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Más de 40.000 españoles viven en el "sinhogarismo oculto" 

Se trata de personas que ya no responden a los estereotipos de "indigentes o vagabundos", sino a trabajadores, desempleados, víctimas de violencia de género o personas que han sufrido una ruptura familiar

Un hombre sin techo duerme en la acera. EFE

Adaya González (EFE)

Vicente llevaba una vida normal como anticuario hasta que la "mala gestión de un problema" del que no supo vaticinar sus consecuencias le convirtió en un "cadáver social" durante cuatro "larguísimos años". Es la cara del "sinhogarismo oculto" que padecen más de 40.000 personas en España.

"La vida, a nada que nos descuidemos, nos puede llevar a recorrer un largo camino de la angustia a la esperanza", ha subrayado este jueves Vicente durante la presentación de la campaña "La vida misma", con la que la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios quiere sensibilizar sobre las personas sin hogar y en situación de vulnerabilidad.

Personas que ya no responden a los estereotipos de "indigentes o vagabundos", sino a trabajadores, desempleados, víctimas de violencia de género o personas que han sufrido una ruptura familiar, ha explicado la representante de la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que Trabajan con Personas sin Hogar (Feantsa), Laura Guijarro.

Como Vicente, un anticuario licenciado en Geografía e Historia a quien el zarpazo de la crisis le hirió con toda su crueldad en 2012. Incapaz de solucionar sus problemas económicos, poco a poco fue viendo cómo le cortaban el teléfono, la luz y el gas, hasta que una noche no pudo entrar en casa porque los propietarios habían cambiado la cerradura. "Estaba en la calle".

"Esa semana fue una de las peores de mi vida, durmiendo al raso, aseándome en los baños de tiendas, grandes almacenes o bares y dejando que pasara la noche y poder entrar en el metro para entrar en calor. Así me convertí en un cadáver social", rememora.

Decidió acudir a familiares y amigos, algo que antes no había hecho "un poco por vergüenza y, por qué no reconocerlo, por orgullo", pero fue "una pesadilla". "Había dejado de ser una persona para convertirme en un problema".

Tras vivir en casa de un primo, volvió a las calles, hasta que recurrió a un albergue de San Juan de Dios: "tener asegurado un lugar donde dormir y asearme, donde desayunar y cenar fue para mí una auténtica tabla de salvación".

Los años 2014 y 2015 estuvieron "llenos de luces y sombras": empezó a compartir un piso de alquiler y encontró un trabajo "envenenado" en una librería de viejo que tuvo que dejar; volvió así al centro, que tuvo que cambiar por el hospital durante varias meses para recuperarse de una enfermedad.

Superado todo aquello, y con trabajo estable desde 2016, a sus 60 años cree que todo "ha sido un regalo, una segunda oportunidad". "Ahora lo importante es el presente, el día a día que me conducirá a un futuro que se muestra prometedor, tranquilo y estable".

La campaña "La vida misma", financiada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, quiere invitar a reflexionar sobre esta realidad.

Para ello, San Juan de Dios instalará una casa de cartón en sus centros y hospitales y otras instituciones que se sumen a la campaña; dentro, un juego interactivo exhibe la vida de una persona sin hogar, un "trabajador pobre", una familia en situación de pobreza severa y un matrimonio de ancianos víctima de la pobreza energética.

Y es que un 30% de las personas en situación de pobreza tiene un trabajo y un 15% posee estudios superiores; casi tres millones viven con menos de 342 euros mensuales -un 6,4% de la población- y más de cinco millones están en situación de pobreza energética.

"Queremos romper estereotipos y advertir de que estas situaciones están más cercanas de lo que podamos pensar", ha concluido el director de la Fundación Juan Ciudad, Juan José Ávila. 

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