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"Cada año igual: vienen, se disfrazan, hacen el burro, enseñan el culo
y se emborrachan"

Los universitarios de Saloufest apuran sus últimas horas de alcohol en una fiesta polémica pero aparentemente rentable.

Imagen de la fiesta nocturna de los universitarios británicos que participan en el festival Saloufest. EFE/Jume Sellart

PÚBLICO / EFE

El festival universitario Saloufest se vende como "la madre de todos los tours", con una "semana llena de deporte loco" y "noches épicas", y, año tras año, miles de estudiantes se encargan de demostrar, disfrazados y bebidos en las calles de Salou, que no se trata de publicidad engañosa. Unos excesos que dejan un reguero de polémica año tras año. 

Los 4.600 estudiantes británicos apuran sus últimas horas en Salou -se van mañana- con la rutina de siempre: meterse en el cuerpo la mayor cantidad posible de alcohol en el menor tiempo posible.


Para ello, cualquier recipiente es bueno: embudos, biberones, cubos e incluso orinales, aunque los locales impiden que saquen bebida fuera de los bares y pubs.

Los monitores que acompañan a los jóvenes también evitan como pueden que beban en la calle, que hablen con periodistas y que se dejen grabar demasiado desinhibidos ante las cámaras. "Cada año es lo mismo: vienen, se disfrazan, hacen el burro, enseñan el culo y se emborrachan. No son conflictivos, pero no los queremos por aquí, son cutres", resume el portero de un local, que ahuyenta a los "saloufiesteros" en la entrada.

Para ellos, ya existen los locales que les reciben con los brazos abiertos, señalizados incluso en la entrada para que la noche no les confunda, entre las calles Carles Buigas, Montblanc y la avenida de Andorra. "El cliente español también bebe y es ruidoso, pero como no se disfraza pasa más desapercibido; bienvenidos sean los guiris porque el invierno es muy largo", señala el portero de uno de estos locales, que bendice Saloufest con chupitos muy baratos.

Los disfraces llaman la atención por la inmensa cantidad de culos que dejan al aire: cocineros vestidos sólo con el delantal, sábanas que simulan togas o directamente tangas para no complicarse la vida.

"Nosotros venimos cada año a ligar, cuando las inglesas van cocidas van a lo que van", confiesan dos chicos de Tarragona, sentados en una terraza mientras calibran escotes, muslos y ombligos de conejitas, enfermeras y superheroínas que empiezan la noche.

"Nosotros venimos cada año a ligar, cuando las inglesas van cocidas van a lo que van", confiesan dos chicos
de Tarragona"

Hay coches patrulla y policías locales y Mossos d'esquadra que vigilan en un segundo plano y, en una esquina estratégica, una ambulancia que atiende, sobre todo, intoxicaciones etílicas.

Por mucho esfuerzo que se haga, es misión imposible domar a los 4.600 estudiantes, y el Ayuntamiento ya ha multado con 300 euros a varios jóvenes por orinar y consumir alcohol en la calle y ha pedido más personal de control a los organizadores de Saloufest. Los vecinos están hartos de "atilas que nunca se atreverían a hacer esto en su país", como sostiene Carlos Marín, vecino de la calle Carles Buigas.

La fiesta sin embargo, le sale rentable a algnuos: se calcula que los "saloufiesteros" dejan un impacto económico de 5 millones de euros. Marín les reta: "Si tanto les gustan, que se los lleven a su casa, esto no es turismo, es una vergüenza y ya no llamo ni a la policía porque ni vienen".

En cambio, la aragonesa Pilar Benavente opina que "tampoco hay para tanto, a ver si los universitarios de aquí son angelitos". "Ves a darte una vuelta por el Tubo de Zaragoza y luego, vuelve a preguntarme", dice

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