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La angustia del puesto de trabajo no deseado

El argentino Claudio Tolcachir regresa este jueves a Madrid con la obra ‘Tercer Cuerpo', un drama humano enfocado hacia el mundo de la oficina

PAULA CORROTO

Muchos autores del teatro actual le deben estar eternamente agradecidos a Anton Chejov. El ruso se inventó allá por el XIX el drama humano moderno y, por clonación, parió a buena parte de los autores de este siglo XXI. Porque ha sido esta década la que se ha aprovechado como pocas de desgajar con bisturí los miedos de las relaciones sentimentales, familiares o los cismas de trabajo. Lo mejor es que la fórmula ha encontrado eco entre el público.

El argentino Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1975) es uno de estos autores chejovianos. En 2007, con su primera obra, el drama costumbrista La omisión de la familia Coleman, consiguió un rotundo éxito en España. Por eso, el Festival de Otoño ha vuelto a programarle con su segundo texto, Tercer Cuerpo (la historia de un intento absurdo), que se estrena el jueves en la sala pequeña del Teatro Español, donde se quedará hasta el 29 de noviembre.

Esta vez la historia se desarrolla en una oficina. Los personajes vuelven a mirarse en el espejo de la desesperación, de la soledad. Con un cierto patetismo de fondo. Tolcachir les describe bien: 'Lo que les ocurre es que buscan incansablemente un sentido afectivo, quieren encontrar el objeto del amor'. Que, por supuesto, no encuentran en las cuatro paredes en las que pasan la mayor parte de su tiempo.

El autor reconoce que le conmueve este poso de lo cotidiano. 'Me fascina la gente común, las personas de la calle, aunque tampoco estoy hablando de marginales peligrosos. Simplemente, son personas que están en los márgenes del éxito', afirma. Los universos sobre los que escribe -la familia, la oficina- no cree que supongan una limitación. 'Cuando uno escribe de ellos, escribe del mundo', sentencia. El ser humano, para él, es igual en cualquier parte del mundo, de situación. 'Todos tenemos miedo a la vejez, todos tenemos las mismas emociones ante el fracaso o el éxito', afirma.

En sus obras tampoco pretende quedarse en la superficie de los textos. 'Tercer cuerpo no me la planteé nunca como una denuncia de la explotación en el trabajo o del sentido del trabajo; pero sí quería destacar lo terrible que es que alguien tenga que dedicar la mayor parte de su vida a trabajar en algo que no le gusta', señala. Pero como Chejov, tampoco ofrece soluciones. 'No, la obra queda en un lugar suspendido. Nada se resuelve', confiesa.

A pesar de que ha sido la escritura la que le ha el reconocimiento en España, Tolcachir lleva años bregando como actor en las salas argentinas. El acto de escribir llegó 'porque me gusta probarlo todo en el teatro. Es un mundo que me encanta', reconoce. Por eso también dirige sus propios textos, aunque no lo hace por comodidad: 'Creo que es más fácil dirigir un texto ajeno porque sabes qué partes te gustan más y cuáles menos'.

De España, lo que más le ha sorprendido es la diferencia en el número de salas independientes con respecto a las existentes en Buenos Aires. 'Allí hay muchísimas, lo que supone un semillero para mucha gente', destaca. Sin embargo, este no es por una ayuda gubernamental, sino que se debe a 'una costumbre histórica de la ciudad. Lo nuestro es vocación teatral'. La suya, de momento, es seguir sacándole los aplausos al público madrileño.

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