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La añoranza de "afectos" españoles del director de la Orquesta Nacional Rusa

EFE

"Cansado de pasar tristeza y mucho frío" Ramón Torrelledó, director de la Joven Orquesta Nacional de Rusia, anhela la vuelta a casa, de dónde añora el desarrollo de "afectos", algo que en Moscú no se estila, aunque admite que nunca se alejará del todo de una tierra que sólo le ha brindado oportunidades.

Torrelledó, uno de los pocos directores de orquesta que dirige sin batuta, se encuentra en Madrid para participar, el próximo 26 de diciembre al frente de la Orquesta Filarmónica de Palencia, en un concierto-homenaje en el Auditorio Nacional por el 60 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

En una entrevista con EFE, este cántabro natural de Castro Urdiales (1956) aunque criado en el pueblo palentino de Barruelo de Santullán, asegura que, de momento, su único plan oficial en España es con la recién creada Orquesta Filarmónica de Palencia.

Como su caminar es "lento", debido a las "reticencias" surgidas a última hora desde algún sector de la Junta de Castilla y León, Torrelledó asegura que, de momento, no tiene ningún inconveniente para compatibilizar su labor al frente de la Orquesta de Palencia y la Nacional de Rusia.

Aunque inicialmente reconoce que no estaría mal volver a España para dirigir algún proyecto como el de la Orquesta Nacional, inmediatamente se corrige para puntualizar que sería feliz "si pudiera desarrollar las ideas que llevo en mi mochila, y que no necesariamente tienen que ir unidas a grandes nombres".

"Rusia me ha dado mucho, pero también me ha quitado otras cosas", afirma este descendiente de músicos, hijo del compositor y director Nicolás Torre, para quien su máxima aspiración es terminar un concierto y "poder ir a tomar un vino con mis amigos o a dormir con mi hija", y no refugiarse en la soledad de un hotel.

Torrelledó defiende el acceso de cualquiera a la música clásica y asegura que le gustaría que la gente de los hospitales, de las cárceles y de cualquier pueblo de España "y no sólo la de Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla" conociese la música de grandes clásicos como Beethoven, Brahms o Mahler; "yo sería feliz con esa labor, porque como sé que nadie la hace, la quiero hacer yo".

Desde que en un rifi-rafe con los lentos camareros de un restaurante moscovita dejase olvidada su bolsa de batutas y se viese obligado a tocar, esa misma tarde, en un concierto sin este "alarga-brazos", este español afincado a cuatro mil kilómetros de distancia de su tierra descubrió las posibilidades de sus manos.

"Fue un descubrimiento maravilloso, porque técnicamente podía seguir marcando todo y, de momento, me encontré con cinco batutas en cada mano, un brazo y un antebrazo. Tenía catorce batutas y, además, lograba mucha más expresividad; desde entonces no quiero saber nada de las batutas".

Buen conocedor del carácter ruso, Torrelledó admite que muchas veces debe demostrar "el genio que no tengo" para hacerse con sus músicos, ante la constatación de que si por un momento dudan de que el director que tienen delante "no cuenta con el nivel suficiente" empieza "una indisciplina de apatía", que puede ir seguida de un "cachondeo generalizado" si estiman que su conocimiento no sobrepasa el nivel básico.

Los conciertos que Torrelledó dio en los barracones de letrinas de Auschwitz y en el colegio ruso de Beslam en memoria de las 350 personas, 150 de ellos niños, víctimas de la sinrazón del terrorismo, son los que más han tocado su fibra sensible a lo largo de toda su carrera.

Cuando habla de ellos, además de emocionarse, el joven director se indigna, y sube el tono para preguntarse "quien dice que eso no interesa; hay silencios sospechosos y otros cómplices y es tremendo pasar por la vida y que nos dirija gente que no sabe escuchar el silencio, una lágrima o una mirada".

"Son todo palabras huecas, discursos bien estructurados intentando decir lo que creen que el otro quiere oír, pero los silencios de un concierto no engañan, son una verdad intangible", subraya.

Para alguien cuyo sueño es dirigir un concierto en Jerusalén como símbolo de paz y que piensa que normalmente se va a los conciertos "con muchos prejuicios", su máxima aspiración en este momento es que los "peros" que algunos "perfiles políticos" están poniendo a su Orquesta de Palencia se desvanezcan.

En su opinión, si alguien pretende justificar "el no apoyo" a la Orquesta palentina en la existencia de otra orquesta en Castilla y León "se equivoca", ya que -añade- "lejos de entrar en competición nos complementamos", y subraya que la orquesta de Castilla y León "nunca puede ocupar el espacio que nosotros pretendemos ocupar".

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