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Susana Díaz invoca el ‘café para todos’ para blindarse ante sanchistas y rivales

La presidenta pide a sus críticos reforzar su liderazgo en el congreso del PSOE-A para afrontar con músculo la defensa de Andalucía ante el reto catalanista y el problema de la infrafinanciación.

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, durante la reunión mantenida en el palacio de San Telmo en Sevilla con el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici. EFE/Raúl Caro

daniel cela

Susana Díaz se ha proclamado secretaria general del PSOE andaluz por aclamación, sin necesidad de defender su liderazgo en unas primarias, porque ningún candidato alternativo ha logrado los avales suficientes para disputarle el mando. La sevillana, esta vez sin tanta algarabía mediática, recabó 24.513 avales, casi la mitad del censo de afiliados de la potente federación andaluza, mientras que su único contrincante -un militante de base de Jaén- apenas logró 800 firmas.

Es la segunda vez que Susana Díaz opta a las primarias del PSOE andaluz -la primera fue en 2013- sin tener enfrente a un rival de peso. Pero esta vez es un espejismo, porque el resultado de las primarias contra Pedro Sánchez despertaron a un sector crítico con su ejecutiva que logró aglutinar el 40% de apoyos en toda Andalucía (algo más en algunas provincias como Cádiz, Málaga y Granada). Ahora sí existe un movimiento de contestación interna contra la dirección del PSOE andaluz, críticos de siempre que se han rearmado en torno al sanchismo, aunque no hayan impulsado un candidato que plante cara a Díaz en el próximo congreso regional por falta de tiempo y por falta de expectativas para derrotarla.

Los críticos renunciaron a pelear por la dirección regional -moverán ficha en los congresos provinciales- pero no descartan airear sus diferencias con la presidenta andaluza con un voto contrario a su balance de gestión en el congreso del PSOE-A, el último fin de semana de este mes. La presidenta andaluza aspira a salir del próximo cónclave socialista con un apoyo sólido de sus compañeros que reconstruya su liderazgo, mermado tras la derrota en las primarias.

Díaz obtuvo un respaldo sin precedentes de los delegados en el último congreso, del que salió elegida con el 98,63% de votos. Es difícil imaginar que ahora pueda revalidar ese resultado, después del violento pulso que libró y perdió contra Sánchez, y que aún mantiene una fractura irreconciliable entre la dirección federal y la andaluza.

El riesgo al que se enfrenta es que ese 40% de críticos que votó por Sánchez o por Patxi López se niegue a apoyar su informe de gestión, o incluso que rechace su nueva comisión ejecutiva. Si obtuviera un respaldo en torno al 60%, saltarían todas las alarmas, aunque desde su equipo niegan esa posibilidad porque “unas primarias para la dirección federal del PSOE no son extrapolables al contexto andaluz”, donde el apoyo a Díaz es más sólido. La presidenta andaluza no tiene previsto integrar a los sanchistas en su nueva ejecutiva, en ese sentido, seguirá la misma pauta que el madrileño a la hora de formar su equipo: ni un solo susanista.

Sin embargo, el equipo de Díaz ha hecho un llamamiento a “la unidad y la cohesión del partido” dirigido a los críticos. “Al no haberse presentado ninguna alternativa al liderazgo de Díaz, necesitamos un congreso de unidad que refuerce a la secretaria general y presidenta andaluza”, ha reclamado el secretario de Organización del PSOE-A, Juan Cornejo. “No les pedimos que se callen o que no haya críticos, pero apelo a la responsabilidad de todos. Es preciso fortalecer la posición de Susana Díaz de cara al debate territorial que tendrá lugar tras el verano”, subraya.

Una vez más, la presidenta de la Junta ha ligado su destino político al de toda Andalucía, haciendo ver que al consolidar su liderazgo interno en el PSOE-A también se está fortaleciendo la posición del Gobierno andaluz y la defensa de los intereses de esta comunidad autónoma ante el debate territorial y sus dos vertientes más peligrosas: el desafío secesionista catalán y el rediseño de la financiación autonómica. “No quiero exagerar pero creemos que se avecina… salvando las distancias, otro 28 de febrero”, avisó el lunes Cornejo, “Andalucía se va a ver obligada a defender sus intereses y que los andaluces tengan los mismos derechos y oportunidades que el resto de españoles”.

Susana Díaz ha vuelto al relato político en el que más cómoda se siente: la defensa de los intereses de Andalucía, y con ellos los de una España sin desequilibrios territoriales. La presidenta de la Junta se prepara para invocar el “café para todos”, 37 años después de que el pueblo andaluz levantase la voz para evitar que la construcción el Estado de las autonomías tuviera comunidades de primera y de segunda.

Mientras Pedro Sánchez coquetea con el ambiguo concepto de un Estado plurinacional -próximo a Podemos-; mientras el PNV fuerza a Rajoy a ampliar el cupo vasco disparando la financiación de su territorio; mientras los catalanistas preparan un referéndum por la independencia y un diputado de Nueva Canarias, ligado al PSOE, consigue para su región lo que 60 diputados andaluces en el Congreso no han obtenido para la suya, Susana Díaz se ha ido convenciendo de que está ante “otro 28F”. Por si faltaran síntomas, hace dos días la presidenta socialista de Baleares, Francina Armengol (muy ligada a Sánchez), ha dejado claro que ella “no es partidaria del café para todos”, “porque España es asimétrica, diversa y plural. Y no es lo mismo Extremadura que Baleares, ni Andalucía que Cataluña”.

Díaz se ve ante el mismo reto que afrontó Andalucía aquel 28 de febrero de 1980, cuando los andaluces votaron en referéndum que querían una autonomía plena, que no querían ser “más, pero tampoco menos que nadie”. El 28F es el día de Andalucía, pero los socialistas siempre lo han administrado mucho más allá de estas fronteras. El café para todos, que promulgó Manuel Clavero, defendía que España no se podía dividir entre autonomías de primera, con un autogobierno pleno, caso del País Vasco y Cataluña, y regiones de segunda.

El debate catalanista, pero también el fallido modelo de financiación autonómica y el reparto desigual de los fondos del Estado, devuelve vigencia a aquel momento clave de la Transición. A los partidos de la oposición en Andalucía no se les ha pasado por alto que, en el momento más débil de su carrera política, Susana Díaz vuelve a invocar el 28F y pide apoyo sin fisuras, no sólo a los suyos en el congreso regional, sino también a sus adversarios en el Parlamento, a los que ha invitado a formar parte de un grupo de trabajo para diseñar una propuesta de modelo de financiación autonómica beneficiosa para Andalucía. Todos se han sumado, claro, pero con recelos y escepticismo.

Díaz les ha planteado que existe un riesgo real de que esta comunidad quede descolgada de los territorios del norte, resignada a ser una región de ocio, sol y playa, mientras la industrialización, la robótica y el empleo cualificado pivotan en el triángulo Madrid-Cataluña-Euskadi. Pero es difícil que la presidenta de la Junta logre articular al conjunto de fuerzas políticas andaluzas como un todo, porque son muchas las discrepancias que les separan. Por de pronto, en las críticas al reparto de fondos del Estado, Díaz culpabiliza al Gobierno de Mariano Rajoy de estar asfixiando financieramente a Andalucía (mientras los populares reprochan a la presidenta que no sabe gestionar, que no ejecuta gran parte del presupuesto que tiene).

Esta misma semana, la Junta ha lanzado un grueso argumentario contra el ministro Cristóbal Montoro por imponerle un déficit tan restrictivo a las comunidades -pasando del 0,3% al 0,4% del PIB en siete días-, lo que supondrá un ajuste de 300 millones en los presupuestos de 2018 y otros 300 menos en 2019. Díaz protesta porque las últimas cuentas del Estado contemplan una caída del 36,6% de la inversión para Andalucía, la más perjudicada de todas, pero sus rivales en el Parlamento no le compran el relato. Creen que el tiempo de las lamentaciones ha pasado y que es hora de que el PSOE andaluz rinda cuentas después de casi 40 años ininterrumpidos gobernando.

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