Este artículo se publicó hace 12 años.
Adelina Kondrátieva, la teniente de "la batalla de las personas honradas"
Teniente de Aviación de la República Española durante la Guerra Civil, la brigadista argentina de origen ruso ha sido una de las principales impulsoras de la recuperación de la memoria histórica.
Alejandro Torrús
La vida de Adelina Kondrátieva puede ser calificada como una continua gran batalla. Su trayectoria, sus viajes, sus exilios y deseos reflejan a la perfección la historia del siglo XX que le tocó vivir, un centurio marcado por la ilusión de que las ideas pueden cambiar el mundo y por el terror derivado de las dictaduras totalitarias. La suya es una vida de ida y vuelta, de represión política y de duras desilusiones con el régimen que prometía la liberación de la clase obrera, pero sobre todo, su historia es la de una única lucha: “la batalla de las personas honradas”, como ella mismo escribió en una de sus últimas cartas a los compañeros y socios de la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE), que presidió hasta su muerte el pasado 12 de diciembre.
Adelina nació en 1917 en la ciudad de Buenos Aires, donde su padre se había exiliado para escapar de la represión del régimen zarista, y murió en Moscú, en la nueva Rusia post-soviética de Putin. Su vida, sin embargo, quedó marcada por su participación en la Guerra Civil española en el bando republicano, donde alcanzó el grado de teniente de Aviación de la República Española, y donde muchos años después encabezó la recuperación de la memoria histórica, impulsando el Homenaje a las Brigadas Internacionales celebrado en 1996 y, en 1997, la Asociación Archivo, Guerra y Exilio (AGE).
La primera vez que Adelina pisó suelo español fue el mes de enero de 1937. Llegó junto a su padre para combatir en la guerra. En 1932, Adelina había emigrado junto a su familia a la Unión Soviética para participar en la construcción del Estado socialista. La integración no fue fácil y el nuevo Estado soviético le denegó dos veces su ingreso en la Unión de Juventudes Comunistas por considerarla “hija de un trotskista con el agravante de haber nacido en Buenos Aires”. A la tercera fue la vencida y, finalmente, fue admitida. A los 19 años de edad, cinco más tarde de haber llegado a Rusia, se recorrió media Europa para llegar a España a defender la República.
Adelina recorrió media Europa para animar a los brigadistas a contar su experiencia en España
Por sus conocimientos de español y ruso, Adelina fue destinada como intérprete y traductora en la Aviación, en el Estado mayor de la Fuerza Aérea de la República con sede en Albacete, donde Adelina y sus compañeros pasaban la noche atentos a la información de la centralita que daba los partes de los aeródromos. De sus experiencias en la Guerra Civil española, esta mujer nunca pudo sacar de su memoria el bombardeo de la ciudad castellano-manchega por la aviación franquista el 20 de febrero de 1937. Así lo recordaba Adelina en una de sus entrevistas:
“Ese bombardeo fue algo macabro. Durante casi toda la noche el cielo de Albacete permaneció resplandeciente por las explosiones de las bombas y el ruido era estremecedor. Las acciones se repetían tras un breve intervalo de tiempo y uno tenía la impresión que aquella era una noche interminable. Al día siguiente fuimos a la ciudad y los estragos del bombardeo dejaron heridas las calles y plazas, especialmente las pérdidas fueron más intensas entre el Altozano y la estación de ferrocarril”.
“La izquierda no mostró la historia real”En 1938, Adelina regresó a Moscú donde ingresó en la Universidad Obrera para adultos y se especializaó en la historia del movimiento sindical norteamericano. Su futuro, no obstante, continuaría ligado al ejército durante varias décadas más. Durante la II Guerra Mundial trabajó como intérprete de los prisioneros italianos en el frente ruso y después ingresó en el Instituto Militar de Idiomas. Fue Teniente Superior del Ejército Soviético entre 1941-1949, y participó activamente en toda la campaña militar durante la ocupación alemana de la URSS.
Sus logros en el ejército soviético y su condecoración con la Orden de la Estrella Roja no consiguieron disipar las sospechas sobre la figura de su padre, quien fue acusado de trotskista, detenido y condenado a cinco años de gulag con posterior destierro. Años más tarde recordaría aquellos años de régimen estalinista como de “zozobra, incertidumbre y miedo”. “Éramos impotentes mártires y cómplices”, reconoció en una entrevista para la televisión argentina.
Falleció el 12 de diciembre en Moscú, a los 95 años de edad
Décadas después, dejados atrás los sueños revolucionarios soviéticos, Adelina impulsó la creación de la Asociación Archivo, Guerra y Exilio y trabajó sin descanso para la digitalización de archivos y documentos dispersos por Rusia de la Guerra Civil. Para la historia quedará sus innumerables viajes por toda Europa para animar a los brigadistas a contar sus historias y retomar ese trozo de historia de España que muchos quieren borrar de un plumazo.
Ella mismo predicó con el ejemplo y en 1994 publicó sus memorias, Mosaico roto, junto a su hermana Paulina. Adelina murió en Moscú en una interminable batalla con la burocracia española para conseguir la pensión que le corresponde por haber sido teniente del Ejército republicano y poder, así, cumplir su sueño de asentarse en España. Sin mebargo, esta ha sido una batalla que tampoco ha podido ganar. Quizá porque como ella escribió el presente se asienta en una historia dudosa que nos ha deparado una “crisis de valores y la vuelta de los fascismos en sus peores manifestaciones”.
“Pienso que en la situación actual el gran fracaso es de la derecha que no admitió la derrota sobre el fascismo y el gran fracaso es también de la izquierda que no mostró la historia real a las siguientes generaciones. De ahí la crisis de valores y la vuelta de los fascismos en sus peores manifestaciones ante el asombro de la juventud, que desconoce el horror que traen las dictaduras”, escribió Adelina en una de sus últimas cartas a la AGE.
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