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600 millones para racanear

Abramovich ha reventado el mercado de fichajes para ver al Chelsea jugar como un club pequeño

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Cuenta la leyendaque, deslumbrado mientras sobrevolaba el Camp Nou en su jet privado, a Roman Abramovich se le antojó comprarse un club de fútbol. En junio de 2003 canceló la deuda del Chelsea y anunció a bombo y platillo que su objetivo era ganar la Liga de Campeones a cualquier precio. Sólo ha cumplido lo del precio.

En seis años, el magnate ruso se ha gastado más de 600 millones de euros. Una inversión que no se corresponde con la rácana imagen que ha dado a menudo el Chelsea, por ejemplo hace una semana en el Camp Nou. Una millonada para jugar a no dejar jugar al contrario. 'Nosotros no lloramos cuando las cosas van mal', respondió Hiddink ante las críticas que recibió por su planteamiento: 20 faltas y sólo tres tiros a puerta.

'He visto el vídeo del encuentro y no me parecen justas las críticas. Nunca fuimos a hacer daño', justificó el entrenador holandés. No esconde que su equipo rompió el partido a faltas tácticas, pero lo da por bueno porque no hubo lesionados. La pregunta es si merece la pena gastarse más de 600 millones de euros para especular. Y anuncia que puede que nada cambie en la vuelta: 'Tenemos jugadores para pelear, pero en el fútbol de alto nivel la disciplina táctica es fundamental'.

Desde que se apoderó del Chelsea, Abramovich ha reventado el mercado de fichajes sin importarle si su equipo entretenía o aburría. Primero se entregó a Mourinho y en el entrenador portugués están las respuestas a muchos de esos desembolsos estratosféricos encaminados a practicar un juego tedioso. Creyó que Mourinho le garantizaría la conquista de Europa con su fórmula de fútbol-ciencia. Le dio plenos poderes para que construyera el equipo más directo, más demoledor y mejor posicionado del continente. Un diseño robusto al que conquistar la Premier en dos ocasiones no fue suficiente. Abramovich quiere presidir al campeón de Europa y dio por agotadas las oportunidades a Mourinho. Sin embargo, influenciado por el fútbol metálico del portugués, Abramovich ha pagado precios de crack por simples buenos futbolistas de equipo.

La lista de sus 15 compras más costosas va desde los 20 millones de euros que pagó por Makelele, a los 30 que soltó por el central Carvalho y a los 38 que dio por Essien. Este último ocupa el segundo lugar del ranking, sólo superado por los 40 millones de euros que desembolsó al Milan por Shev-chenko, un antojo personal de Abramovich que fracasó porque no se adaptaba a Londres. La sangría de dinero ha sido tal que hasta para alguien tan sobrado como el ruso parece haberle hecho recapacitar. En noviembre de 2008, Peter Kenyon, su mano derecha, anunciaba el despido de 15 ojeadores de la red que el club tiene desplegada por el mundo. 'El sistema de ojeadores ahora está enfocado a lo que queremos ser. Hemos cambiado para aumentar el número de jugadores jóvenes de Inglaterra', explicó Kenyon.

La intención sonaba a giro romántico y cabal. Se la encargaron a Frank Arnesen, ex jugador del Valencia, y con un sueldo que supera los dos millones de libras. Había sido reclutado del Tottenham en 2005 (también previo pago de 5 millones de libras) para que montara la red de informadores que debían nutrir al Chelsea de los mejores jóvenes del planeta. El danés, sin embargo, ahora está muy cuestionado por la contratación y detección de jóvenes talentos.

Tiró por la vía fácil. Fichó a los jugadores más prometedores de Inglaterra arrebatándoselos a los clubes ingleses. Se le exigía un plan a largo plazo y acortó los tiempos con el talonario. Escandalizó al fútbol inglés con el pago desorbitado por Taiwo y Woods, dos de las promesas más firmes del United. El propio Scolari, antes de ser destituido se quejó de la falta de formación de los jóvenes bajo la tutela de Arnesen: 'He intentado buscar caras nuevas en los equipos inferiores, pero no había nada'.

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