres que más sonaron para sustituirle. Fue el PP valenciano, con Rita Barberá a la cabeza, quien contribuyó para evitar el desastre. Amiga personal de Rajoy hasta su fallecimiento, el pasado 23 de noviembre, incluso Barberá había sido defenestrada del PP al ser obligada a abandonar la militancia del PP después de que el Supremo abriera una causa contra ella por la presunta financiación ilegal del PP valenciano. Una cuestión que también Aznar afeó a Rajoy en los últimos tiempos

Gallardón y Aguirre, aunque pudiera parecer lo contrario, no corrieron mejor suerte. El primero, pese a haber sido aupado a ministro de Justicia en la anterior legislatura, tuvo que dimitir. Rajoy le dejó a los pies de los caballos con su propuesta de contrarreforma del aborto y el también exalcalde de Madrid no soportó el feo del partido. Ahora ha fichado, pese a su falta de experiencia en el sector, por una de las mayores constructoras de Europa, pero ya no ostenta poder alguno en el partido al que perteneció durante años.

Aguirre, por su parte, nunca alcanzó sus objetivos de liderazgo. No consiguió arrebatarle a Rajoy la presidencia del partido y, aunque logró ser candidata al Ayuntamiento de Madrid en 2015 pese a las reticencias de su jefe, se quedó como una mera portavoz municipal. Salpicada por las polémicas de corrupción que ahora asuelan a quien fue su mano derecha, Francisco Granados, decidió dimitir como presidenta del PP de Madrid, cuya gestora quedó en manos de Cristina Cifuentes. Aguirre, pese a seguir siendo crítica con Rajoy, sabe que, con ese currículum, pocas opciones le quedan ya para volver a medrar en el partido.

Otro de los nombres que ocuparon las quinielas de aquel congreso de 2008 fue el del exministro de Aznar, Juan Costa. Él barajó la posibilidad de presentarse como alternativa a Rajoy, aunque no llegó a hacerlo. Como Acebes y Zaplana, quedó relegado a simple diputado por Castellón. En 2010, se retiró también a la actividad privada como director de la división para el cambio climático de la empresa de servicios profesionales Ernst & Young.

Ligados a la Faes de Aznar

También el 2008 quedó marcado en el calendario de quien fue mano derecha de Aznar Gabriel Elorriaga, que en las elecciones anteriores (2004) había sido también director de campaña de Rajoy. Él no se postuló para sustituirle, pero osó criticar su capacidad de liderazgo en un artículo de opinión que publicó en El Mundo. Rajoy no se lo perdonó y, aunque volvió a contar con él como diputado en 2011, Elorriaga prefirió centrarse en su trabajo como miembro del patronato de la Faes de Aznar

Ana Botella, mujer de Aznar, fue dejada a un lado en el PP tras los escándalos del Madrid Arena y el 'relaxing cup of café con leche'

A dicho organismo pertenecen, precisamente, un sinfín de críticos con Rajoy que, poco a poco, fueron perdiendo poder en el PP. Es el caso de la exparlamentaria vasca María San Gil quien, profundamente desencantada con la gestión de Rajoy, decidió abandonar la política ese mismo 2008; la exdiputada Cayetana Álvarez de Toledo, que renunció a ir en las listas del pasado 20 de diciembre; o el exconsejero de Sanidad de Madrid con Ignacio González (afín a Aguirre), Javier Fernández-Lasquetty, que también fue abandonado a su suerte después de que el TSJ de Madrid paralizara su intento de privatización sanitaria y dimitió

El resto de los enemigos de los que Rajoy se ha ido librando directa o indirectamente no están ligados a Faes, aunque sí a Aznar. Es el caso de Gustavo de Arístegui, el diplomático llegó a postularse también como posible líder del PP alternativo a Rajoy y que terminó siendo embajador en India hasta que el anterior Gobierno le echó tras ser imputado por el pago de 'mordidas' a cambio de adjudicaciones públicas y otros delitos. O el de Francisco Álvarez-Cascos, recordado ahora por el rescate de las autopistas, a quien Rajoy le negó la oportunidad de ser candidato del PP en Asturias durante las autonómicas de 2011. Con ayuda de Aznar, Cascos montó Foro Asturias y llegó a gobernar unos meses dicha Comunidad. Después, su actividad política se fue extinguiendo hasta desaparecer.

En esa lista no podía faltar Ana Botella, que llegó a ser alcaldesa de Madrid tras la designación, también a dedo, de Gallardón. Rajoy 'convivió' con ella en el poder pero, tras los escándalos del Madrid Arena o el famoso relaxing cup of café con leche que no logró que la capital fuera sede olímpica, el PP tuvo una excusa para dejarla a un lado. Terminó renunciando a presentarse a las municipales de 2015, en las que Aguirre también fracasó.

Pastor y Arenas, los 'superviviventes'

Aznar, una vez más, criticó el trato dado a su mujer en el partido. La división entre él y su sucesor era ya más que evidente. Hay quien asegura que se arrepintió de nombrarle desde el primer minuto pero, al final, Rajoy -que había sido su fiel ministro- ganó la batalla. Poco a poco los vestigios aznaristas han ido desapareciendo de la calle Génova, al menos, en cuanto a los cargos de poder se refiere.

Apenas sobreviven, por su amistad personal también con Rajoy, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el vicesecretario del PP para Asuntos Territoriales, Javier Arenas. El puesto de este último podría peligrar, según se rumorea en diversos mentideros, en el próximo congreso del partido que se celebrará en Madrid los próximos 10, 11 y 12 de febrero en el que Rajoy volverá a ser elegido presidente. Y sin rivales.

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