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Los apoyos sociales de los partidos de Estado el 20-N

FERMÍN BOUZA

De todos los terremotos electorales ocurridos el 20-N, el cambio en los apoyos sociales no es el menor. Quizá sea necesario hacer un poco de historia para situar esta cuestión de las clases sociales (estatus) en su historia reciente, entendiendo por reciente el largo periodo que va desde mediados de siglo XIX a principios del siglo XXI. No teman: lo haré muy rápidamente.

Todavía pervive en Suecia el nombre de la Alianza de los partidos de derechas como Partidos Burgueses (borgerlig), denominación, digamos, que se toma como natural en un país no muy polarizado socialmente. O el Partido Burgués suizo, hoy Partido Democrático Burgués.

Y de la misma forma subsisten partidos del proletariado en muchos lugares, o que así se definen, aunque aquel proletariado histórico que dio nombre a aquellos partidos apenas es ya reconocible. En general, los partidos que aspiran a ganar en los estados son hoy del tipo catch all o “atrapatodoSDRq, como se suele traducir: no tienen importantes fronteras de clase (sí algunas marcas de clase) y buscan el voto transversalmente, adecuándose a la fragmentación social en curso.

Es probable que esa fragmentación social en los países avanzados, junto con la multiplicación de los medios de comunicación, sea una de las dos cosas sociológicamente más explicativas y relevantes que han ocurrido en el pasado siglo XX.

Y es también esa fragmentación la que explica que el partido de la derecha (PP) sea el más votado entre los trabajadores cualificados y no cualificados, al tiempo que los mayores apoyos que tiene IU, un típico partido que hereda una carga histórica importante por la izquierda, sean los de las clases altas y las clases medias-altas. Paradojas de una sociedad compleja que exige cambios en la forma de verla y mirarla. Los partidos políticos no son los entes más avanzados de nuestro mundo, más bien son elefantes heridos por la historia que avanzan despacio y con miedo a la incertidumbre.

La tabla aquí expuesta nos muestra los cambios en los apoyos tras los movimientos del 20-N. Teniendo en cuenta los números y los colores de fondo, tal como informa el título de la tabla, el PSOE cae en todos los fragmentos sociales más o menos reconocibles como tales con alguna metodología que quiere ser sólida. En todos, aunque en las nuevas clases medias esa caída es algo menor. Las nuevas clases medias, vinculadas a los sectores económicos emergentes, son un punto de partida para la recuperación de ese partido.

IU obtiene nuevos apoyos transversales a la clase social, y UPyD se muestra como un partido, sobre todo, de clases altas, aunque sube en todos los tramos de estatus.

Las clases trabajadoras se vuelcan ahora en el PP, dándole un apoyo decisivo que ese partido no obtendría sin este giro en sus apoyos de clase que se produce fuera del marco ideológico que se le supone con abundante fundamento. La clase obrera va al Paraíso (La classe operaia va in Paradiso), recordando la película de Elio Petri (1971), entre otras cosas porque no tiene mucho donde elegir: no hay trabajo. Evidentemente, el llamado ejército industrial de reserva para situaciones de esta clase también tiene funciones electorales.

La transversalidad social ocupa toda la práctica política, de derecha a izquierda, y sólo nuevas y traumáticas situaciones de precariedad podrían amenazar con restaurar mayores grados de polarización sobre el eje de clase. El cleavage (fractura, escisión, división) centro/periferia o nación central frente a nación periférica tiende a sustituir al cleavage de clase y a sus históricas polarizaciones.

La reconstrucción de la izquierda en este reino de España pasa por atender a todas estas cosas y darles una salida en el relato o discurso partidario: que la gente sepa que se le atiende y se le entiende. De eso va la política desde siempre, más allá de cualquier paradoja o fractura. El 20-N va a estar lleno de lecciones para todos.

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