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Animaciones contra la opresión

El Museo de Arte Moderno de Nueva York dedica la mayor retrospectiva del artista surafricano William Kentridge

ISABEL PIQUER

Las animaciones al carboncillo de William Kentridge (Johanesburgo, 1955) han dibujado la opresión colonial, los conflictos sociales, la pérdida, la reconciliación, la violencia, la política de su Suráfrica natal en un blanco y negro bastante apropiados para describir el apartheid; han viajado por los meandros intelectuales de la mente creadora, esbozando lo efímero de la memoria cultural y personal; y desde hoy adornan sendas salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma) en la mayor retrospectiva dedicada al artista.

Procedente de San Francisco, con contenidos adicionales de la propia colección del Moma, la muestra reúne obras de las tres últimas décadas. Coincide además con el estreno en la ópera del Metropolitan la semana que viene de la escasamente interepretada La Nariz, la adaptación de Dimiti Shostakovich del cuento de de Gogol (1836) que Kentridge ha puesto es escena. 

“Vine por primera vez a Nueva York en 1986, con una carpeta de dibujos bajo el brazo y ninguna galería me abrió sus puertas”, recordó ayer el artista en la presentación en el Moma, “a finales de los 90, volví, ya en circunstancias muy distintas, apadrinado por [la galerista] Marian Goodman, pero nunca imaginé que podría encontrarme en un espacio como el de este museo, y a punto de estrenar una ópera en el Met”.

La muestra está dividia en cinco partes. Esperanza ocasional y residual: Ubu y la procesión recoge las primeras obras del en los años 70 y las incursiones posteriores en el tema de Ubu Rey, la sátira de Alfred Jarry sobre la corrupción y el despotismo, que Kentridge aplicó al describir la Comisión de la Verdad y Reconciliación en Suráfrica en 1995 que sentó en una misma sala a víctimas y verdugos del apartheid; la muestra recoge obras como Procesión de Sombra (1999) y la serie Zeno a las cuatro de la mañana (2001).

El tiempo espeso: Soho y Felix junta los personajes de ficticios más conocidos de Kentridge, Soho Eckstein, un industrial y empresario cuya mala conciencia refleja la de los blancos de Suráfrica y su alter ego, Felix Teitlebaum, que en las creaciones del artista juega su propio papel. Los cortos de animación siguen las peripecias de la vida diaria en Johanesburgo en la última década del apartheid.

Parcours d’Atelier: el artista en su estudio representa una excepción en el recorrido del artista, un desvío intimista hacia la propia labor creativa sobre “todo lo invisible que se hace antes del trabajo”. Kentridge rinde un homenaje a George Meliès , en cuyas animaciones primitivas y efectos especiales se reconoce.

Otro espacio de la muestra reúne la puesta en escena de otra ópera la Flauta Mágica de Mozart, un desvarío imaginativo que el surafricano estrenó en el teatro bruselense de La Monnaie y alrededor del cual también critica los excesos racionalistas del Siglo de las Luces (Mozart murió en 1791, dos años después de la Revolución Francesa), en el que luego ve reflejados los excesos del colonialismo en Suráfrica.

Y finalmente La Nariz: aprendiendo del absurdo, junta los esbozos de los decorados que los neoyorquinos podrán admirar la semana que viene en el Metropolitan. Será una Nariz, 'de judío de Suráfrica, proeminente' y que también actuará en escena, junto al protagonista, interpretado por el tenor brasileño, Paulo Szot.  

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