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El Águila que llevó al hombre a la Luna

El 20 de julio de 1969 dos hombres alunizaron a bordo del módulo Eagle. Los protagonistas viven para contarlo

DANIEL MEDIAVILLA

Durante el descenso hacia el Mar de la Tranquilidad, los ordenadores del módulo lunar (ML) habían lanzado alarmas que ponían en duda la sensatez del alunizaje. Desde la Tierra, el ingeniero Steven Bales tardó unos segundos en comprender que se trataba de un error.

La misión podía continuar. De pie sobre el ML (no tenía asientos), Neil Armstrong y Buzz Aldrin se aseguraban de que se dirigían al lugar apropiado. Un año antes, Armstrong había tenido que salir despedido de un vehículo de entrenamiento similar durante las pruebas en la Tierra, salvando la vida por los pelos. Esta vez todo funcionó mejor. El Apolo 11 se pasó unos kilómetros del lugar previsto para el aterrizaje y tocó el suelo con sólo 45 segundos de combustible en el depósito, pero lo hizo sin problemas.

Eugene Cernan, uno de los 12 hombres que han caminado sobre la Luna, afirmó que aterrizar con un caza sobre un portaaviones de noche era más complicado que plantar el ML sobre la Luna. Pero no hay que quitar mérito a Armstrong. Aquel artefacto en el que los primeros hombres llegaron a la Luna era un vehículo en pruebas. Sólo tres habían volado antes.

A las 20.17 del 20 de julio de 1969, el Eagle (como se bautizó al ML del Apolo 11) aterrizó. Seis horas y media después, con la nave preparada para partir en caso de que surgiese cualquier imprevisto, Armstrong salió al exterior. Su salto desde la escalerilla del Eagle, 'un pequeño paso para el hombre, un salto gigantesco para la humanidad', rubricó la victoria de Estados Unidos en la carrera espacial con la Unión Soviética y convirtió a Armstrong en un símbolo.

Durante los últimos 40 años, el primer hombre en la Luna ha tratado de escapar a su propio mito. En cuatro décadas, Armstrong ha concedido sólo dos entrevistas en televisión y el próximo lunes ni siquiera asistirá al evento organizado por la NASA para conmemorar el aniversario del alunizaje. Mañana dará un discurso de 15 minutos en el Smithsonian de Washington, pero no responderá a preguntas ni permitirá que se le hagan fotos.

Recientemente, Andrew Smith, autor de un libro sobre los primeros humanos en la Luna, apuntaba a un motivo que puede explicar la timidez de Armstrong: 'Había 400.000 personas que trabajaron en el programa de distintas formas y él piensa que no se merecía toda la gloria por haber hecho la parte del vuelo', dijo.

Michael Collins, el tercer hombre, el piloto que tuvo que quedarse en la órbita lunar mientras sus compañeros hacían historia, también parece tener una opinión similar. En una entrevista publicada por la NASA, Collins asevera que ningún astronauta mereció la Medalla de Honor del Congreso que el trío del Apolo 11 recibió. 'Hicimos nuestro trabajo con una perfección casi total, pero de ninguna manera cumplimos el criterio [requerido para recibir este honor] de por encima y más allá de la llamada del deber', escribe.

Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna, se convirtió en el principal publicista de aquella hazaña. Siempre disponible para los medios de comunicación, ha servido como gancho publicitario para uno de los videojuegos de Nintendo e incluso ha participado en un vídeo musical del rapero Snoop Dogg.

Aldrin, convertido como sus compañeros en una estrella mediática, se hundió tras el regreso. Cayó en una profunda depresión, tuvo serios problemas de alcoholismo y se divorció. El retorno de aquel 20 de julio era un reto para el que la NASA no podía preparar a sus astronautas. Es probable que muchos sintiesen, como Charlie Duke, piloto del Apolo 16, que su vida a partir de entonces ya solo podía ser 'un largo y lento anticlímax'.

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