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La lucha de las sufragistas bate récords

La exposición sobre “El voto femenino” que impulsó en 2008 el extinto Ministerio de Igualdad supera en Zaragoza los ocho años recorriendo ciudades, una aceptación totalmente inusual, por prolongada, para una muestra impulsada por la Administración.

Una pareja observa la parte de la exposición dedicada a las milicianas de la guerra civil.

ZARAGOZA .- “¿Quién completó la democracia?”, suele preguntar la exministra de Cultura Carmen Calvo cada año a sus alumnos al comenzar las clases de Derecho Constitucional. Tras escuchar las respuestas de los alumnos, da la suya: Clara Campoamor, considerada la principal impulsora del voto femenino en España y que fue la única de las tres diputadas electas que votó a favor de aprobarlo en el Congreso hace 85 años, el 1 de octubre de 1931.

Ninguna de ellas, pese a haber sido candidatas –Campoamor por el Partido Radical, Victoria Kent por el Radical Socialista y Margarita Nelken por el PSOE-, había podido llevar a la urna la papeleta con su nombre en las elecciones celebradas cuatro meses antes: hasta 1933, solo podían participar los varones.

“El voto femenino fue aprobado tras una lucha contra viento y marea”, explica Natalia Salvo, directora del Instituto Aragonés de la Mujer (IAM) e impulsora, junto con el director general de Cultura, Nacho Escuín, de la instalación, hasta el 23 de octubre, de la exposición El voto femenino en España en el Museo de Zaragoza. “Queríamos que estuviera abierta el 1 de octubre para conmemorar el aniversario”, anota Salvo.

La muestra, compuesta por paneles que narran la lucha de las sufragistas tanto en España como en el resto del mundo, es una de las iniciativas expositivas impulsadas desde la Administración que ha tenido una acogida más prolongada: la lanzó el Ministerio de Igualdad en 2008, tras el 75 aniversario de la aprobación del voto femenino, y, desde entonces, “lleva ocho años sin volver al almacén”, explica Escuín, que achaca ese éxito a su transversalidad. Lo habitual es que este tipo de exposiciones no supere la duración de la legislatura en la que nacen.

La directora del Instituto Aragonés de la Mujer, Natalia Salvo, y el director general de Cultura, Nacho Escuín, destacan la larga duración de la exposición sobre el voto femenino, que supera los ocho años.

La directora del Instituto Aragonés de la Mujer, Natalia Salvo, y el director general de Cultura, Nacho Escuín, destacan la larga duración de la exposición sobre el voto femenino, que supera los ocho años.

Una década por detrás de Suecia y EEUU

“El tiempo no nos ha dado ningún derecho a las mujeres, sino que hemos sido nosotras las que los hemos conseguido a base de luchar”, señaló Salvo, que recordó las disparatadas conclusiones que provocó el primer ejercicio femenino del derecho a voto en España en las elecciones del 19 de noviembre de 1933, en las que la CEDA, los lerrouxistas y los agraristas se llevaron la mitad de los escaños: “con la victoria del Frente Popular en las de febrero de 1936 se acabó el mito de que el voto de la mujer estaba inducido por la iglesia”. Los historiadores achacan ese resultado a la desunión de la izquierda mientras la derecha se aliaba en coaliciones.

El voto femenino llegó a España entre 15 y 25 años después que a la mayoría de los países nórdicos, y con más de una década de retraso en relación con Inglaterra, Alemania, Suecia y EEUU. Se adelantó a otros como Francia e Italia, en los que no fue aprobado hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, y llegó a sacar 40 años a Suiza, que retrasó hasta 1971 el reconocimiento de ese derecho.

“En 1978, afortunadamente, ya no había dudas sobre si el voto debía ser igualitario para hombres y mujeres”, anota Salvo, que recuerda un paradójico aspecto de la Constitución aprobada ese año: “tuvo muchos padres pero ninguna madre”.

La exposición hace un recorrido por el sufragismo desde sus orígenes en países como EEUU –el Consejo Internacional de Mujeres fue creado en Washington en 1888-, Inglaterra y Alemania, cuya capital de aquella época, Berlín, fue desde 1904 la sede de la Alianza Internacional por el Sufragio Femenino.

Las reivindicaciones del movimiento sufragista, no obstante, no se limitaron a reclamar el derecho a votar, sino que se extendieron a otros aspectos sociales como la participación en la vida pública y el acceso a servicios como la educación y la sanidad. Fue una de las manifestaciones del feminismo.

La exposición permanecerá abierta en el Museo de Zaragoza hasta el próximo 23 de octubre.

La exposición permanecerá abierta en el Museo de Zaragoza hasta el próximo 23 de octubre.

Mujeres anónimas e ilustres con algún olvido

La muestra incluye imágenes de esas luchas y de las mujeres que las protagonizaron. La mayoría, anónimas; algunas, ilustres con el paso del tiempo como Campoamor, Victoria Kent –perdió su escaño en 1933, en las primeras elecciones con el voto femenino al que se había opuesto por temor a sus efectos- o Federica Montseny, primera ministra de España al asumir la cartera de Sanidad entre noviembre de 1936 y mayo de 1937.

La exposición, que también dedica apartados específicos a la evolución de la vida cotidiana de la mujer y a su intervención en el arte y en la ciencia, no incluye, sin embargo, referencias a una figura femenina como María Domínguez, la primera alcaldesa del país. “Es una figura conocida en Aragón, pero es cierto que fuera de aquí su historia no es muy conocida”, anotan Salvo y Escuín.

Dominguez, como ocurrió con las tres primeras parlamentarias, tampoco se votó a sí misma para llegar a la alcaldía de Gallur (Zaragoza). En este caso, fue designada por el gobernador civil para presidir la comisión gestora que se hizo cargo del ayuntamiento tras la dimisión en bloque del anterior en 1932. Ocupó el puesto entre el 29 de julio de ese año y el 6 de febrero del siguiente, cuando fueron disueltas todas las gestoras Militante de UGT y colaboradora en periódicos de a izquierda aragonesa a partir de los años 20, había sido maltratada por su primer esposo. Se fue de casa, rehízo su vida en Barcelona y regresó unos años después a Zaragoza, donde se dedicó a la docencia. Murió fusilada por los sublevados el 7 de septiembre de 1936 en Fuendejalón, localidad en la que la había acogido una hermana al comenzar la Guerra Civil.

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