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La torre de Babel también se derrumba en Castellón

JUAN E. TUR

Inicialmente iba a costar 231 millones de euros y contemplaba la inclusión de un Pitch & Putt (un campo de golf de 9 hoyos), una zona de spa, otras zonas recreativas, deportivas y de ocio, sendos hoteles de cinco y cuatro estrellas con más de 200 habitaciones cada uno y, cómo no, los centros de enseñanza. Al fin y al cabo, el objetivo del centro era enseñar idiomas. Especialmente uno, el castellano.

Con esa finalidad nació en 2005, de la mente del entonces presidente de la Generalitat, Francisco Camps, la Ciudad de las Lenguas de Castellón. No obstante, el elevado coste no iba a ser problema, pues como entonces señaló uno de sus primeros responsables, el 'centro internacional de enseñanza del castellano' generaría 'más beneficios que la factoría Ford y Porcelanosa juntas'.

Sin embargo, la pasada semana la Generalitat valenciana daba carpetazo definitivo al asunto. Entre una fecha y la otra habían transcurrido nueve años, se habían gastado cerca de medio millón de euros de dinero público y se había presentado el proyecto públicamente en dos ocasiones en Castellón para escenificar que la política de 'proyectos emblemáticos' de Francisco Camps no solo se centraba en Valencia, sino que también redundaba en la capital de la comarca de la Plana.

En perenne construcción la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, y con los a la postre ruinosos estudios de la Ciudad de la Luz recién inaugurados en Alicante, Castellón se sentía huérfana de inversiones. Es entonces cuando a Francisco Camps se le ocurre este proyecto megalómano cuya gestión, matando dos pájaros de un tiro, encargará a José Luis Gimeno, alcalde de Castellón, que a cambio deberá dejar el bastón de mando en manos de Alberto Fabra.

Por qué los ciudadanos extranjeros deseosos de aprender castellano acudirían en masa a un enorme complejo en Castellón y no a cualquier otro punto de España es algo que podía escapar al común de los ciudadanos. Sin embargo, Camps y Gimeno tenían otros cálculos, y para transmitirlos el segundo no dudó en hacerse acompañar del responsable de una televisión local de extrema derecha, José Luis Tirado Josety, al que fichó en concepto de asesor a cargo del erario público.

Tirado fue el que comunicó el pronóstico de los beneficios multimillonarios antes citados y también aventuró —en el transcurso de un espacio televisivo en el que le acompañaba el entonces vicepresidente del Consell, Víctor Campos— que el complejo recibiría anualmente entre 25.000 y 30.000 alumnos, sin descartar alcanzar los 200.000 en un buen año.

Sin embargo, esa última cifra solo coincidió con los euros que —según aseguró en un pleno la concejal de Esquerra Unida en el Ayuntamiento de Castellón, Carmen Carreras— se embolsó el teleagitador entre 2005 y 2008 por una tarea finalmente improductiva. Porque en abril de 2010, tras cinco años sin ningún avance, la Generalitat y el consistorio castellonense presentaban de nuevo el proyecto, ya sin la supervisión de Gimeno, y con un presupuesto de 215 millones de euros, de los cuales solo 80 serían de capital público.

Fue entonces, con Alberto Fabra en la alcaldía de Castellón, cuando la Generalitat empleó los últimos 190.000 euros —a sumar a los empleados en los salarios de Gimeno, su chófer, su secretaria y su asesor— en estudios y planes para su gestación. Sin embargo, pese a que en vísperas electorales el Consell de Camps llegó a hablar de una construcción por fases y fechó la apertura definitiva para el año 2017, ese gasto tampoco sirvió para nada. Finalmente, un año después de que su sustituto en la alcaldía anunciara una remodelación del proyecto, reduciendo su coste a menos de 100 millones de euros e incluso cambiando su nombre, fue el gobierno del mismo Alberto Fabra que se aupó sobre el proyecto, el que esta semana le dio la puntilla definitiva.

El complejo de la Ciudad de las Lenguas no es, sin embargo, el único hito arquitectónico anunciado para Castellón por los populares Francisco Camps y Alberto Fabra (como presidente autonómico y alcalde de la ciudad, respectivamente) que duerme el sueño de los justos. Con bombo y platillo ambos anunciaron en abril de 2008 el encargo del Consell al arquitecto Frank O. Gehry del edificio del rectorado en Castellón de la Universidad Internacional Valenciana (VIU), un acuerdo que se formalizó con la visita al estudio del arquitecto en California del propio Fabra, que entonces declaró haber 'empezado un hecho histórico que ya no tiene vuelta atrás'. No obstante, el edificio nunca se construyó y el 70% de la universidad a distancia —otro proyecto faraónico de Camps— acabó vendido el pasado año al Grupo Planeta.

Sin embargo, el anuncio que salió más caro fue el del Centro de Convenciones que, con la firma de Santiago Calatrava, presentaron un año antes Francisco Camps, Alberto Fabra y el presidente de la Diputación, Carlos Fabra. Por aquel complejo, del que solo existe en la actualidad la maqueta que se exhibió durante su presentación, el arquitecto se embolsó 2'7 millones de euros de dinero público. Y nada más se supo.

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