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Inmigración De la patera a los fogones de un restaurante en el centro de Madrid

El restaurante africano ElMandela, en el centro de Madrid, forma a jóvenes subsaharianos llegados a España como parte de un proyecto para ofrecer una salida laboral al colectivo.

Miembros del equipo de ElMandela reciben una clase de la escuela de cocina Le Cordon Bleu en Madrid.

Como quien tiene el don de la oportunidad, el restaurante africano ElMandela se instaló en 2012 sobre el primer número de la calle Independencia de Madrid. Su carta, a base de koky camerunés, mokimo keniata, thiep yape senegalés o acheque de Costa de Marfil, es un pasaporte a los sabores del África negra; pero su fogones son un visado al mercado laboral para jóvenes subsaharianos que llegaron a España huyendo del conflicto, el hambre y la pobreza.

En él trabajan y se forman chicos como Martin Ntumnou, que trabajó en la construcción durante 12 años hasta alcanzar su sueño como chef del restaurante; o Diaka, ayudante de cocina, que llegó desde Mali donde estudiaba para ser delineante, aunque en España no pudo completar ni convalidar sus estudios. También Ludovic, “Ludo” y Durán, ambos de Camerún, que ahora trabajan como camareros de sala.

“El que no ha llegado en patera lo ha hecho como ha podido. Todos han venido como ilegales, algunos con la tarjeta roja de refugiado; y una vez aquí han regularizado su situación a través de algún empleo, normalmente muy precario, que les ha permitido quedarse”, señala en conversación con Público Paco Ángel, gerente de la empresa de inserción creada en 2012 por la fundación jesuita Amoverse para dar salida laboral a jóvenes en excusión social.

En total 15 jóvenes, dos de ellas mujeres, han pasado por ElMandela, procedentes de Camerún, Malí, Senegal, Nigeria y Liberia, entre otros países. Llegan desde entidades como el programa Baobab de la Fundación San Juan del Castillo o de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que colaboran con el restaurante, donde pasan un mínimo de seis meses aprendiendo técnicas de cocina, hostelería y restauración.

Algunos se quedan hasta tres años, el tiempo máximo que permite el proyecto, pero la idea –explica Ángel- es que el restaurante sirva como un paso intermedio hacia un trabajo estable en el sector.

“Para mí es como una familia. Es el sitio que más me ha ayudado a aprender, a comunicarme con la gente, a entender más las cosas”, dice Durán, un camerunés de 31 años que llegó en diciembre de 2012 a España, tras más de 10 meses de viaje.

"Todos han venido como ilegales, algunos con tarjeta roja de refugiado"

Su historia es como la de tantos otros emigrantes anónimos: meses de espera en Marruecos, un intento de saltar la valla de Melilla, más meses de espera… finalmente, consiguió comprar una patera con unos amigos y cruzar de Tánger a Tarifa. Llegó solo a Madrid, y vive desde entonces en una casa de acogida.

“Fue muy complicado”, asegura. Durán tiene estudios de bachillerato y formación en contabilidad y finanzas. Reconoce que nunca pensó en dedicarse a la hostelería, pero poco después de probar en el restaurante como ayudante de cocina, decidió matricularse en un ciclo superior de restauración. Ahora estudia por las mañanas y sirve las mesas de ElMandela por las noches. Le gusta explicar a los clientes cada plato, su procedencia, su elaboración.

"Mucha gente no entiende lo que es venir a buscar una vida mejor"

“Es parte de lo que me gusta hacer aquí: dar una imagen positiva de África.” Se siente agradecido con todas las personas que le han acogido, pero cree que desde el Gobierno no se ayuda a combatir el desconocimiento generalizado sobre su cultura y la inmigración.

“Mucha gente no entiende lo que es venir a buscar una vida mejor. Piensan que no somos de fiar, o que venimos a robar. Yo siento que hay muchas personas que quieren acercarse a los africanos, pero tienen miedo. Hay que hablarlo más, normalizarlo”, afirma.

Ángel asegura que la mayor parte de los chavales que han pasado por ElMandela consiguen colocarse en otros restaurantes o locales un tiempo después. Durán lo tiene claro: “Conseguí los papeles hace un año y pude regresar unos días a Camerún, que era una de mis ilusiones. Mi plan ahora es terminar mis estudios y encontrar un trabajo para mantenerme solo”.

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