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Maltrato animal Zoópolis, o cómo politizar la causa animal

Manifiesto Animalista (Reservoir Books), de la francesa Conrine Pelluchon, ahonda en las razones que nos han llevado a naturalizar la explotación animal para proponer una nueva teoría política basada en la igualdad de consideración de los intereses entre animales y seres humanos.

Portada del libro Manifiesto Animalista, editado por Reservoir Books

Portada del libro Manifiesto Animalista, editado por Reservoir Books

La explotación animal es un reflejo de los trastornos de nuestra sociedad y el maltrato ejercido contra ellos, una señal evidente de la violencia a menudo ejercida contra otros seres humanos. Por eso combatirla es combatir también cualquier forma de abuso cometido contra otros seres considerados inferiores o débiles, o contra los recursos de los que nos abastecemos.

Esta es la tesis sobre la que Corine Pelluchon, doctora en filosofía práctica en la Universidad de Franche-Comté, construye Manifiesto Animalista (Reservoir Books), un polémico ensayo de algo más de un centenar de páginas (Lee aquí un adelanto en exclusiva) en el que la autora aborda lo imperativo de politizar la causa animal como un modo de transformación y liberación colectiva.

“Para promover una sociedad que nos reconcilie con nosotros mismos y sea más justa con los animales hay que articular una teoría política y una antropología que arrojen nueva luz sobre la condición humana […] Entender los factores que intervienen en el maltrato animal es medir el mal que somos capaces de hacer y a la vez aventurarnos por un camino que abre perspectivas prometedoras en el plano teórico y práctico, individual y colectivo”, adelanta Pelluchon, antes de quitarnos la venda.

Porque todo ese mal que somos capaces de hacer –y que “se nutre de la pasividad social”- encuentra su justificación en el antropocentrismo y el especismo imperante desde la revolución industrial. Esto es, la idea de que la tierra y los seres que la habitan se crearon para uso y disfrute del ser humano que, desde un rango superior, legitima la violencia y explotación de otros seres considerados inferiores.

Por eso, advierte la autora, “la separación de otros seres humanos que siguen viviendo sin abrir los ojos a esta realidad no debe engendrar desprecio [….] las personas conscientes de la vida de miseria y la muerte atroz impuestas a los animales deben recordar que ellas también han estado ciegas”.

La idea que propone Pelluchon es más bien la de girar el prisma, sacudirse los prejuicios que sustentan el especismo y asumir la igualdad en la consideración de los intereses entre animales y seres humanos, es decir, transitar hacia el antiespecismo, de la misma manera en que las políticas de Abraham Lincoln permitieron a la sociedad estadounidense transitar hacia la abolición de la esclavitud.

Politizar la causa animal pasa por tanto por la construcción de una zoópolis, un término acuñado ya en 1998 por la reputada profesora de la Escuela de Diseño Medioambiental de Berkeley Jennifer R. Wolch, y que Pelluchon recupera en su Manifiesto Animalista para designar “una sociedad democrática que concilia los derechos del hombre con los intereses de los animales”, con todas las dificultades que eso conlleva, y de las que la autora se hace consciente.

“Promover una sociedad justa con los animales exige acabar con la explotación animal, pero esto supondría que la gran mayoría de los individuos fuesen antiespecistas, y sabemos que por ahora no es así. La lucha política a favor de la liberación animal debe abrirse paso. Este objetivo requiere aplicar una estrategia tanto en las organizaciones políticas, éticas y culturales de base – a lo que puede contribuir la formación de un movimiento y un partido animalista- como en un nivel institucional, con cambios indispensables en el sistema representativo”, propone.

Público te ofrece en exclusiva el primer capítulo de Manifiesto Animalista: leelo aquí.

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