Este artículo se publicó hace 17 años.
El arquitecto brasileño Óscar Niemeyer celebra un siglo de vida con sus convicciones intactas
Oscar Niemeyer, el arquitecto que se inspiró en la naturaleza para dar al cemento armado una apariencia leve y sensual, llega a su centenario con sus convicciones políticas y artísticas intactas.
Los achaques de la edad no han sido impedimento para que Niemeyer, que el próximo sábado cumple cien años, mantenga una imparable actividad creadora, y, aunque los elogios a su arte estén lejos de ser unánimes, ocupa un lugar indiscutible en la historia de la arquitectura.
Son incontables los homenajes, actos conmemorativos, exposiciones y reconocimientos brindados en el último año a Oscar Niemeyer, un arquitecto que repite, casi hasta la saciedad, una idea básica: "El espacio es parte de la arquitectura".
"Mi preocupación siempre es hacer una cosa diferente, que provoque sorpresa", afirma el arquitecto de las líneas depuradas y sinuosas, que encuentra su fuente de inspiración en la belleza de la mujer y la naturaleza.
Así ocurrió cuando diseñó el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi, una de sus obras más emblemáticas y bellas, desde la que se contempla, como en una postal gigante, la bahía de Guanabara con Río de Janeiro en el horizonte.
"Llegué, vi el mar, las montañas de Río. Vi un paisaje fantástico que había que preservar", decía de este edificio en forma de plato suspendido en un tallo y al que se accede por una rampa en curva.
Niemeyer asegura que "la arquitectura tiene siempre una explicación" y que la curva, que se ha convertido en el elemento más distintivo de sus diseños, es "la solución natural".
"Mi preocupación siempre es hacer una cosa diferente, que provoque sorpresa, que atienda a la técnica, que refleje el progreso de la técnica, del cemento armado que trabajo y que crea para el arquitecto un campo enorme de sucesiones diferentes".
"Doy un ejemplo: si fueran a Brasilia, pueden gustarles o no los palacios, pero no podrán decir que vieron antes algo parecido. Pudieron ver algo mejor, pero no parecido. Y eso es lo importante, que la arquitectura llame la atención por la novedad, por la espontaneidad del proyecto", agrega.
Es esa Brasilia, ciudad sin alma para sus detractores, resultado de una utopía, que fue convertida en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), y cuyos palacios van a ser declarados patrimonio cultural de Brasil.
A pocos días de que Niemeyer cumpla un siglo de vida, se anunció que el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Iphan) va a incluir en la lista de edificios protegidos 23 creaciones de Niemeyer en Brasil, entre ellos el Conjunto de Ibirapuera, en São Paulo; el Museo Oscar Niemeyer, en Curitiba, el centro cultural que también lleva su nombre en Goiana y la Torre del Parque, de Natal.
De Brasilia, la ciudad planeada de la nada por el arquitecto y el urbanista Lucio Costa, figuran los Palacios de Planalto y la Alvorada, sede y residencia oficial de la presidencia; el de Itamaraty, que aloja el Ministerio de Relaciones Exteriores; la Plaza de los Tres poderes, y el memorial de los Pueblos Indígenas, entre otros.
El reconocimiento a sus cualidades artísticas va parejo con los elogios a sus preocupaciones humanistas.
"En vísperas de completar 100 años de una existencia rica y productiva, Niemeyer le ofrece a Brasil y al mundo, además de una obra arquitectónica de belleza inigualable, una verdadera lección de humanismo, y de amor y solidaridad al próximo", dijo recientemente del arquitecto el presidente Luiz Inácio Lula da Silva al entregarle la Medalla al Mérito Cultural del Estado Brasileño.
La ceremonia, cerrada a la prensa, fue celebrada en la residencia del arquitecto, un comunista convencido que se exilió en París durante la dictadura y que siempre ha dejado aflorar sus convicciones políticas en sus decisiones artísticas.
Niemeyer se casó a los 21 años con Annita Baldo, con la que tuvo una hija, Ana Maria, y su matrimonio duró 76 años, hasta el fallecimiento de su esposa, en 2004.
El 16 de noviembre de 2006 se casó, sin el conocimiento de la familia y convaleciente de una operación, con Vera Lúcia Cabreira, una mujer 40 años más joven que, durante más de 15, ha sido su secretaria y que le protege del acoso de la prensa.
Hace poco menos de un mes, la pareja celebraba en São Pedro de Aldeia, localidad del estado de Río de Janeiro, su primer aniversario de boda, una de las raras ocasiones en que se les ha visto en público.
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