Este artículo se publicó hace 17 años.
Alemania, República Checa y Polonia celebran el fin del control de fronteras
Los gobiernos de Alemania, Polonia y la República Checa celebraron hoy el fin de sus controles fronterizos en la ciudad de Zittau, donde se encuentran los tres países y donde los límites han cambiado a lo largo de la historia.
"Estamos asistiendo a un momento histórico", dijo la canciller alemana, Angela Merkel, en la aduana entre Alemania y Polonia en esa ciudad.
"Es una gran alegría que los escolares vivan hoy como normalidad europea algo que fue un sueño para sus padres y sus abuelos", dijo Merkel, que se crió y educó tras el Telón de Acero en la extinta República Democrática Alemana.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, estuvo en la misma línea argumental de la de Merkel y habló de un día histórico para Europa.
El presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso, dijo que el acto tenía un carácter simbólico y recordó que en el pasado Europa estuvo dividida por el Telón de Acero.
Barroso sostenía en la mano un letrero que llevaba en la mano y en el que se leía "control de aduanas", que calificó como "pieza arqueológica".
Durante el acto, una banda de la policía alemana tocó el Himno a la Alegría de Beethoven y unos escolares soltaron unos globos con los símbolos de la Unión Europea (UE).
Frente a la euforia de los políticos, la población de las zonas fronterizas todavía tiene sentimientos encontrados ante la apertura e incluso temor a un aumento de la criminalidad.
"En principio me parece bien que se abran las fronteras pero la criminalidad es un problema", dijo a Efe un pensionista alemán que se identificó como Johann Wellnnar, quien comentó que "mi hija vive cerca de la frontera y dice que cuando lava la ropa tiene que sentarse encima de ella hasta que se seque para que no se la roben".
La desconfianza frente a la criminalidad está presente y es algo que surge en cada conversación que se inicia en Zittau ante el ingreso de Polonia y la República Checa en el espacio europeo sin fronteras.
"Ahora desocuparan casas, cruzarán el río Neisse y nadie volverá a saber de ellos", agrega Wellnar.
"Me parece que todos exageran mucho", comentó Peter Grusshans, otro jubilado, para quien "los que roban también pueden ser alemanes".
Grusshans nació en la región de Silesia, dijo, "cuando era Alemania" (hoy es territorio polaco) y después de 1945 fue uno de los 13 millones de ciudadanos de etnia germana que fueron desplazados de los territorios al este de los ríos Oder y Neisse.
"La apertura de la frontera me parece maravillosa. Hemos tenido que esperar demasiado tiempo", agregó Grusshans, un hombre que vivió en la República Democrática Alemana (RDA), de donde huyó al oeste para vivir un tiempo en Hamburgo y, después de la reunificación, volvier a instalarse cerca de las fronteras con Polonia y la República Checa.
El río Neisse, el afluente del Oder, es un río que apenas tiene cuatro metros de anchura al pasar por Zittau, localidad que antes de la definición de las nuevas fronteras europeas tras la Segunda Guerra Mundial tenía un barrio en lo que hoy es territorio polaco.
También allí se produjeron algunas manifestaciones de reserva frente a la apertura de fronteras y pudo verse una pancarta que pedía un referendum sobre el tema.
La calle de Zittau que conduce la frontera se llama Friedensstrasse, es decir, Calle de la Paz y al otro lado de la aduana, ya cerrada, basta un viaje de unos pocos minutos en autobús -en el trayecto se encuentran muchos letreros en alemán- para llegar a otro puesto fronterizo, entre Polonia y la República Checa.
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