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El precio de la luz seguirá batiendo récords hasta final de año tras encadenar máximos históricos en verano

La cotización de la electricidad en los mercados mayoristas se dispara a niveles históricos y con previsiones alcistas a corto y medio plazo por la dependencia del gas y por un sistema tarifario que premia las maniobras encarecedoras de las compañías.

Torre de alta tensión en Madrid. EFE/J.J. Guillén
Torre de alta tensión en Madrid. J.J. Guillén / EFE

El precio de la luz se ha desbocado con tres récords diarios consecutivos en el mercado mayorista que anticipan un periodo de varios meses, al menos hasta final de año, de tendencias alcistas ante las previsiones de encarecimiento de combustibles como el gas natural y de los bonos que gravan su uso por su carácter fósil, pero también al abrigo de un sistema tarifario genuinamente español que permite a las compañías eléctricas hinchar los precios con prácticas ajenas a las lógicas del mercado y, con ello, disparar tanto sus beneficios como el coste que soportan familias y empresas al utilizar esa energía.

El precio de la electricidad en el mercado mayorista ibérico batió su récord histórico el lunes con una cotización de 106,74 euros el megavatio, volvió a hacerlo este martes con otra de 111,88 y está previsto que lo haga de nuevo el miércoles al alcanzar los 113,99, mientras OMIE, el Operador del Mercado Ibérico de Electricidad, prevé que el precio marginal que sirve de referencia llegue a superar los 125 de nueve a once de la noche en esa jornada.

Eso significa que los precios de la energía eléctrica al por mayor están cerca de triplicarse en lo que va de año, ya que 2020 cerró con una cotización de 42 según los datos del Banco de España, mientras los consumidores soportan tarifas de hasta 28,12 céntimos por kilovatio, como ocurrió este martes entre las 21.00 y las 22.00 horas, que constatan cómo la tasación de esa electricidad se encarece dos veces y media en el tránsito de las centrales a los enchufes, según los datos del comparador de Selectra.

Y la mayoría de los indicadores apuntan a que esa situación va a seguir produciéndose, con el consiguiente impacto negativo en los bolsillos de los consumidores y las cuentas de resultados de las empresas para las que la electricidad es un imput productivo básico y, al mismo tiempo, positivo en la contabilidad de las compañías eléctricas, que nunca habían presentado resultados tan holgados como los que dan cuando, paradójicamente, más caras están algunas de las materias primas con las que operan.

"Siempre es la misma historia: tenemos un mercado eléctrico mal diseñado, pero para atajar el problema hay que entrar en el problema", señala Sara Pizzinato, consultora especializada en temas energéticos que no tiene ninguna duda acerca de que "el problema no es el coste del CO2, sino que se siga generando CO2. El gas es un combustible caro y sucio que encarece el precio de la electricidad y al que no podemos ver como un aliado".

"El problema no está en el precio del gas ni en el del CO2, sino en la voluntad de las grandes empresas", anota Soledad Montero, responsable de Energía de Ecologistas en Acción.

¿Por qué sube la luz?

Básicamente se debe a los efectos que tienen sobre el peculiar sistema de tarifas español, en el que el llamado precio marginal del tipo de energía más caro que entra en el sistema arrastra al resto a un nivel similar al suyo, las producciones basadas en la quema de gas natural y, por extraño que pueda resultar, de la circulación del agua. Ambas llevan semanas alternándose para marcar niveles de récord en el precio de la energía al por mayor, la que compran las eléctricas para complementar su propia producción y abastecer a sus clientes en el mercado minorista.

¿Y ese precio es el del recibo?

No, aunque le afecta. El precio del que se habla estos días es el del mercado mayorista, no el del minorista, en el que el factor de la energía supone ahora en torno al 30% del recibo. El 70% restante se reparte entre los llamados "peajes" que financian los sistemas de transporte y de distribución, los denominados "cargos" para pagar una parte del despliegue de las renovables, el sobrecoste de la producción en las islas o el déficit de tarifa y los impuestos. El objetivo declarado del criticado nuevo sistema es invertir esa relación: que la energía suponga el 75% de la factura del consumidor y el resto de los componentes se repartan un 25%, impuestos al margen.

¿El sistema actual es modificable?

Obviamente, sí; ya que se trata de un sistema tarifario que regula el Gobierno, cuyas limitaciones en ese ámbito se encuentran, al margen de los equilibrios parlamentarios, en la supervisión de la UE y de organismos como la CMNC en lo que se refiere a la competencia y en los tribunales, siempre que las compañías eléctricas recurrieran sus eventuales decisiones, en lo que afecta a la legalidad. De hecho, ya está en marcha la tramitación de un anteproyecto de ley para eliminar llamados "beneficios caídos del cielo" que obtienen las eléctricas con ese sistema tarifario que permite, de facto, facturar energías limpias como si llevaran los recargos de las fósiles.

¿Cómo influye el gas?

El gas natural, como el petróleo, se encuentra en niveles de cotización que en los últimos siete años solo se habían dado durante unos meses a mediados de 2018, con el barril de Brent en el entorno de los 70 dólares en el mercado de futuros. Eso tira al alza de los costes de producir energía en centrales de ciclo combinado o térmicas de gas, que son, junto con las hidráulicas y con el carbón prácticamente en desuso, uno de los dos tipos de generación eléctrica flexibles que se utilizan para completar la aportación de otros rígidos como las renovables (dependen del viento y el sol) o la nuclear. Por escaso que sea el volumen que llega a la red, marca el precio.

¿Qué pasa con los bonos de CO2?

Se trata de un gravamen de ámbito comunitario cuya finalidad es disuadir del uso de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón y sus respectivos derivados, básicamente) para allanar la transición energética. Sin embargo, la mutación del principio conservacionista de "el que contamina paga" en un perverso pero real "el que paga contamina" ha provocado la aparición de un mercado de derechos de emisiones que ha disparado los precios de esos derechos: llevan desde abril por encima de los 50 euros tras haber empezado el año a 32, no alcanzar los 18 en vísperas de la pandemia y haber fluctuado por debajo de los diez entre 2012 y 2018.

¿Cuál es la influencia real del gas y los bonos en el precio de la luz?

Un estudio del Banco de España les atribuye "una parte significativa" del aumento de precios de la electricidad en el mercado mayorista en los primeros seis meses de este año, concretamente un 20% a los bonos y "aproximadamente la mitad" a la subida de los precios del gas, con una evolución "similar" a la de otros mercados europeos.

Sin embargo, el emisor llama la atención sobre las "diferencias sustanciales en cuanto a la traslación a los precios minoristas" y destaca que "el encarecimiento de los precios de la electricidad en el mercado mayorista habría explicado cerca de una tercera parte del aumento" en los recibos de la luz de familias y empresas, un efecto que "habría sido muy inferior" en las principales economías del área del euro.

"Las discrepancias en los sistemas de fijación de precios minoristas de la electricidad podrían estar detrás de las diferencias", señala, en el enésimo análisis que pone sobre la mesa las peculiaridades del modelo tarifario español.

¿Y qué va a pasar con los precios de los bonos y del gas?

Todas las previsiones apuntan a una tendencia alcista en los precios tanto del gas, que se encuentra en sus mayores cotizaciones desde 2014 con la excepción del repunte de diciembre de 2018, como de los bonos: estos últimos, por la tendencia inflacionista que genera la propia perversión del sistema; los primeros, por la menor producción de petróleo y el viraje de las empresas hacia otras formas de energía.

Webs especializadas como Investing reseñan cómo Reuters y Barclays prevén un mantenimiento de las cotizaciones del barril de Brent en el entorno de los 70 euros para lo que queda de año, Goldman Sachs lo eleva a 80 para el último trimestre de 2021 y Bank of América apunta la posibilidad de que se dispare hasta los cien en 2022.

La combinación de la evolución de "los mercados" con las normas tarifarias españolas auguran, salvo que estas cambien, nuevos apretones para los bolsillos de los consumidores mientras no cambien o esas tendencias alcistas de los combustibles de origen fósil o el marco regulatorio.

"Una parte del precio del gas está indexada al del petróleo, por lo que seguirá alta si este también lo hace", explica Alfons Pérez, investigador del Observatorio de Deuda y Globalización, que anota que "a partir de determinados volúmenes de demanda el precio del gas se dispara" por el recurso a los mercados internacionales para completar los suministros previamente garantizados en contratos bilaterales.

¿Va a quemar más gas el sistema eléctrico?

No apuntan en esa dirección las previsiones de Enagas, la empresa pública que se encarga de la distribución de ese fluido en España, sino precisamente en el contrario al estimar una demanda de 86 teravatios para los doce próximos meses cuando en los últimos ha sido de 88,4.

¿Qué pasa con la hidroeléctrica?

Su influencia en el precio mayorista de la electricidad tiene rasgos disparatados: resultó ser la de referencia (por cara) en más de la mitad de las subastas horarias del mes de junio y con precios superiores a los que marcaban las centrales de ciclo combinado, según denunció la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), cuando se trata de instalaciones amortizadas y que no dependen de ningún combustible. El argumento para que se diera ese cuadro fue el del "coste de oportunidad", que viene a ser el situarla como la única que cuando fue necesario pudo realizar aportaciones al sistema con flexibilidad para completar la cobertura de la demanda.

"¿Por qué hemos de pagar por la energía hidroeléctrica el doble y hasta el triple de su precio real?", plantea Pizzinato, que reclama una regulación del uso del agua que evite esa maximización de beneficios: "Las hidroeléctricas se construyeron en otra época y a cuenta del Estado, y nadie puede competir con ellas. No hay competitividad y el precio se dispara. Ahí falla el mercado", señala, al tiempo que insiste en "la necesidad de invertir en dar flexibilidad al sistema y regular cómo entra cada energía".

"La electricidad no puede no ser competitiva en precios con otras fuentes de energía contaminantes" añade, ya que "si pasa eso el mercado lanza señales de regreso a los combustibles fósiles".

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